El diario-blog de alguien que dará un giro a su vida, y que, si no le gusta ése giro, dará otro, y otro más... Cuantos sean necesarios hasta encontrar su vida ideal tantos años soñada. Segúramente se parezca demasiado a cualquiera de nosotros, pero la vida es así... http://capitansogul.blogspot.com/

viernes, 4 de septiembre de 2009

31. La muralla

Cuando me dispongo a ir hacia la construcción, me fijo que a lo largo de la ladera hay unas formas que destacan en la negrura. Son como palos inclinados hacia delante. Me da mala espina.
¿Qué coño es esto?. Dejo la bolsa de agua en el límite del bosque, y me acerco con cuidado a uno de los palos. Mide alrededor de un metro y medio y tiene pinta de estar afilado a mano, y colocado a mala leche. Como éste, destacan bastantes, por lo menos hasta donde alcanza mi vista.
De repente, el sonido seco de una trompeta o un instrumento parecido, da unos toques cortos, e inmediatamente se deja de oír el ruido de dentro del campamento. Me han descubierto!. Me agazapo al lado de la estaca, y espero inmóvil algún tipo de sonido, movimiento o algo, pero no pasa nada. De hecho, ahora hay menos ruido. Se han dejado de oír los murmullos humanos y apenas se escucha algún otro ruido… Me quedo inmóvil mirando la muralla o lo que sea que es la construcción. Tiene luz, pues se ve como el destello se mueve. Y no es luz eléctrica son hogueras, eso o están todo el tiempo moviéndose las bombillas...
Esto tiene pinta de ser una fortaleza. La suerte de culo, como siempre. Es como en las películas de narcotraficantes de Colombia donde los jefes narcos tienen un pueblo fortificado, en el cual viven todas sus familias y que es el centro de sus operaciones. Ya no me parece tan buena idea acercarme a pedir ayuda, por que si son narcos, o gente con poco apego por la vida de otros (suponiendo que sean los que decapitaron al pobre hombre), no creo que estén muy receptivos hacia mí. Y lo que es peor aún, puede que sean quienes me han secuestrado o quienes, tan amablemente me han provisto de agua. Menudo movidón.
Mejor que acercarme vuelvo sobre mis pasos para buscar alguna zona por encima de los muros para ver que tienen ahí dentro. Cojo la bolsa de agua, y vuelvo a internarme en el bosque. Aquí, y ya de noche, ni se me ve ni se me oye. Esta frase no sé porqué me resulta familiar, será de alguna peli.
Comienzo a ascender con cuidado, pues no veo demasiado con la tenue iluminación de la luna entre los árboles y porque no quiero hacer ruido. Al cabo de llevar un buen rato ascendiendo entre árboles por una pendiente suave, encuentro una roca que sobresale por entre los árboles más altos, al rodearla, veo que es fácilmente escalable, pues tiene muchas irregularidades a moso de escalones. Una vez arriba, centro la vista en el destello del campamento, pero sigue habiendo bastantes obstáculos en mi línea de visión, aún así me doy cuenta de lo relativas que son las distancias de noche, pues el campamento está a tomar por culo. Lo único que puedo apreciar es que la construcción que destaca es realmente una muralla, dentro no puedo distinguir más que unos pequeños fuegos, cuento cuatro o cinco, y sólo me sirven para delimitar la extensión de la muralla; rectangular, y desde aquí bastante grande. Tengo que acercarme, aunque todos los poros de mi piel me dicen que no es buena idea, tengo que llegar a la muralla y escuchar al menos en qué idioma hablan para ubicarme… Necesito algo o me voy a volver loco.
Inicio de nuevo el descenso, con cierta precipitación que me hace caer en un par de ocasiones, sin repercusiones físicas, ni de orgullo, pues no hay nadie mirando (espero) y en unos cuantos minutos he vuelto a llegar a la parte donde termina la protección de los árboles.
Pego un trago al agua, para darme ánimo, y agazapado comienzo a avanzar hacia el leve resplandor de la muralla. En seguida llego a las primeras estacas, y continúo mi ascenso lentamente y con todos los sentidos puestos en no hacer ruido y en descubrir cualquier indicio de que me han descubierto.
Voy muy lento, y parece que nunca logre acercarme a la muralla. Acabo de dejar atrás la última hilera de estacas, y creo que la distancia que queda, la voy a hacer corriendo. Avanzo un poco siempre mirando a la muralla, y preparándome para correr, cuando de repente, pierdo el suelo bajo mi pié izquierdo. ¡Hostia!, casi me caigo, por suerte, me he tirado hacia el lado opuesto, y he caído hacia la derecha, sobre el suelo. ¿Qué cojones es esto ahora?.
Palpo el suelo donde se me ha hundido el pie, y veo que es el inicio de un agujero tapado por una red de ramas con tierra por encima. De noche apenas se distingue. Abro un poco más la cubierta de arena para ver si es una entrada secreta o algo así, pero no veo nada. Solo negrura, y un mal rollo que recorre mi cuerpo. Recuerdo las trampas del Tomb Raider, donde unas preciosas y afiladas estacas tapizaban los suelos del final de los fosos… Quita, quita, deja de pensar cosas raras. Tengo que fijarme más ahora y seguir andando lentamente. Lo que me faltaba es caer en una trampa… con la que está cayendo… (no puedo dejar de pensar tonterías para frivolizar. Estoy acojonado)…
Parado al lado del falso suelo, pienso sobre mi situación, bastante negra, por cierto. Estoy en medio de un claro tratando de acercarme a la fortaleza de un tío tan paranoico como para montar todo esto, que seguro tendrá vigilancia, cámaras infrarrojas, un pequeño ejército mercenario… armas con visores nocturnos… ¡Dios!. Estoy en medio del campo, siendo un blanco perfecto pese al amparo de la noche. Aún más agachado de lo que avanzaba, vuelvo sobre mis pasos, casi reptando, con la piel erizada esperando escuchar la trompeta de nuevo, o alguna otra señal de alarma, o peor… Disparos.
Me está llevando una eternidad volver a la seguridad de los árboles. Eso de que el miedo da alas, es mentira ( ¿O era sólo el Red Bull?), veo la seguridad de los árboles lejana y no consigo acercarme. Tengo el estómago revuelto, si tuviera comida habría vomitado, por eso sólo tengo arcadas… pero no puedo pararme. Se me ha hecho eterno llegar hasta la bolsa de agua y la protección de los árboles. Al levantarme para calmarme tras un árbol compruebo porqué he tardado tantísimo en llegar. Del puro miedo, he ido agachándome tanto que al final he acabado reptando, y ahora tengo las rodillas y los codos raspados. Cojonudo, cobarde y masoca. Tengo que subir hasta la roca, alejarme de este “claro” y descansar. Mi corazón va a cien por hora porque estoy aterido por el miedo.

30. La ladera

Aún continúo estando en terreno elevado. Me da miedo salir a la llanura pese a que cada vez hay menos claridad, por ser un blanco perfecto. Prefiero la seguridad relativa que me dan los árboles, y la falta de luz. Voy a prepararme para pasar la noche cerca de la llanura, pero al amparo de los árboles, así que decido comenzar mi recolección de hierba que hará las veces de colchón. Antes siquiera de volver a internarme en el bosque a arrancar hierbas, me parece oír ruidos. Pero ruidos como gritos o voces secas. Escucho con atención para ver de dónde provienen las voces. Parece que vienen de algún punto alejado de la ladera que tengo a mi derecha, pero no logro ver nada.
Tengo que ir hacia allí, aunque se haga de noche. El terreno aquí es más agradecido que dentro del bosque, por lo que no me importa ir casi a oscuras o de noche. Lo que voy a intentar es no atravesar por en medio de la llanura, como estoy paranoico… Prefiero ir cerca de los árboles, en el límite, pero cerca de la relativa protección y seguridad que me dan… Son como un efecto placebo que me tranquiliza. Según voy acercándome, los ruidos se oyen algo más altos, pero sin nitidez alguna. Lo que si escucho son diferentes voces, y ruidos de civilización. Estoy nervioso y excitado. Por fin encuentro ayuda!. Sigo avanzando en dirección al ruido, y de repente cesa. Me doy cuenta de que lo he escuchado porque venía transportado por una brisa que bajaba de la ladera, pero que ahora no sopla. Parado y esforzándome, consigo escuchar los ruidos mucho mas atenuados. Tengo que seguir adelante. Me veo obligado a ascender por la ladera que creo originaria del ruido, y me veo de nuevo rodeado por los árboles. Me paro con regularidad para orientarme por el ruido, y cuando ya no queda casi nada de luz diurna, solo un cielo azul marino, veo que se terminan los árboles, casi bruscamente, lo noto gracias a que piso una tierra lista para ser cultivada ya que está como removida, levantada. Levanto la vista hacia la zona sin árboles, pues está en un terreno que se eleva, y puedo ver recortada, la silueta de una especie de muro. Si!. Toma!, Toma!. Lo he conseguido. He llegado a una construcción humana. Es ése el origen de los ruidos, por lo que hay gente dentro. Dios!, Qué emoción!.

jueves, 3 de septiembre de 2009

29. El valle

Una vez “seco” mi atuendo, me visto, me anudo las sandalias y estoy listo para continuar mi camino. En seguida tengo los pies otra vez mojados. El material de mis sandalias, no recordaba que no es aislante. Bueno, pongo rumbo a mi destino cuesta abajo. Esta vez es bastante incómodo, porque la bolsa llena de agua es muy incómoda de transportar pese a tener un asa, porque en bandolera se me clava la cuerda, y en brazos es tan difícil de llevar por entre los árboles como difícil es levantar a un gato del suelo. Obviamente, está pensada para transportarse sobre un animal.
Muerdo un trozo de “suela” de carne, porque el estómago va a despertar a todos los animales que hayan podido dormirse después de la tormenta.
Llevo bastante rato descendiendo, y me paro a descansar. Puta bolsa de agua. Le pego un trago con odio, intentando vaciarla, pero apenas baja su peso. Bueno, seguro que me vendrá bien llevarla tan llena. Si continúo bajando y estoy en un valle, seguro que encuentro un río que me lleve en alguna dirección. Mientras descanso, pienso sobre el hecho de que hace unos días, casi una semana pues echando cuentas creo que llevo seis días perdido, estaba la mayor parte del tiempo sentado delante de un ordenador, llevando una vida relajada, rota por las visitas al gimnasio a pegar patadas, y alguna que otra eventual escapadita en bici. Y ahora, no paro de andar, “malcomiendo”, ni un puto “homenaje alimenticio”, “maldurmiendo” todas las noches sobre el suelo duro, “malvestido” con estos harapos, sin ver la tele, sin hablar con nadie, pasando miedo, siendo el alimento de todos los insectos del bosque… Esto no es sano. Me palpo la cara y la noto algo menos rellena y sin afeitar, suerte que no tengo demasiada barba cerrada, que si no, ahora sería como Robinson Crusoe.
¿Dónde pollas estoy?. ¿Quién me ha hecho esto?...
Los pies húmedos me bajan de mi divagar, y vuelvo a ponerme en camino, silencioso y desanimado gracias a la autonomía de mis pensamientos.
Está atardeciendo y sigo perdido, cansado y abatido. No hay rastro de la luz de anoche, ni ruidos ni su puta madre. Llevo todos estos días vagando sin saber a dónde ir. Estoy desesperado y hundido. Sin duda perdí la dirección esta mañana con la tormenta, y he vuelto a perderme… más.
Mientras cae la luz y enfrascado en mis pensamientos, no me he dado cuenta de que el terreno se ha ido haciendo menos inclinado y casi no hay árboles. ¡He salido de la espesura del bosque!. Tengo ante mi una llanura con algún que otro grupo de árboles y rocas bajas, que me permite ver que efectivamente estoy en un valle, a primera vista sin ningún pueblo, aunque con la poca luz que queda no puedo ver mucho más que las formas de las laderas que me rodean que se van oscureciendo poco a poco.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

28. El diluvio

Anoche debí haber subido bastante alto, porque ya ha amanecido y sigo descendiendo. Debo estar entrando a un valle, porque de repente, ha comenzado a hacer un calor húmedo, terrible, y unos momentos más tarde el cielo se ha oscurecido, y sin previo aviso a comenzado a caer la “de Dios”. De puta madre. Es como en los comics de humor. “Qué más puede salir mal”… Y comienza a llover. Al no tener dónde guarecerme, y carecer de ropa para el agua, me hago con una hoja grande que pliego a modo de embudo sobre la bota de agua para que se me llene, asi aprovecho... Nunca había visto caer tanta agua como ahora. A mi alrededor se van formando pequeños riachuelos que arrastran hojas y arena. En unos pocos minutos tengo la bolsa engordada y llena de agua fresca, la cierro y me intento cobijar un poco del diluvio al amparo de un árbol, pero no sirve de nada. Estoy calado hasta los huesos. Al menos voy a aprovechar para limpiarme un poco, pues debo oler a choto desde hace días…
Nunca había temido a las tormentas, pero al aire libre como me encuentro, sin protección, y con una tormenta con mayúsculas, esto es acojonante. Los rayos iluminan como flashes por entre la penumbra y las ramas de los árboles, y al momento, son seguidos por el estruendo terrible del trueno. Se nota el retumbar de la tierra con cada uno de los truenos. Terrible.
No recuerdo si era seguro estar entre árboles en una tormenta como esta, es lo que pasa por no haber leido con atención el manual de los “Jóvenes castores”. Pero lo que tengo claro es que no quiero moverme mucho. Me quedo acurrucado al lado de un troco de un árbol no demasiado alto.
Las gotas son enormes, tanto que las que consiguen traspasar la frondosidad de las ramas, y duelen.
Tengo los oidos pitando del terrible ruido de los truenos. ¿Cuándo coño acabará esta puta tormenta?.
Al menos el tiempo es agradable y no sopla viento que me enfríe, porque lo más, sería cogerme una pulmonía. De momento, no me ha caido ningún rayo encima, pero tengo muy claro que cerca, han caido varios, ya que huele a quemado.
Ahora parece que la lluvia comienza a ser menos densa. Se acaba la tormenta!.
Para qué hablaré. La lluvia se ha convertido en granizo. Granizo duro y grande. Tócate los huevos!. Duele de cojones. Como los tiros de cerca en el Paint-ball, pero de arriba abajo. Para protegerme el melón, me pongo la bolsa de agua encima.
Después de lo que me parece una eternidad, por fin termina el granizo y la lluvia, y vuelven a filtrarse por entre las ramas los cálidos rayos del Sol. El calor comienza a humedecer el ambiente.
Tras estrujar la ropa y las “sandalias”, las tiendo como puedo para que se sequen un poco.
Espero que esta parada obligada, no me haga perder el rumbo…

27. Resplandor

Frenéticamente, empiezo a forzarme a ver algo, pero no consigo ver más que un tenue resplandor en la oscuridad. Debe ser originado por algún pequeño pueblo. Un pueblo!. Civilización!. Pero es noche casi cerrada, y no creo que ponerme a bajar en dirección a la luz sea buena idea, "ve hacia la luz Caroline". Hago una flecha apuntando al respalandor, para ponerme en camino con las primeras luces. Intento escuchar algo, pero no hay ningún viento que me traiga los sonidos, y los árboles se encargan de amortiguar lo poco que pudiera escuchar. Además, si es el mismo pueblo de las fiestas, igual ahora se encuentra de resaca post-fiesta. Estoy deseando que amanezca. Tengo que dormirme para que la espera termine cuanto antes. Con mi habilidad, concilio el sueño sin problemas.
Cuando me despierto, agitado, todavía es de noche. Me ha pasado como cuando tenía exámenes, o antes de salir de viaje, que dormía inquieto por miedo a quedarme dormido. El caso es que ya no me voy a dormir. El resplandor sigue ahí. Después de darle un trago en condiciones, y dejar casi vacía la bolsa de agua, me pongo en marcha, no puedo esperar, y confío en que en breve, comience a amanecer. Lo que no tengo demasiado claro, es que en cuanto me interne en la espesura de nuevo, sea capaz de seguir la dirección del resplandor.
Espero que mis ganas de encontrarme con gente, con civilización, no se vean transformadas en nuevos peligros, porque mi racha de mala suerte no mejora demasiado.
Comienzo a descender entre los árboles, concentrado en seguir en la dirección que debe ser la correcta, y esperando a que amanezca pronto para no acabar con un pie fracturado o torcido, o algo aún peor… Me imagino destrozado tras haberme caido por un barranco… Me da escalofríos. Por lo debo poner mucho cuidado por donde vaya.
Continúo, cuidadosamente, con mi descenso entre árboles, matojos y rocas. Cruzo los dedos por que mi sentido de la orientación me acerque lo suficiente al “pueblo” como para poder oir algo, o al menos, para poder hacerme una idea de dónde debería estar por caminos, olores, humo… lo que sea.