El diario-blog de alguien que dará un giro a su vida, y que, si no le gusta ése giro, dará otro, y otro más... Cuantos sean necesarios hasta encontrar su vida ideal tantos años soñada. Segúramente se parezca demasiado a cualquiera de nosotros, pero la vida es así... http://capitansogul.blogspot.com/

jueves, 17 de septiembre de 2009

41. Presentaciones

Voy hasta el árbol de mi “compañero” y le agito, se ha vuelto a dormir, o a desmayar, no sé. Abre el ojo, y parece que comprende lo que quiero hacer. Ayudado por una de las puntas de flecha consigo deshacerle las ataduras con menos esfuerzo del que me ha costado a mi.
Paso su brazo por mi hombro y despacio nos levantamos. Joder lo que pesa!… Nos ponemos en marcha, alejándonos poco a poco del camino y de los terribles ruidos de lucha que cada vez se van haciendo más débiles y menos continuos. Uno de los bandos está a punto de ganar. Intento no pensar en cómo… Ni en cómo me afectará el resultado de la contienda. Esto hace que inconscientemente, acelere el paso.
Espero que el ganador, se haya olvidado de nosotros… Porque no puedo más. Debo llevar alrededor de una hora tirando de este tío, cargado y agotado por entre los árboles, sin camino, entre piedras… Estoy echo polvo. Le apoyo contra un árbol y me siento delante de él. ¡Qué gusto!. ¡Tenía la espalda destrozada!. Me mira con cara de medio agradecimiento. Y aprovecho para volverme a presentar, porque lo primero de todo, como decían Faemino y Cansado, es la Educación. Recuerdo un Sketch: “Buenas tardes caballero, BUENAS TARDES. Porque ante todo educación”, que me hace sonreír. Me vuelvo a señalar y repito mi nombre GON-ZA-LO. Él pone cara de entender. Intenta hablar y le cambia el gesto, tiene que tener algo roto por dentro y le duele de cojones cada vez que se mueve. Me siento un poco mal por haberle traído hasta aquí a rastras y sin demasiado cuidado. Veo que intenta hablar, pero lo hace muy débilmente. Me acerco un poco para oírle, y repite apenas audible: “¿Gonzalus?”. No, le contesto con intención de corregirle, pero está muy mal como para enseñarle a pronunciar mi nombre, asi que afirmo con la cabeza. Entonces, pasa de estar contraído, con una mueca de terrible dolor, a ponerse recto y a intentar sacar pecho. ¿Pero este tío de qué va?. ¿De digno?. Entonces, con el mentón en alto dice “Cuinto”. Mi cara de extrañeza por su actitud, le obliga a repetirlo un poco más alto “Cuin-To”. Vale. Se llama Kuinto. Sonrío y pongo cara de entender. Hago el gesto instintivo de ir a darle la mano, pero lo freno, no vaya a ser que sea un gesto equivocado, y ya lo que me faltaba.
Abro el saco y cojo una hogaza de pan. Es dura y pesada. Me cuesta partir un par de buenos trozos. Uno se lo doy a Cuin-To, que lo coge con esfuerzo, pero no hace ni el amago de comer. Yo empiezo a atacar el mío, y efectivamente está duro, y bastante salado, pero tiene un sabor delicioso comparado con las mierdas insulsas que llevo días comiendo. Una vez devorado el pan, saco el barrilillo. Tiene un orificio tapado por un corcho y sellado con cera (o algo parecido). Con una de las puntas de flecha levanto el tapón, y sin pensármelo, le pego un trago. Dios!... Ufff...… ¡Es licor!.
Licor del fuerte. No me gusta, pero seguro que me viene bien. Entro en calor casi de inmediato, y siento que empiezo a sudar como un cabrón. Le ofrezco a Cuinto, pero parece que se ha vuelto a dormir… Dormir. Eso es lo que necesito. Hay que ver, con lo poco que se conforma uno cuando pasas las penurias que he pasado. Un poco de pan, descanso y licor. Ahora me parece que estoy en la gloria. Me siento pleno… Pero enseguida se enturbia mi felicidad.

40. Nos vamos

Intento moverme en la jaula, pero al estar atado de pies y manos, literalmente, no puedo hacer mucho. Se me ocurre una cosa. Con los pies en el suelo de la jaula me impulso hacia un lateral, desde ahí, me impulso al otro. La jaula se ha levantado de sus costados. Cojonudo. Lo hago a lo bestia, pese a lo que me duelen las ataduras de los pies y mi costado, y parece que funciona!. Cada vez se inclina más. Al séptimo empujón, me precipito al suelo. ¡Hostia!. No había pensado en esto.
Me preparo para recibir un batacazo de órdago. Un crujido terrible de la madera, seguido de un leñazo en mi costado dolorido, y todo se termina. Necesito tomar aire y parar unos segundos.
Estoy bocabajo. Intento moverme, y parece que la jaula se ha roto, porque a cada movimiento que hago, cruje que da gusto. Más mal que bien, consigo colocar la cabeza por encima de mi cuerpo. Uf, tenía toda la sangre en la cabeza… Lo mejor para mi dolor de cabeza. Desde mi posición, hago fuerza contra las maderas en las que estoy apoyado, y consigo que crujan hasta partirse. Doy con mis huesos en el suelo, y creo que me he clavado una astilla en el muslo… Guay. Estoy sangrando levemente, pero por lo menos estoy fuera. Torpemente, paso las muñecas atadas de atrás hacia delante. Sin demasiada habilidad, haciendo la croqueta, llego hasta la madera astillada de la jaula, y empiezo a raspar las cuerdas desesperadamente… Y parece que funciona. Al cabo de lo que me han parecido unos minutos eternos, consigo tener las muñecas liberadas. Me desato los tobillos con esfuerzo, porque quien me haya atado, lo ha hecho a conciencia, y era más fuerte que yo… Uf… Los nudos son así.
Tengo los tobillos en carne viva por donde me han atado. Estoy hecho un asco, y encima dolorido... Pero tengo que pirarme de aquí ya. Lo que pasa es que el pobre tío de al lado me da bastante pena, y pese a lo deshumanizado que estoy, mi conciencia no para de decirme que le ayude. Me cagüen todo… Me acerco al carro y le chisto, como antes, no me hace caso. Meto la mano por entre los barrotes y le agito. Me mira con el ojo sano desorbitado… Le intento explicar lo que voy a hacer. No me hago entender, así que… Me subo al carro, y desde arriba intento tirar su jaula. Al final lo consigo, pero me siento muy cansado… Espero que no sea por la herida de la pierna, que no me quiero mirar porque la sangre me da “repelús”... Con medio giro en el aire la jaula cae sobre una de sus esquinas, rompiéndose “mejor” que la mía. Penosamente, bajo del carro y me empiezo a arrancar maderos de la jaula hasta que consigo hacer un hueco lo suficientemente amplio como para sacarle a rastras. Ufff..., lo que pesa. Me cago en toda la buena voluntad del mundo y en mi conciencia. Le arrastro hasta los primeros árboles, y le dejo ahí apoyado. Tengo que pensar como salir de aquí. No se conducir un carro de bueyes, ni de ningún tipo, y además, me da que no son transportes muy rápidos, por lo que coger un carro no es ninguna opción. Voy a ver qué contienen, por si hay algo de lo que me pueda aprovechar. Joder, lo imponentes que son bueyes!. Una vez rodeado el carro veo que está casi vacío. Solo tiene un par de sacos, y un pequeño barril, pequeño, pero debe contener al menos tres litros de líquido. Subo y abro los sacos. Uno de ellos está lleno de patatas, y el otro tiene “hogazas de pan”, o eso parece. Medio vacío el saco dejando dos hogazas y metiendo dentro el barril. Joder!, lo que pesa. Bajo del carro y me voy al otro. Éste está vacío, tiene unas cuantas flechas partidas y poco más. Cojo un par de puntas de flecha con su palo incluido y al saco. Ahora a salir pitando de aquí.

39. Vuelta a la realidad

Todo está a oscuras. Me duele la cabeza muchísimo. Me palpo los bolsillos… pero… ¡No puedo!. Me noto casi desvestido… como si llevara puesta una camiseta larga… Otra vez ¡Nooo!. Todo es verdad. Creí que había vuelto a mi vida… pero no, sigo donde estaba…Y, ¿Dónde estoy ahora?... ¿Qué ha pasado?. Voy abriendo los ojos lentamente. Hay mucha claridad que me deslumbra, hasta que mi vista se adapta a la luz. Lo que veo, me deja aún más contento por la parte de atrás. No puedo mover las manos. Las tengo atadas a mi espalda. Igual me pasa con los pies, atados a la altura de los tobillos. A esto hay que añadirle un dolor horrible en el costado derecho, y que me encuentro dentro de una jaula de madera… Cojonudo. El dolor en mi costado me imagino que es un regalo de aquel tipo risueño y barbudo al que pillé por sorpresa… Jódete por cabrón. Me río. Y al reírme, me duele el costado… cabrón vengativo!.
Veo un par de carretas con bueyes por detrás de mi jaula, y por delante, otra jaula, ambas jaulas están sobre otro carro. La otra jaula parece contener un buen montón cuantos trapos y barro. ¡No!. Espera. Es una persona, pero hecha un guiñapo, la he oído quejarse levemente. Está hacha un ovillo entre túnicas y barro. El barro que tiene a su alrededor, tiene un color rojizo. Observo que respira con dificultad y cada respiración provoca un leve quejido. Le chisto no demasiado alto, pero no me escucha. Al final tengo que chistar fuerte para que me oiga. Gira su cara hacia mí, y me quedo sorprendido. La tiene desfigurada además de por el barro seco y rojo, por una gran inflamación de todo el lateral derecho de su cara. Me imagino que debió resistirse a la captura más que yo, y ésta ha sido su recompensa. Pobre hombre. Estamos en un camino rodeado por árboles dispersos. Me imagino que éste es uno de los caminos que quería encontrar… Lo que pasa que no lo quería ver desde mi posición actual.. Lo que me parece curioso es no ver a nadie, y sobre todo, estar parados.
¿Qué pinto yo, un informático, atado y enjaulado encima de un carro tirado por un buey, en vete a saber dónde y cuándo?… Me arrepiento de no haberme tomado más en serio las clases de historia clásica, pues así al menos, podría hacerme una idea más específica de en qué tiempo me encuentro. Mientras pienso en esto, me doy cuenta de que hay demasiado silencio. Un silencio que vibra de tensión. El bosque no suena como debería. Me da muy mala espina.
De repente, como animado por mis pensamientos, oigo a la izquierda del camino un grito salvaje, al que se unen inmediatamente después unos cuantos más. Vuelven a sonar unos gritos secos y rotundos, y comienza el chocar de metales. Pensar en lo que está pasando me da escalofríos. Tengo que escapar de esta jaula. No me quiero quedar a ver quien es el bando ganador.
Llamo a mi vecino de jaula, pero le tengo que insistir con un tono elevado para que me mire. Me señalo y le digo que me llamo Gonzalo. Con gestos, le intento explicar que me voy de aquí. Pero nada. Es demasiada información para el pobre tipo. Me señalo otra vez y digo lentamente “GON-ZA-LO”. Me mira, y parece que asiente. Ahora señalo hacia el bosque, al lado opuesto del origen de los gritos. Asiente, pero creo que poco convencido. Mira, no puedo perder más tiempo con este tío.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

38. De vuelta

Oigo mi despertador, sonando machaconamente. ¡Que sí!, que ya me levanto. Que puta mierda. Otra vez a currar. He tenido un sueño curioso, pero no lo recuerdo muy bien… Miro el reloj, y ¡Mierda puta!, ¡Me he quedado sopa!. Hace media hora que debía estar en el trabajo. Joder!. Me ducho de prisa y me visto a todo correr, lo de afeitarse habrá que dejarlo para mañana. Me miro en el espejo, y me veo horrible, pero bueno, no hay tiempo para mejorar lo que veo. Cojo el móvil, la cartera, las llaves, y salgo a todo correr. Busco un taxi libre por la calle, pero a las ocho y media, todos está ocupados. No hay ni uno libre. ¡Me cago en todos sus muertos!. Tengo que coger el metro, y asumir que llegaré bien tarde. Otra vez la misma mierda de siempre. El puto Metro de Madrid, aún peor a estas horas si es posible… Está petado de gente. Gente que como yo no han tenido mucho tiempo, pero que han preferido salir de sus casas con hedor a pocilga. Que asco me dan. Y encima se me arriman por la falta de espacio. Joder, a ver si llego ya. A empujones nada educados salgo como puedo del vagón y consigo llegar al trabajo. Al final sólo una hora tarde… Ya verás la cara que me pone el subnormal de mi jefe… Efectivamente. Tras soportar sus miradas de perdonavidas, me pongo a currar, delante del ordenador, con el teléfono. Mis compañeros me lanzan alguna que otra broma, que no sigo porque no estoy de humor. Sólo tengo una rabia y frustración contenidas que espero no estallen.
Llevo una hora currando y me duele la vista y la cabeza. Puta mierda de aplicación de Gestión. Con esas mini-letras casi completamente ilegibles, pero que no puedes aumentar ni reducir la resolución para hacerlas mayores, pues se descoloca la puta aplicación… Voy a desconectar viendo algún video de ésos que mandan por correo, y alguno que otro de humor de Internet… Nada, ni así, se me va el dolor. Me voy al baño donde me lavo la cara y me mojo la nuca. Nada. Sigo igual. Pido a un compañero un ibuprofeno, o algo así. Me lo tomo a ver que tal. Nada, me tendría que haber hecho efecto ya, y sigo tan jodido como antes. Seguro que tengo la Gripe A… Me tengo que ir a casa, no puedo más.
Se lo digo al soplapollas, y con una mano me “autoriza” con cierto desprecio a que me vaya. Que asco de tío. ¡Menudos modales gasta!. Si no fuera porque necesito el dinero… Le partía la cara con gusto para que cuando se mirara al espejo recordara que se debe ser algo más humilde en esta vida.
Pero claro, la sociedad no vería bien este tipo de correctivos… La sociedad me ha convertido en un macarra frustrado. Suerte para él.
Vuelvo rumiando mi mala sangre al Metro, por suerte menos apestoso y atestado de gente que esta mañana. Puedo incluso apoyarme en una esquina y descansar. El traqueteo del Metro, siempre tiene un efecto de somnolencia en la gente, del que yo me sentía inmune, pero que hoy, imagino que por mi mal, me está haciendo cerrar los ojos. ¡Mierda!. Casi me caigo. Estoy mareado, y en el metro no consigo agarrarme bien a nada, es como si estuviera borracho…Mierda, una cuerva, y no consigo agarrarme a nada. Me piño… Mientras veo la inevitable hostia, e incapaz de hacer nada por evitarla, me agarro la cartera donde llevo el dinero el móvil y las llaves de casa…

martes, 15 de septiembre de 2009

37. Huye!

Valiente Cabrón. Como para no sonreír. Ves a un tío vestido con harapos, con cara de desnutrido y asustado, sin armas, huyendo y mirando nerviosamente hacia atrás, viniendo hacia ti… Además, seguramente estés sano, seas conocedor de la zona, salvaje y acostumbrado a pedir cervezas a puñetazos… como para no sonreír. Lo que no sabes es la mala sangre que soy capaz de generar.
Y las ganas que tengo de borrarte esa sonrisa prepotente de tu puta cara. Aunque sea lo último que haga.
Cuando estoy casi al alcance de su velludos brazos de orangután, saco la pierna derecha a paseo, sale casi instintivamente, pero no para conseguir dos puntos en un campeonato por dar una patada en la cabeza, ni para hacer ninguna floritura, no, sale con la misión de subirle las pelotas de una manera tan brutal que tenga que cerrar la boca para que no se le escapen. Lo veo todo a cámara lenta, mi pierna impacta de abajo arriba justo en su entrepierna, oigo el impacto de mi empeine endurecido, me duele pensarlo, veo como abre los ojos con expresión de incredulidad primero y de terrible dolor después, lo que le hacer retorcer sus facciones y el cuerpo inmediatamente después, cayendo al suelo.
Después de la patada, casi me lo llevo por delante y a punto estoy de caer, pero con cara de satisfacción consigo mantenerme en pie, para continuar con mi huída. Cuando dedico una mirada triunfal al cabrón, me doy cuenta de donde estoy. Las pequeñas satisfacciones en seguida hacen olvidar todo lo demás. Y ese “todolodemás”, se convierte en un grito brutal delante de mí, seguido de un sonido entre metálico y de madera. Seguido a su vez de… la nada. No siento dolor no cansancio, no veo nada, todo está en blanco, estoy taaaan relajado…

36. Salvar el culo

Mierda, mierda, MIERDA!. Echo a correr ladera arriba sin dudarlo. Esos gritos me producen escalofríos. Espero que no me haya visto nadie de ninguno de los dos bandos.
Corro como un loco, durante un buen rato, hasta que agotado y sin resuello, tengo que parar. Todo mi agotamiento y mis sudores, no han servido para alejarme todo lo que esperaba, pues desde aquí todavía se oyen los gritos y el resonar de las trompetas en el campamento. Me imagino que estarán preparándose para el asalto, unos para recibirlo y otros para hacerlo. Que horror!. Si me pareció desagradable el hombre decapitado, no quiero ni imaginar lo que puede ser aquello.
No puedo ir a buscar el camino, pues me da que en plena refriega, estará muy transitado. Haga lo que haga, debo alejarme de estos dos bandos de locos. Debo seguir alejándome.
Pese a mi cansancio, vuelvo a comenzar el ascenso, esta vez mucho más lento. Mis piernas y mis pulmones se me quejan, quieren descanso.
De repente, me quedo helado. He oído un ruido a mi espalda, y no sonaba precisamente a viento. Me paro y busco donde esconderme. Tengo una roca al lado. Me acurruco detrás de ella, soy una piedra. Mierda, sabía yo… No he puesto ningún cuidado en mi huida, y ahora mira. El tiempo pasa como a cámara lenta. Sigo oyendo los ruidos, crujidos de ramas, hojas, con el sonido de fondo de lo que sea que esté pasando más abajo. Estoy de espaldas a los sonidos que se acercan. Me asomo rápidamente, y no puedo apreciar nada. Pero los sonidos han cesado. Se han parado. Noo!, saben donde estoy, me han localizado seguro, pues oigo unos susurros, y los sonidos ahora vienen de dos lados. Joder!. Me están rodeando ¿Qué hago?. No puedo quedarme quieto.
Un grito a mis espaldas ensordecedor y demasiado cercano, me saca de improviso de dudas, y con energías sacadas del miedo salgo de mi escondite a todo correr, huyendo del origen del ruido. Al levantarme, puedo, fugazmente, percibir la forma difuminada de mi perseguidor. Un tío ancho con barbas y torso desnudo, que se abalanza sobre mí. Al volver a mirar de frente, creo ver a otro tío acercarse por mi flanco derecho. Esto es la carrera del pollo. Cuando estoy huyendo, saltando setos, arbustos, piedras y esquivando árboles, veo a pocos metros, delante de mí, a otro tipo de éstos. Está con el torso desnudo, tatuado, con barbas y pelo largo y con una sonrisa terriblemente amenazadora. Tiene los brazos abiertos, dispuesto a cogerme cuando esté a su alcance. Parece como si fuera un granjero que estuviera a punto de coger un ganso para la cena, pues parece que mi presencia no le intimida lo más mínimo. De puta madre!. Se mueve en mi dirección para cortarme el paso. ¡Qué hijodeputa!, y sigue sonriendo.