La vida que siempre soñé

El diario-blog de alguien que dará un giro a su vida, y que, si no le gusta ése giro, dará otro, y otro más... Cuantos sean necesarios hasta encontrar su vida ideal tantos años soñada. Segúramente se parezca demasiado a cualquiera de nosotros, pero la vida es así... http://capitansogul.blogspot.com/

miércoles, 30 de diciembre de 2009

46. Entrevista

Entro con paso decidido, o al menos eso intento aparentar. En cuanto me adapto a la penumbra de la tienda, tenuemente iluminada con faroles (de llama), me encuentro con una mesa y un pequeño hombrecillo escribiendo ¡¿Con un punzon?! Sobre lo que parece ser una tabla de madera. Si es que aún no me acostumbro. Coño, que no es un sueño Gonzalo!. Me mira, como diciendo, "Te he visto, espera", continuando con su labor. Miro alrededor, y la tienda parece ser bastante amplia, aunque para mi gusto algo recargada. Tiene Pieles por las paredes y el suelo, un par de alto jarrones, y varias alfombras tan sucias que no permiten distinguir sus dibujos (si los hay). Parece estar dividida, pues la zona en la que me encuentro debe ser una especie de recibidor. Echo un ojo a lo que está haciendo el hombrecillo, y al fijarme, veo que sobre la madera hay una fina capa de algo como sebo o cera, sobre lo que escribe, diría que con claridad, pero no entiendo "ni papa". Parece que escribe cuentas, aunque vete a saber!.
Oigo pasos amortiguados, y por detrás del hombrecillo, un soldado ancho, y con cara de mala hostia abre otra cortina invitándome a entrar. A mi espalda, la cortina de entrada está echada, y noto que los soldados que vigilaban la entrada a la tienda, vigilan ahora la salida… Será que me vuelve la paranoia… Cuando entro a la nueva sala, ésta ya parece ocupar toda la dimensión de la tienda, veo a un par de hombres sobre una mesa, mirando lo que parece ser un mapa donde priman los colores marrones. Ni me miran. Hablan entre ellos con voces graves y en un tono discreto, por lo que no entiendo nada… Como si supiera lo que hablan!... Al cabo de un buen rato, uno de ellos hace un gesto, y a mi espalda noto como me empuja hacia adelante el soldado "MalaHostia". Cuando doy un par de pasos hacia la mesa. Me sujeta del cuello… Firme, pero sin hacer daño. Me detengo.
Ambos dejan de mirar el mapa y me miran con curiosidad, tanta curiosidad como cuando en el Zoo ves a un animal raro, sólo les falta tirarme cacahuetes a ver qué hago. Después de su escrutinio, el que parece más joven se acerca un poco, pero mantiene la distancia. Por mi parte, noto el aliento del soldado a mi espalda, y lo más preocupante, una especie de vibración contenida… Da miedo tener al bicho este a la espalda. Es como tener a un Mihura, rascando el suelo, a cinco centímetros de mi espalda, con lla cuerda que lo sujeta vibrando por la tensión… Me mantengo lo más inmóvil que puedo, y pareciendo lo más inofensivo que puedo. De repente, se hacen a un lado y me muestran una cama, donde debajo de varias capas de mantas, puedo reconocer a Cuinto, mi compañero de cautiverio con una especie de tela que le cubre la parte hinchada de la cara… Pobre, está hecho polvo.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

45. Saliendo a la luz

Cuando salgo de la oscuridad, mis ojos tardan unos momentos en acostumbrarse al reluciente cielo azul. Con los ojos entrecerrados, y aún algo deslumbrado, miro a mi alrededor, y me veo rodeado por interminables hileras de tiendas de campaña, cercado por legionarios romanos que me miran con curiosidad, estáticos, formando un pasillo cerrado. Mi "guía" me mira y me invita gestualmente a que le siga. Avanzamos por el "sendero humano", que desprende efluvios desconocidos para mí, aunque otros familiarente desagradables. Siempre había visto a los romanos en películas, y libros, y mi imagen de ellos dista bastante de la que tengo delante, muy real y cruda… Puedo apreciar en algunos de los soldados "pared", vendajes oscuros en brazos piernas y en algún caso, hasta tapando alguna herida en el rostro. Pero todos, sin excepción, tienen sus cascos y las partes metálicas de sus vestimentas relucientes. Qué contraste más llamativo.
Según avanzo mirando boquiabierto a mi alrededor, me planteo si estoy viviendo un sueño, si todo lo que me ha pasado hasta ahora no será una maldita pesadilla, pero no, no puede ser… Esto ya lo he pensado en varias ocasiones. Me sigo sintiendo dolorido, y noto las costras de mis heridas tirar de mi piel, las ampollas en los pies. No puede ser un sueño. Noto la brisa, siento los olores, oigo los ruidos de las respiraciones contenidas…Tiene que ser cierto… Se me forma un nudo en el estómago… Creí que el miedo había pasado, pero sigue ahí acechándome… El miedo, las inseguridades, todo lo que he dejado atrás, es triste, muy triste.. Sólo nos damos cuenta de las cosas que queremos cuando las hemos perdido… A cada paso que doy, sin saber a dónde, mi ánimo se hunde más y más. Mi falsa positividad por seguir adelante, me imagino que fruto de la adrenalina, ya ha desaparecido, y sólo me queda desesperación, resignación…
Cabizbajo, sigo los talones de mi guía, que de repente se apartan a un lado, Miro hacia arriba, y veo la entrada a otra tienda, cerrada con lo que parece una cortina roja, y flanqueada por dos soldados con cara de pocos amigos, y sobresaliendo por ser casi de mi estatura.
Me quedo plantado delante de la entrada, entonce, una mano desliza la tela a un lado y me invita a pasar al oscuro interior.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

44. Desperezándome

Mientras estoy en la playa, tirado en la orilla, sintiendo como las suaves olas mojan y mecen mis piernas intermitentemente, oigo truenos a lo lejos. Pienso, sin alterarme, que será la típica tormenta de verano. Pero estoy tan bien aquí, que aunque me caiga el chaparrón que le cayó a Noé, no me pienso mover. Rápidamente, tengo la tormenta encima, tormenta cargada de estática que provoca muchos rayos y truenos, truenos que hacen retumbar el suelo… Truenos que aumentan su volumen y fuerza, hasta que de un simple retumbar en la arena, acaban pareciendo un terremoto. Tanta fuerza tienen que me las veo putas para mantenerme boca arriba. Será mejor que me levante y busque algún refugio ya… Cuando empiezo a moverme, me doy cuenta de que estoy bajo techo, en semi-oscuridad… Ahora recuerdo todo de nuevo. Menuda mierda, otra vez desamparado y dolorido…
La sensación de terremoto, ha venido provocada porque estoy siendo agitado por una figura, aún borrosa, a mi izquierda… Cuando poco a poco consigo adaptarme y centrar la vista en la figura, observo que quien me zarandea, es un tipo con una túnica, de cara morena (aunque en esta penumbra, no podía ser de otra manera) y curtida, ojos inteligentes y vivaces, nariz aguileña y labios finos. Me está hablando, como metiéndome prisa. Por los gestos y la actitud, me insta a levantarme. Con su ayuda, me incorporo, sintiendo aún cierto mareo, y pongo los pies en el suelo. Estoy descalzo, y tengo una túnica puesta, más suave que la otra. Ahora le veo de cuerpo entero y aprecio, no sin cierta envidia, que lleva puestas unas sandalias, muy parecidas a las que aparecían en los cómics de Asterix… Así que estoy en manos de los romanos...
Ya no tengo miedo, lo he pasado muy mal, y en nuestra naturaleza humana (la mía al menos), el instinto de supervivencia prima sobre todas las cosas, y aquí, me han vendado y tratado mis heridas. Espero que eso sea buena señal.
El tipo de la túnica me mira interrogante y señala mis vendajes. Debe estar preguntándome cómo están, o cómo me siento yo. Afirmando con la cabeza no muy convencido, creo que entiende que me siento bien, y me ayuda a ponerme de pié. Me tambaleo un poco, y los dolores de estos días me saludan: "Hola, Gonzalo. ¿Te acuerdas de que seguimos aquí?". Joder. Aguantando el tipo me estiro, abandonando la postura de abuelo jubilado. Joder!, me duele todo.
Desde mi estatura normal, veo que le saco al hombre este unos cuantos centímetros, pero él parece más fornido y compacto que yo, (lo que no es muy difícil) ya que después de todos estos días de "dieta" forzosa, estoy aún más chupado que lo habitual. Me mira con interés, como si no se esperara mi estatura. Debe estar cabreado o incómodo con la tarea de cuidarme, porque no ha sonreído ni una vez. Se acerca hacia lo que debe ser la entrada del sitio este, y abre una especie de puerta de tela, filtrándose al interior una brillante luz que me deslumbra por unos momentos.
Él se queda sujetando la puerta, como invitándome a salir.
Con cierta torpeza todavía, comienzo a andar hacia la salida…

miércoles, 23 de septiembre de 2009

43. Resacón

Me despierto con la boca seca, con una jaqueca horrible, muy mareado y dolorido en general… Nunca he sido de beber demasiado, ya que Madrid, nunca ha sido, a mi entender, un lugar seguro para poder cogerse una borrachera “del quince”. Pero ahora no estaba en Madrid… Y estoy pagando mi falta de experiencia. Me medio incorporo, y veo que estoy en una estancia oscura, levemente iluminada por lo que debe ser luz del exterior, filtrada por alguna rendija.
Ohh… Qué dolor de cabeza. Por lo menos estoy entero, y salvo por la resaca y lo que la acompaña, me encuentro físicamente bien. Tengo la pierna y los tobillos vendados, y a mi lado hay un cuenco borroso, que parece ser de barro. Lo tomo y meto el dedo dentro. Parece contener algún líquido espeso. Voy a catarlo. El primer sorbo, me trae un sabor a pan con grasa y algún tipo de cereal. Muy espeso, tanto que en ocasiones tengo que masticar. Está realmente bueno. Sabe como cuando mojas una tostada de pan en leche caliente, que deshace la mantequilla dándole un sabor especial, pero sin el sabor de la leche. Está muy bueno, pero está frío. En otra época me habría parecido una papilla asquerosa y grasienta, pero ahora que he aprendido a apreciar y valorar las pequeñas cosas, me parece un manjar de dioses. Por lo que doy cuenta de ella velozmente. Me siento capaz de incorporarme del todo. Cuando voy a hacerlo, toda la habitación se mueve a mi alrededor, y acabo con mi culo en el suelo… Mejor me quedo como estoy. Creo que sigo algo tocado por lo de… ¿Hace cuanto sucedió?... Por lo de antes, ayer?... Me quedo donde estoy, pues el costado que mi amigo risueño firmó, todavía me duele a su recuerdo… Que cabrón.
Me vuelvo a tumbar. Estoy agotado y “perjudicado”. Casi sin darme cuenta, noto como se me cierran los ojos. Creo que dormir será lo mejor.
Recuerdo cuando iba de joven a Moncloa con mis amigos, a los bajos… o aún mejor, las noches de fiesta en San Pedro del Pinatar en Murcia, en los bares de La Curva. Que buenos recuerdos. Nunca eran borracheras serias, pero eran muy divertidas… Me veo tumbado en la playa, algo perjudicado y viendo amanecer… Que paz…

42. Banquete

Oigo voces. Voces que gritan en tono alto y seguro, que gritan algo que me suena a “¿Dónde estáis señoritas?”. Joder. Estoy tan cansado que ni voy a intentar ponerme en pie. Estoy listo. Preparado para recibir mi destino sea el que sea. Le pego unos meneos a Cuinto con el pie para avisarle, pero sólo consigo agitarle y sacarle un pequeño gemido, pues no se mueve. Ya que me van a coger “acorralado” como a una rata, prefiero que me cojan bien alimentado y satisfecho. Por lo que cojo otro trozo de pan, y me lo voy comiendo acompañado del licor. Que rico está. Una vez pasas los primeros y ardientes tragos, el resto entra solo… Mmm...… Gloria divina!.
Por lo que tardan, deben estar peinando la zona meticulosamente, por mi genial, así puedo proseguir sin prisas mi banquete.
Llega un momento en el que las voces, en lugar de oírse más nítidas, se van alejando en mis oídos, y no distingo nada de lo poco que puedo escuchar. Aunque ahora que me fijo, tampoco escucho los ruidos del bosque. Me siento de repente como en una caja de estanqueidad perfecta… Y mareado.
Fijo mí vista en Cuinto, porque me cuesta fijarla, y le veo moverse, como si se fuera a caer… Ohh… Estoy muy mareado. Mejor me tumbo. Hostia… esto es mucho peor. Veo los árboles sobre mi cabeza empezar a jugar al corro de la patata… Ohh.. Mejor me incorporo… Cuinto sigue donde lo dejé… pero me cueste verle nítido. Tengo que giñar un ojo. Creo que todo esto tiene un nombre. “Pedo brutal”. Pensando en esto y en mi situación, se me alegra la tarde o el día… o qué se yo!...
De repente, mientras navego entre las olas de mi mareada percepción, oigo a lo lejos unos gritos. Intento centrar la vista, pero no lo consigo, sólo veo formas borrosas, una o varias, que se me acercan. ¡Qué felicidad!, pese a las arcadas… por fin pasa algo…
Las formas se acercan a éste… como se llamaba, al tío hecho polvo que traje hasta aquí desde… Ufff... No me acuerdo…El caso es que ya los tenemos encima… Y no me siento preocupado… Bueno, sí, estoy preocupado porque creo que se ha terminado el líquido del barril…

jueves, 17 de septiembre de 2009

41. Presentaciones

Voy hasta el árbol de mi “compañero” y le agito, se ha vuelto a dormir, o a desmayar, no sé. Abre el ojo, y parece que comprende lo que quiero hacer. Ayudado por una de las puntas de flecha consigo deshacerle las ataduras con menos esfuerzo del que me ha costado a mi.
Paso su brazo por mi hombro y despacio nos levantamos. Joder lo que pesa!… Nos ponemos en marcha, alejándonos poco a poco del camino y de los terribles ruidos de lucha que cada vez se van haciendo más débiles y menos continuos. Uno de los bandos está a punto de ganar. Intento no pensar en cómo… Ni en cómo me afectará el resultado de la contienda. Esto hace que inconscientemente, acelere el paso.
Espero que el ganador, se haya olvidado de nosotros… Porque no puedo más. Debo llevar alrededor de una hora tirando de este tío, cargado y agotado por entre los árboles, sin camino, entre piedras… Estoy echo polvo. Le apoyo contra un árbol y me siento delante de él. ¡Qué gusto!. ¡Tenía la espalda destrozada!. Me mira con cara de medio agradecimiento. Y aprovecho para volverme a presentar, porque lo primero de todo, como decían Faemino y Cansado, es la Educación. Recuerdo un Sketch: “Buenas tardes caballero, BUENAS TARDES. Porque ante todo educación”, que me hace sonreír. Me vuelvo a señalar y repito mi nombre GON-ZA-LO. Él pone cara de entender. Intenta hablar y le cambia el gesto, tiene que tener algo roto por dentro y le duele de cojones cada vez que se mueve. Me siento un poco mal por haberle traído hasta aquí a rastras y sin demasiado cuidado. Veo que intenta hablar, pero lo hace muy débilmente. Me acerco un poco para oírle, y repite apenas audible: “¿Gonzalus?”. No, le contesto con intención de corregirle, pero está muy mal como para enseñarle a pronunciar mi nombre, asi que afirmo con la cabeza. Entonces, pasa de estar contraído, con una mueca de terrible dolor, a ponerse recto y a intentar sacar pecho. ¿Pero este tío de qué va?. ¿De digno?. Entonces, con el mentón en alto dice “Cuinto”. Mi cara de extrañeza por su actitud, le obliga a repetirlo un poco más alto “Cuin-To”. Vale. Se llama Kuinto. Sonrío y pongo cara de entender. Hago el gesto instintivo de ir a darle la mano, pero lo freno, no vaya a ser que sea un gesto equivocado, y ya lo que me faltaba.
Abro el saco y cojo una hogaza de pan. Es dura y pesada. Me cuesta partir un par de buenos trozos. Uno se lo doy a Cuin-To, que lo coge con esfuerzo, pero no hace ni el amago de comer. Yo empiezo a atacar el mío, y efectivamente está duro, y bastante salado, pero tiene un sabor delicioso comparado con las mierdas insulsas que llevo días comiendo. Una vez devorado el pan, saco el barrilillo. Tiene un orificio tapado por un corcho y sellado con cera (o algo parecido). Con una de las puntas de flecha levanto el tapón, y sin pensármelo, le pego un trago. Dios!... Ufff...… ¡Es licor!.
Licor del fuerte. No me gusta, pero seguro que me viene bien. Entro en calor casi de inmediato, y siento que empiezo a sudar como un cabrón. Le ofrezco a Cuinto, pero parece que se ha vuelto a dormir… Dormir. Eso es lo que necesito. Hay que ver, con lo poco que se conforma uno cuando pasas las penurias que he pasado. Un poco de pan, descanso y licor. Ahora me parece que estoy en la gloria. Me siento pleno… Pero enseguida se enturbia mi felicidad.

40. Nos vamos

Intento moverme en la jaula, pero al estar atado de pies y manos, literalmente, no puedo hacer mucho. Se me ocurre una cosa. Con los pies en el suelo de la jaula me impulso hacia un lateral, desde ahí, me impulso al otro. La jaula se ha levantado de sus costados. Cojonudo. Lo hago a lo bestia, pese a lo que me duelen las ataduras de los pies y mi costado, y parece que funciona!. Cada vez se inclina más. Al séptimo empujón, me precipito al suelo. ¡Hostia!. No había pensado en esto.
Me preparo para recibir un batacazo de órdago. Un crujido terrible de la madera, seguido de un leñazo en mi costado dolorido, y todo se termina. Necesito tomar aire y parar unos segundos.
Estoy bocabajo. Intento moverme, y parece que la jaula se ha roto, porque a cada movimiento que hago, cruje que da gusto. Más mal que bien, consigo colocar la cabeza por encima de mi cuerpo. Uf, tenía toda la sangre en la cabeza… Lo mejor para mi dolor de cabeza. Desde mi posición, hago fuerza contra las maderas en las que estoy apoyado, y consigo que crujan hasta partirse. Doy con mis huesos en el suelo, y creo que me he clavado una astilla en el muslo… Guay. Estoy sangrando levemente, pero por lo menos estoy fuera. Torpemente, paso las muñecas atadas de atrás hacia delante. Sin demasiada habilidad, haciendo la croqueta, llego hasta la madera astillada de la jaula, y empiezo a raspar las cuerdas desesperadamente… Y parece que funciona. Al cabo de lo que me han parecido unos minutos eternos, consigo tener las muñecas liberadas. Me desato los tobillos con esfuerzo, porque quien me haya atado, lo ha hecho a conciencia, y era más fuerte que yo… Uf… Los nudos son así.
Tengo los tobillos en carne viva por donde me han atado. Estoy hecho un asco, y encima dolorido... Pero tengo que pirarme de aquí ya. Lo que pasa es que el pobre tío de al lado me da bastante pena, y pese a lo deshumanizado que estoy, mi conciencia no para de decirme que le ayude. Me cagüen todo… Me acerco al carro y le chisto, como antes, no me hace caso. Meto la mano por entre los barrotes y le agito. Me mira con el ojo sano desorbitado… Le intento explicar lo que voy a hacer. No me hago entender, así que… Me subo al carro, y desde arriba intento tirar su jaula. Al final lo consigo, pero me siento muy cansado… Espero que no sea por la herida de la pierna, que no me quiero mirar porque la sangre me da “repelús”... Con medio giro en el aire la jaula cae sobre una de sus esquinas, rompiéndose “mejor” que la mía. Penosamente, bajo del carro y me empiezo a arrancar maderos de la jaula hasta que consigo hacer un hueco lo suficientemente amplio como para sacarle a rastras. Ufff..., lo que pesa. Me cago en toda la buena voluntad del mundo y en mi conciencia. Le arrastro hasta los primeros árboles, y le dejo ahí apoyado. Tengo que pensar como salir de aquí. No se conducir un carro de bueyes, ni de ningún tipo, y además, me da que no son transportes muy rápidos, por lo que coger un carro no es ninguna opción. Voy a ver qué contienen, por si hay algo de lo que me pueda aprovechar. Joder, lo imponentes que son bueyes!. Una vez rodeado el carro veo que está casi vacío. Solo tiene un par de sacos, y un pequeño barril, pequeño, pero debe contener al menos tres litros de líquido. Subo y abro los sacos. Uno de ellos está lleno de patatas, y el otro tiene “hogazas de pan”, o eso parece. Medio vacío el saco dejando dos hogazas y metiendo dentro el barril. Joder!, lo que pesa. Bajo del carro y me voy al otro. Éste está vacío, tiene unas cuantas flechas partidas y poco más. Cojo un par de puntas de flecha con su palo incluido y al saco. Ahora a salir pitando de aquí.

39. Vuelta a la realidad

Todo está a oscuras. Me duele la cabeza muchísimo. Me palpo los bolsillos… pero… ¡No puedo!. Me noto casi desvestido… como si llevara puesta una camiseta larga… Otra vez ¡Nooo!. Todo es verdad. Creí que había vuelto a mi vida… pero no, sigo donde estaba…Y, ¿Dónde estoy ahora?... ¿Qué ha pasado?. Voy abriendo los ojos lentamente. Hay mucha claridad que me deslumbra, hasta que mi vista se adapta a la luz. Lo que veo, me deja aún más contento por la parte de atrás. No puedo mover las manos. Las tengo atadas a mi espalda. Igual me pasa con los pies, atados a la altura de los tobillos. A esto hay que añadirle un dolor horrible en el costado derecho, y que me encuentro dentro de una jaula de madera… Cojonudo. El dolor en mi costado me imagino que es un regalo de aquel tipo risueño y barbudo al que pillé por sorpresa… Jódete por cabrón. Me río. Y al reírme, me duele el costado… cabrón vengativo!.
Veo un par de carretas con bueyes por detrás de mi jaula, y por delante, otra jaula, ambas jaulas están sobre otro carro. La otra jaula parece contener un buen montón cuantos trapos y barro. ¡No!. Espera. Es una persona, pero hecha un guiñapo, la he oído quejarse levemente. Está hacha un ovillo entre túnicas y barro. El barro que tiene a su alrededor, tiene un color rojizo. Observo que respira con dificultad y cada respiración provoca un leve quejido. Le chisto no demasiado alto, pero no me escucha. Al final tengo que chistar fuerte para que me oiga. Gira su cara hacia mí, y me quedo sorprendido. La tiene desfigurada además de por el barro seco y rojo, por una gran inflamación de todo el lateral derecho de su cara. Me imagino que debió resistirse a la captura más que yo, y ésta ha sido su recompensa. Pobre hombre. Estamos en un camino rodeado por árboles dispersos. Me imagino que éste es uno de los caminos que quería encontrar… Lo que pasa que no lo quería ver desde mi posición actual.. Lo que me parece curioso es no ver a nadie, y sobre todo, estar parados.
¿Qué pinto yo, un informático, atado y enjaulado encima de un carro tirado por un buey, en vete a saber dónde y cuándo?… Me arrepiento de no haberme tomado más en serio las clases de historia clásica, pues así al menos, podría hacerme una idea más específica de en qué tiempo me encuentro. Mientras pienso en esto, me doy cuenta de que hay demasiado silencio. Un silencio que vibra de tensión. El bosque no suena como debería. Me da muy mala espina.
De repente, como animado por mis pensamientos, oigo a la izquierda del camino un grito salvaje, al que se unen inmediatamente después unos cuantos más. Vuelven a sonar unos gritos secos y rotundos, y comienza el chocar de metales. Pensar en lo que está pasando me da escalofríos. Tengo que escapar de esta jaula. No me quiero quedar a ver quien es el bando ganador.
Llamo a mi vecino de jaula, pero le tengo que insistir con un tono elevado para que me mire. Me señalo y le digo que me llamo Gonzalo. Con gestos, le intento explicar que me voy de aquí. Pero nada. Es demasiada información para el pobre tipo. Me señalo otra vez y digo lentamente “GON-ZA-LO”. Me mira, y parece que asiente. Ahora señalo hacia el bosque, al lado opuesto del origen de los gritos. Asiente, pero creo que poco convencido. Mira, no puedo perder más tiempo con este tío.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

38. De vuelta

Oigo mi despertador, sonando machaconamente. ¡Que sí!, que ya me levanto. Que puta mierda. Otra vez a currar. He tenido un sueño curioso, pero no lo recuerdo muy bien… Miro el reloj, y ¡Mierda puta!, ¡Me he quedado sopa!. Hace media hora que debía estar en el trabajo. Joder!. Me ducho de prisa y me visto a todo correr, lo de afeitarse habrá que dejarlo para mañana. Me miro en el espejo, y me veo horrible, pero bueno, no hay tiempo para mejorar lo que veo. Cojo el móvil, la cartera, las llaves, y salgo a todo correr. Busco un taxi libre por la calle, pero a las ocho y media, todos está ocupados. No hay ni uno libre. ¡Me cago en todos sus muertos!. Tengo que coger el metro, y asumir que llegaré bien tarde. Otra vez la misma mierda de siempre. El puto Metro de Madrid, aún peor a estas horas si es posible… Está petado de gente. Gente que como yo no han tenido mucho tiempo, pero que han preferido salir de sus casas con hedor a pocilga. Que asco me dan. Y encima se me arriman por la falta de espacio. Joder, a ver si llego ya. A empujones nada educados salgo como puedo del vagón y consigo llegar al trabajo. Al final sólo una hora tarde… Ya verás la cara que me pone el subnormal de mi jefe… Efectivamente. Tras soportar sus miradas de perdonavidas, me pongo a currar, delante del ordenador, con el teléfono. Mis compañeros me lanzan alguna que otra broma, que no sigo porque no estoy de humor. Sólo tengo una rabia y frustración contenidas que espero no estallen.
Llevo una hora currando y me duele la vista y la cabeza. Puta mierda de aplicación de Gestión. Con esas mini-letras casi completamente ilegibles, pero que no puedes aumentar ni reducir la resolución para hacerlas mayores, pues se descoloca la puta aplicación… Voy a desconectar viendo algún video de ésos que mandan por correo, y alguno que otro de humor de Internet… Nada, ni así, se me va el dolor. Me voy al baño donde me lavo la cara y me mojo la nuca. Nada. Sigo igual. Pido a un compañero un ibuprofeno, o algo así. Me lo tomo a ver que tal. Nada, me tendría que haber hecho efecto ya, y sigo tan jodido como antes. Seguro que tengo la Gripe A… Me tengo que ir a casa, no puedo más.
Se lo digo al soplapollas, y con una mano me “autoriza” con cierto desprecio a que me vaya. Que asco de tío. ¡Menudos modales gasta!. Si no fuera porque necesito el dinero… Le partía la cara con gusto para que cuando se mirara al espejo recordara que se debe ser algo más humilde en esta vida.
Pero claro, la sociedad no vería bien este tipo de correctivos… La sociedad me ha convertido en un macarra frustrado. Suerte para él.
Vuelvo rumiando mi mala sangre al Metro, por suerte menos apestoso y atestado de gente que esta mañana. Puedo incluso apoyarme en una esquina y descansar. El traqueteo del Metro, siempre tiene un efecto de somnolencia en la gente, del que yo me sentía inmune, pero que hoy, imagino que por mi mal, me está haciendo cerrar los ojos. ¡Mierda!. Casi me caigo. Estoy mareado, y en el metro no consigo agarrarme bien a nada, es como si estuviera borracho…Mierda, una cuerva, y no consigo agarrarme a nada. Me piño… Mientras veo la inevitable hostia, e incapaz de hacer nada por evitarla, me agarro la cartera donde llevo el dinero el móvil y las llaves de casa…

martes, 15 de septiembre de 2009

37. Huye!

Valiente Cabrón. Como para no sonreír. Ves a un tío vestido con harapos, con cara de desnutrido y asustado, sin armas, huyendo y mirando nerviosamente hacia atrás, viniendo hacia ti… Además, seguramente estés sano, seas conocedor de la zona, salvaje y acostumbrado a pedir cervezas a puñetazos… como para no sonreír. Lo que no sabes es la mala sangre que soy capaz de generar.
Y las ganas que tengo de borrarte esa sonrisa prepotente de tu puta cara. Aunque sea lo último que haga.
Cuando estoy casi al alcance de su velludos brazos de orangután, saco la pierna derecha a paseo, sale casi instintivamente, pero no para conseguir dos puntos en un campeonato por dar una patada en la cabeza, ni para hacer ninguna floritura, no, sale con la misión de subirle las pelotas de una manera tan brutal que tenga que cerrar la boca para que no se le escapen. Lo veo todo a cámara lenta, mi pierna impacta de abajo arriba justo en su entrepierna, oigo el impacto de mi empeine endurecido, me duele pensarlo, veo como abre los ojos con expresión de incredulidad primero y de terrible dolor después, lo que le hacer retorcer sus facciones y el cuerpo inmediatamente después, cayendo al suelo.
Después de la patada, casi me lo llevo por delante y a punto estoy de caer, pero con cara de satisfacción consigo mantenerme en pie, para continuar con mi huída. Cuando dedico una mirada triunfal al cabrón, me doy cuenta de donde estoy. Las pequeñas satisfacciones en seguida hacen olvidar todo lo demás. Y ese “todolodemás”, se convierte en un grito brutal delante de mí, seguido de un sonido entre metálico y de madera. Seguido a su vez de… la nada. No siento dolor no cansancio, no veo nada, todo está en blanco, estoy taaaan relajado…

36. Salvar el culo

Mierda, mierda, MIERDA!. Echo a correr ladera arriba sin dudarlo. Esos gritos me producen escalofríos. Espero que no me haya visto nadie de ninguno de los dos bandos.
Corro como un loco, durante un buen rato, hasta que agotado y sin resuello, tengo que parar. Todo mi agotamiento y mis sudores, no han servido para alejarme todo lo que esperaba, pues desde aquí todavía se oyen los gritos y el resonar de las trompetas en el campamento. Me imagino que estarán preparándose para el asalto, unos para recibirlo y otros para hacerlo. Que horror!. Si me pareció desagradable el hombre decapitado, no quiero ni imaginar lo que puede ser aquello.
No puedo ir a buscar el camino, pues me da que en plena refriega, estará muy transitado. Haga lo que haga, debo alejarme de estos dos bandos de locos. Debo seguir alejándome.
Pese a mi cansancio, vuelvo a comenzar el ascenso, esta vez mucho más lento. Mis piernas y mis pulmones se me quejan, quieren descanso.
De repente, me quedo helado. He oído un ruido a mi espalda, y no sonaba precisamente a viento. Me paro y busco donde esconderme. Tengo una roca al lado. Me acurruco detrás de ella, soy una piedra. Mierda, sabía yo… No he puesto ningún cuidado en mi huida, y ahora mira. El tiempo pasa como a cámara lenta. Sigo oyendo los ruidos, crujidos de ramas, hojas, con el sonido de fondo de lo que sea que esté pasando más abajo. Estoy de espaldas a los sonidos que se acercan. Me asomo rápidamente, y no puedo apreciar nada. Pero los sonidos han cesado. Se han parado. Noo!, saben donde estoy, me han localizado seguro, pues oigo unos susurros, y los sonidos ahora vienen de dos lados. Joder!. Me están rodeando ¿Qué hago?. No puedo quedarme quieto.
Un grito a mis espaldas ensordecedor y demasiado cercano, me saca de improviso de dudas, y con energías sacadas del miedo salgo de mi escondite a todo correr, huyendo del origen del ruido. Al levantarme, puedo, fugazmente, percibir la forma difuminada de mi perseguidor. Un tío ancho con barbas y torso desnudo, que se abalanza sobre mí. Al volver a mirar de frente, creo ver a otro tío acercarse por mi flanco derecho. Esto es la carrera del pollo. Cuando estoy huyendo, saltando setos, arbustos, piedras y esquivando árboles, veo a pocos metros, delante de mí, a otro tipo de éstos. Está con el torso desnudo, tatuado, con barbas y pelo largo y con una sonrisa terriblemente amenazadora. Tiene los brazos abiertos, dispuesto a cogerme cuando esté a su alcance. Parece como si fuera un granjero que estuviera a punto de coger un ganso para la cena, pues parece que mi presencia no le intimida lo más mínimo. De puta madre!. Se mueve en mi dirección para cortarme el paso. ¡Qué hijodeputa!, y sigue sonriendo.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

35. Jinetes en formación

Llevo un buen rato apoyado detrás una piedra, mirando la moneda, oculto del campamento. El Sol está en lo alto del cielo, por lo que debe ser mediodía. He estado pensando en todo esto. Y no llego a entenderlo. He recordado muchas películas y series, que no volveré a ver, en las que sucedía algo parecido a esto, pero son ficción. No me entra en la cabeza. Y tratar de darle una explicación lógica, también es imposible. Si muero, ¿Me despertaré en mi casa?. No me apetece comprobarlo, la verdad, y esto no es un sueño; el picor de las piernas se encarga de recordármelo.
¿Qué hago?. Casi no tengo comida y me queda poco agua. Si esto es un campamento romano, me imagino que no estoy en Italia. He visto muchas películas para saber que no sería buena idea acercarme al campamento a mendigar. Lo mejor que puedo hacer es alejarme. Los legionarios son, al fin y al cabo, soldados, por lo que recuerdo muy disciplinados, pero soldados al fin y al cabo.
Me sacan de mis pensamientos sonidos de revuelo, y gritos secos, me imagino que órdenes, y sonidos de trompeta. Secos, de diferente intensidad y duración. No son música precisamente.
Con cuidado me asomo, y veo que han cerrado las puertas. Los dos soldados que hacían guardia, no se ven, espera!, si les veo, están en las torres de la puerta y uno de ellos señala al frente. Instintivamente me vuelvo a agachar como un idiota, pero no señala en mi dirección, por lo que vuelvo a mirar. Señala algún punto frente a la puerta, que desde mi posición, no alcanzo a ver. Los ruidos dentro del campamento han decrecido, y sólo se oyen los gritos secos. De repente, a la voz de un grito, se abren las puertas. Aparecen ante mi vista jinetes, jinetes romanos. Un grupo de unos diez jinetes. A todos les brillan los cascos, y las partes metálicas de la armadura. En el centro de la formación, uno de los soldados lleva una capa y un penacho rojo oscuro, justo detrás destaca otro por su tamaño que porta un estandarte con adornos de metal, tan brillantes como el resto de metales. Todos parecen llevar espada, y en la mano lanzas. Avanzan sin prisa, con cierta parsimonia.
Les sigo con la vista hasta que desaparecen. Las puertas del campamento continúan abiertas.
Podría entrar si me acerco por un lateral, ahora que todos miran hacia delante, pero seguro que es muy peligroso. Y ahí dentro, ¿Qué me encontraré?, cientos, miles de soldados… No. Mejor espero a que los jinetes vuelvan o a que cierren las puertas. Entonces sí, podré volverme a poner en marcha tratando de seguir el camino.
De repente, de la dirección por la que se han ido los jinetes, oigo voces, como discutiendo, instantes después sonidos metálicos, seguidos del retumbar que ya conozco de los cascos de caballo. En la muralla, también veo como aparecen muchísimas formas, muchas con cascos brillantes con arcos y flechas, y otros de casco menos brillante con hondas!. Empiezo a oír los cascos muy cerca, y veo en las puertas a varios soldados haciendo gestos impacientes invitándoles a entrar. Como balas, entran varios jinetes, primero el de la capa, el resto detrás. Cuento dos caballos que regresan solos. Rápidamente cierran las puertas.
Oigo más cascos, y de repente dejo de oirlos. Se han parado en el límite de mi visión. Los arqueros y honderos están preparados. Se oyen más gritos en el campamento, y desde el campo, frente a la puerta, el rugido de cientos de voces, inhumanas y salvajes, acompañadas de ruidos metálicos.
¡Estoy en medio de una puta guerra!.

34. ¿Quienes sois?

Tengo que bajar y verlo más de cerca. Estoy muy lejos y me cuesta mucho distinguir claramente todo lo que estoy viendo, por la distancia y porque el viento mece suavemente las copas de los árboles, interfiriendo en mi visión.
Bajo la roca con rapidez, me engancho la bolsa de agua y comienzo a descender para llegar al límite de los árboles. Una vez llegue allí, teniendo el campamento a la viste me moveré por entre los árboles en dirección a la parte frontal del mismo. A ver si, desde allí, consigo ver mejor.
Llego al límite del bosque sin demasiadas complicaciones pese a mis prisas. Tengo el campamento a unos 600 metros o algo más, e imagino que la distancia será la misma por todo su perímetro, aún así confío en poder ver lo que quiero.
Me lleva bastante tiempo rodear el campamento desde mi posición hasta tener la puerta principal a la vista. Es enorme. Me acerco un poco, con mucho cuidado, porque pese a que en este lado la distancia desde la empalizada a los árboles es mayor, sigo temiendo por mi vida.
Una vez acoplado y agazapado veo que, como sospechaba, la puerta está custodiada por dos personas. Y sé con claridad quienes son los propietarios de este campamento. Y aunque parece increíble, tengo que asumirlo. Aunque no tiene lógica ninguna, la explicación la tengo delante de mí, y no da mucha opción a equivocarse. Poco a poco, mientras subconscientemente me hago a la idea, me doy cuenta de que todo cobra sentido, la moneda, las manchas oscuras en la arena, los jinetes, mis ropas, la bolsa de agua, las “farolas” del campamento… Mi vida anterior, mis esperanzas de volver, se han esfumado. No puede ser real. Un relámpago de esperanza muere nada más aparecer, pues esto no es una película, los uniformes son reales, no se cómo, pero lo sé, no veo coches de producción, ni cámaras ni roulottes de actores, ni postes de la luz… Nada… Estoy desolado.
¿Cómo he llegado aquí?. ¿Qué coño pinto yo, aquí, escondido delante de un campamento romano?.

martes, 8 de septiembre de 2009

33. Campamento

Las primeras luces del día y unos picores terribles en las piernas me despiertan. Me miro, y veo que tengo las piernas sobre algún tipo de planta urticante. ¡Me cagüen su puta madre!. Me levanto, y como si sirviera de algo me mojo las piernas y froto tierra sobre ellas. Sigue picando endemoniadamente, y encima he desperdiciado agua. ¿Por qué haré estas cosas?. Tengo que concentrarme en algo que no sea el picor de piernas. La roca, debo subir a la roca.
Miro a mi alrededor, y a unos pocos metros veo la roca de anoche. La tenía casi al lado. Lo que hace el agotamiento, y la falta de orientación. Le hinco el diente a la suela de zapato y me queda justo para otro bocado serio, como el que le he dado ahora. Mientras bebo para ablandarlo un poco, pienso en qué haré cuando acabe con lo que me queda de suela… Ya estoy en la roca. Dejando la bolsa de agua, subo por ella, y miro el cielo, precioso azul oscuro todavía y aclarándose. Sería un bonito sitio desde el que ver amanecer, pero ahora tengo otras cosas que hacer. Miro en la dirección en la que se veían las murallas, y unos pequeños hilos de humo me indican dónde se encuentra. Puedo ver que las murallas no son murallas como yo creía, son empalizadas de madera, hechas con troncos rectos… Ahora entiendo lo de la tierra revuelta… Además de la enorme muralla rectangular, hay un foso que la rodea. También, puedo apreciar unas construcciones al lado de las murallas que deben ser puestos de vigilancia de las puertas, con unas pasarelas sobre el foso (al menos las dos que tengo al alcance de la vista). Cuento cuatro en total, enfrentadas dos a dos. Una de ellas, la más lejana a mi ubicación, parece ser la principal, pues tiene un camino que llega hasta ella. Desde esta distancia, apenas se ven las estacas. Al centrar la vista sobre lo que genera el humo, puedo distinguir pequeñísimas figuras y… No. No puede ser!
Tengo que estar sufriendo algún tipo de alucinación porque no es posible. Estos días de mala alimentación, las bayas, el agua de mala calidad… han acabado pasando factura. No. Es imposible. Me bajo del peñasco, y bebo abundante agua. Me mojo la cabeza, pese a que no pueda ser una insolación. Me siento. Vale. Ya estoy más fresco. Agito la cabeza a los lados para despejarme, y listo. Estoy preparado para subir de nuevo, y ver la realidad. Mientras comienzo de nuevo el ascenso, mi cabeza empieza a buscar explicaciones a lo que he visto, yendo siempre de manera independiente. Le pongo freno hasta que realmente vea lo que hay tras esa empalizada. Porque lo que he creído ver, no es posible, es todavía más extraño que lo del jefe narcotraficante.
Cuando estoy arriba, antes de fijarme en el campamento, me acomodo y respiro lentamente mientras miro al cielo hasta que las pequeñas columnas de humo vuelven a llamar mi atención.
Tengo que procesar lo que vea de manera individual. Para darle una explicación plausible.
Dentro de la empalizada rectangular, aprecio una pasarela para hacer la ronda por los muros, como había esperado. En la parte más alejada, veo una especie de tienda de campaña muy grande de color marrón claro, que tiene justo al lado, un rebaño enorme de… Parecen caballos. Caballos de todos los colores. Si, seguro que son caballos, estarán en un recinto vallado. Esta tienda y los caballos ocupan un amplio espacio del rectángulo. Mientras mi vista recorre el campamento dejando atrás los caballos, veo un montón de ordenadas hileras de tiendas de campaña, del mismo color que la de los caballos, pero más pequeñas. Se ven muchísimas. Al lado de cada tienda hay algo que no consigo ver bien. Parece una especie de base con forma indeterminada y rojizo del que sale algo hacia arriba, como farolas portátiles. Las filas de tiendas se extienden iguales por toda la extensión del campamento, excepto en la parte del centro, donde se cruzaban dos calles más anchas, donde puedo apreciar un grupo de tiendas algo mayores, con un espacio vacío bastante grande, comparado con las tiendas. Hasta aquí todo tendría cierta lógica. Un campamento de rebeldes, insurgentes o mercenarios. Pero la pierde en el siguiente punto, que por más que parpadeo, sigue manteniéndose igual… las personas congregadas alrededor del humo.

32. Hiperventilado

Comienzo a subir en la dirección que creo es la de la roca, pero estoy mareado y veo borroso… Mi respiración comienza a acelerarse más. Creo que esto es lo que llaman en las películas “hiperventilarse”, y lo solucionan respirando en una bolsa. Yo no puedo parar. Me caigo de rodillas, y no me llega aire a los pulmones pese a estar respirando como un desquiciado. El verme como centro de un punto de mira verde, me ha dejado muy nervioso, he imaginado mi muerte muy cercana. Tanta televisión y películas, en este caso, no me han venido bien. Por mi mente no dejan de aparecer imágenes de los distintos tipos de muertes que sufría… Acabo tumbando casi sin oxígeno y trato de alejar esos pensamientos de mi mente. Unos minutos más tarde, estoy respirando normal, y completamente agotado. Me incorporo y me echo un poco de agua por el cuello y la cara. Bebo. Ahora estoy mucho mejor. Me concentro en subir, pues tengo que encontrar un sitio entre los árboles donde descansar, porque llevo demasiadas emociones y agotamiento encima.
Creo que este ascenso es una apuesta arriesgada, pues me salió bien cuando lo encontré, hace ya una eternidad, y no creo que se repita una segunda vez. Aún así continúo subiendo.
Agotado de subir, desisto. Me acomodo en un árbol que tiene hierbas a su alrededor, y me preparo para dormir, aunque en mi estado de nervios no sé si podré.
Esta tiene que ser la última vez que deje volar tanto mi imaginación, porque mira a lo que me ha llevado.

viernes, 4 de septiembre de 2009

31. La muralla

Cuando me dispongo a ir hacia la construcción, me fijo que a lo largo de la ladera hay unas formas que destacan en la negrura. Son como palos inclinados hacia delante. Me da mala espina.
¿Qué coño es esto?. Dejo la bolsa de agua en el límite del bosque, y me acerco con cuidado a uno de los palos. Mide alrededor de un metro y medio y tiene pinta de estar afilado a mano, y colocado a mala leche. Como éste, destacan bastantes, por lo menos hasta donde alcanza mi vista.
De repente, el sonido seco de una trompeta o un instrumento parecido, da unos toques cortos, e inmediatamente se deja de oír el ruido de dentro del campamento. Me han descubierto!. Me agazapo al lado de la estaca, y espero inmóvil algún tipo de sonido, movimiento o algo, pero no pasa nada. De hecho, ahora hay menos ruido. Se han dejado de oír los murmullos humanos y apenas se escucha algún otro ruido… Me quedo inmóvil mirando la muralla o lo que sea que es la construcción. Tiene luz, pues se ve como el destello se mueve. Y no es luz eléctrica son hogueras, eso o están todo el tiempo moviéndose las bombillas...
Esto tiene pinta de ser una fortaleza. La suerte de culo, como siempre. Es como en las películas de narcotraficantes de Colombia donde los jefes narcos tienen un pueblo fortificado, en el cual viven todas sus familias y que es el centro de sus operaciones. Ya no me parece tan buena idea acercarme a pedir ayuda, por que si son narcos, o gente con poco apego por la vida de otros (suponiendo que sean los que decapitaron al pobre hombre), no creo que estén muy receptivos hacia mí. Y lo que es peor aún, puede que sean quienes me han secuestrado o quienes, tan amablemente me han provisto de agua. Menudo movidón.
Mejor que acercarme vuelvo sobre mis pasos para buscar alguna zona por encima de los muros para ver que tienen ahí dentro. Cojo la bolsa de agua, y vuelvo a internarme en el bosque. Aquí, y ya de noche, ni se me ve ni se me oye. Esta frase no sé porqué me resulta familiar, será de alguna peli.
Comienzo a ascender con cuidado, pues no veo demasiado con la tenue iluminación de la luna entre los árboles y porque no quiero hacer ruido. Al cabo de llevar un buen rato ascendiendo entre árboles por una pendiente suave, encuentro una roca que sobresale por entre los árboles más altos, al rodearla, veo que es fácilmente escalable, pues tiene muchas irregularidades a moso de escalones. Una vez arriba, centro la vista en el destello del campamento, pero sigue habiendo bastantes obstáculos en mi línea de visión, aún así me doy cuenta de lo relativas que son las distancias de noche, pues el campamento está a tomar por culo. Lo único que puedo apreciar es que la construcción que destaca es realmente una muralla, dentro no puedo distinguir más que unos pequeños fuegos, cuento cuatro o cinco, y sólo me sirven para delimitar la extensión de la muralla; rectangular, y desde aquí bastante grande. Tengo que acercarme, aunque todos los poros de mi piel me dicen que no es buena idea, tengo que llegar a la muralla y escuchar al menos en qué idioma hablan para ubicarme… Necesito algo o me voy a volver loco.
Inicio de nuevo el descenso, con cierta precipitación que me hace caer en un par de ocasiones, sin repercusiones físicas, ni de orgullo, pues no hay nadie mirando (espero) y en unos cuantos minutos he vuelto a llegar a la parte donde termina la protección de los árboles.
Pego un trago al agua, para darme ánimo, y agazapado comienzo a avanzar hacia el leve resplandor de la muralla. En seguida llego a las primeras estacas, y continúo mi ascenso lentamente y con todos los sentidos puestos en no hacer ruido y en descubrir cualquier indicio de que me han descubierto.
Voy muy lento, y parece que nunca logre acercarme a la muralla. Acabo de dejar atrás la última hilera de estacas, y creo que la distancia que queda, la voy a hacer corriendo. Avanzo un poco siempre mirando a la muralla, y preparándome para correr, cuando de repente, pierdo el suelo bajo mi pié izquierdo. ¡Hostia!, casi me caigo, por suerte, me he tirado hacia el lado opuesto, y he caído hacia la derecha, sobre el suelo. ¿Qué cojones es esto ahora?.
Palpo el suelo donde se me ha hundido el pie, y veo que es el inicio de un agujero tapado por una red de ramas con tierra por encima. De noche apenas se distingue. Abro un poco más la cubierta de arena para ver si es una entrada secreta o algo así, pero no veo nada. Solo negrura, y un mal rollo que recorre mi cuerpo. Recuerdo las trampas del Tomb Raider, donde unas preciosas y afiladas estacas tapizaban los suelos del final de los fosos… Quita, quita, deja de pensar cosas raras. Tengo que fijarme más ahora y seguir andando lentamente. Lo que me faltaba es caer en una trampa… con la que está cayendo… (no puedo dejar de pensar tonterías para frivolizar. Estoy acojonado)…
Parado al lado del falso suelo, pienso sobre mi situación, bastante negra, por cierto. Estoy en medio de un claro tratando de acercarme a la fortaleza de un tío tan paranoico como para montar todo esto, que seguro tendrá vigilancia, cámaras infrarrojas, un pequeño ejército mercenario… armas con visores nocturnos… ¡Dios!. Estoy en medio del campo, siendo un blanco perfecto pese al amparo de la noche. Aún más agachado de lo que avanzaba, vuelvo sobre mis pasos, casi reptando, con la piel erizada esperando escuchar la trompeta de nuevo, o alguna otra señal de alarma, o peor… Disparos.
Me está llevando una eternidad volver a la seguridad de los árboles. Eso de que el miedo da alas, es mentira ( ¿O era sólo el Red Bull?), veo la seguridad de los árboles lejana y no consigo acercarme. Tengo el estómago revuelto, si tuviera comida habría vomitado, por eso sólo tengo arcadas… pero no puedo pararme. Se me ha hecho eterno llegar hasta la bolsa de agua y la protección de los árboles. Al levantarme para calmarme tras un árbol compruebo porqué he tardado tantísimo en llegar. Del puro miedo, he ido agachándome tanto que al final he acabado reptando, y ahora tengo las rodillas y los codos raspados. Cojonudo, cobarde y masoca. Tengo que subir hasta la roca, alejarme de este “claro” y descansar. Mi corazón va a cien por hora porque estoy aterido por el miedo.

30. La ladera

Aún continúo estando en terreno elevado. Me da miedo salir a la llanura pese a que cada vez hay menos claridad, por ser un blanco perfecto. Prefiero la seguridad relativa que me dan los árboles, y la falta de luz. Voy a prepararme para pasar la noche cerca de la llanura, pero al amparo de los árboles, así que decido comenzar mi recolección de hierba que hará las veces de colchón. Antes siquiera de volver a internarme en el bosque a arrancar hierbas, me parece oír ruidos. Pero ruidos como gritos o voces secas. Escucho con atención para ver de dónde provienen las voces. Parece que vienen de algún punto alejado de la ladera que tengo a mi derecha, pero no logro ver nada.
Tengo que ir hacia allí, aunque se haga de noche. El terreno aquí es más agradecido que dentro del bosque, por lo que no me importa ir casi a oscuras o de noche. Lo que voy a intentar es no atravesar por en medio de la llanura, como estoy paranoico… Prefiero ir cerca de los árboles, en el límite, pero cerca de la relativa protección y seguridad que me dan… Son como un efecto placebo que me tranquiliza. Según voy acercándome, los ruidos se oyen algo más altos, pero sin nitidez alguna. Lo que si escucho son diferentes voces, y ruidos de civilización. Estoy nervioso y excitado. Por fin encuentro ayuda!. Sigo avanzando en dirección al ruido, y de repente cesa. Me doy cuenta de que lo he escuchado porque venía transportado por una brisa que bajaba de la ladera, pero que ahora no sopla. Parado y esforzándome, consigo escuchar los ruidos mucho mas atenuados. Tengo que seguir adelante. Me veo obligado a ascender por la ladera que creo originaria del ruido, y me veo de nuevo rodeado por los árboles. Me paro con regularidad para orientarme por el ruido, y cuando ya no queda casi nada de luz diurna, solo un cielo azul marino, veo que se terminan los árboles, casi bruscamente, lo noto gracias a que piso una tierra lista para ser cultivada ya que está como removida, levantada. Levanto la vista hacia la zona sin árboles, pues está en un terreno que se eleva, y puedo ver recortada, la silueta de una especie de muro. Si!. Toma!, Toma!. Lo he conseguido. He llegado a una construcción humana. Es ése el origen de los ruidos, por lo que hay gente dentro. Dios!, Qué emoción!.

jueves, 3 de septiembre de 2009

29. El valle

Una vez “seco” mi atuendo, me visto, me anudo las sandalias y estoy listo para continuar mi camino. En seguida tengo los pies otra vez mojados. El material de mis sandalias, no recordaba que no es aislante. Bueno, pongo rumbo a mi destino cuesta abajo. Esta vez es bastante incómodo, porque la bolsa llena de agua es muy incómoda de transportar pese a tener un asa, porque en bandolera se me clava la cuerda, y en brazos es tan difícil de llevar por entre los árboles como difícil es levantar a un gato del suelo. Obviamente, está pensada para transportarse sobre un animal.
Muerdo un trozo de “suela” de carne, porque el estómago va a despertar a todos los animales que hayan podido dormirse después de la tormenta.
Llevo bastante rato descendiendo, y me paro a descansar. Puta bolsa de agua. Le pego un trago con odio, intentando vaciarla, pero apenas baja su peso. Bueno, seguro que me vendrá bien llevarla tan llena. Si continúo bajando y estoy en un valle, seguro que encuentro un río que me lleve en alguna dirección. Mientras descanso, pienso sobre el hecho de que hace unos días, casi una semana pues echando cuentas creo que llevo seis días perdido, estaba la mayor parte del tiempo sentado delante de un ordenador, llevando una vida relajada, rota por las visitas al gimnasio a pegar patadas, y alguna que otra eventual escapadita en bici. Y ahora, no paro de andar, “malcomiendo”, ni un puto “homenaje alimenticio”, “maldurmiendo” todas las noches sobre el suelo duro, “malvestido” con estos harapos, sin ver la tele, sin hablar con nadie, pasando miedo, siendo el alimento de todos los insectos del bosque… Esto no es sano. Me palpo la cara y la noto algo menos rellena y sin afeitar, suerte que no tengo demasiada barba cerrada, que si no, ahora sería como Robinson Crusoe.
¿Dónde pollas estoy?. ¿Quién me ha hecho esto?...
Los pies húmedos me bajan de mi divagar, y vuelvo a ponerme en camino, silencioso y desanimado gracias a la autonomía de mis pensamientos.
Está atardeciendo y sigo perdido, cansado y abatido. No hay rastro de la luz de anoche, ni ruidos ni su puta madre. Llevo todos estos días vagando sin saber a dónde ir. Estoy desesperado y hundido. Sin duda perdí la dirección esta mañana con la tormenta, y he vuelto a perderme… más.
Mientras cae la luz y enfrascado en mis pensamientos, no me he dado cuenta de que el terreno se ha ido haciendo menos inclinado y casi no hay árboles. ¡He salido de la espesura del bosque!. Tengo ante mi una llanura con algún que otro grupo de árboles y rocas bajas, que me permite ver que efectivamente estoy en un valle, a primera vista sin ningún pueblo, aunque con la poca luz que queda no puedo ver mucho más que las formas de las laderas que me rodean que se van oscureciendo poco a poco.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

28. El diluvio

Anoche debí haber subido bastante alto, porque ya ha amanecido y sigo descendiendo. Debo estar entrando a un valle, porque de repente, ha comenzado a hacer un calor húmedo, terrible, y unos momentos más tarde el cielo se ha oscurecido, y sin previo aviso a comenzado a caer la “de Dios”. De puta madre. Es como en los comics de humor. “Qué más puede salir mal”… Y comienza a llover. Al no tener dónde guarecerme, y carecer de ropa para el agua, me hago con una hoja grande que pliego a modo de embudo sobre la bota de agua para que se me llene, asi aprovecho... Nunca había visto caer tanta agua como ahora. A mi alrededor se van formando pequeños riachuelos que arrastran hojas y arena. En unos pocos minutos tengo la bolsa engordada y llena de agua fresca, la cierro y me intento cobijar un poco del diluvio al amparo de un árbol, pero no sirve de nada. Estoy calado hasta los huesos. Al menos voy a aprovechar para limpiarme un poco, pues debo oler a choto desde hace días…
Nunca había temido a las tormentas, pero al aire libre como me encuentro, sin protección, y con una tormenta con mayúsculas, esto es acojonante. Los rayos iluminan como flashes por entre la penumbra y las ramas de los árboles, y al momento, son seguidos por el estruendo terrible del trueno. Se nota el retumbar de la tierra con cada uno de los truenos. Terrible.
No recuerdo si era seguro estar entre árboles en una tormenta como esta, es lo que pasa por no haber leido con atención el manual de los “Jóvenes castores”. Pero lo que tengo claro es que no quiero moverme mucho. Me quedo acurrucado al lado de un troco de un árbol no demasiado alto.
Las gotas son enormes, tanto que las que consiguen traspasar la frondosidad de las ramas, y duelen.
Tengo los oidos pitando del terrible ruido de los truenos. ¿Cuándo coño acabará esta puta tormenta?.
Al menos el tiempo es agradable y no sopla viento que me enfríe, porque lo más, sería cogerme una pulmonía. De momento, no me ha caido ningún rayo encima, pero tengo muy claro que cerca, han caido varios, ya que huele a quemado.
Ahora parece que la lluvia comienza a ser menos densa. Se acaba la tormenta!.
Para qué hablaré. La lluvia se ha convertido en granizo. Granizo duro y grande. Tócate los huevos!. Duele de cojones. Como los tiros de cerca en el Paint-ball, pero de arriba abajo. Para protegerme el melón, me pongo la bolsa de agua encima.
Después de lo que me parece una eternidad, por fin termina el granizo y la lluvia, y vuelven a filtrarse por entre las ramas los cálidos rayos del Sol. El calor comienza a humedecer el ambiente.
Tras estrujar la ropa y las “sandalias”, las tiendo como puedo para que se sequen un poco.
Espero que esta parada obligada, no me haga perder el rumbo…

27. Resplandor

Frenéticamente, empiezo a forzarme a ver algo, pero no consigo ver más que un tenue resplandor en la oscuridad. Debe ser originado por algún pequeño pueblo. Un pueblo!. Civilización!. Pero es noche casi cerrada, y no creo que ponerme a bajar en dirección a la luz sea buena idea, "ve hacia la luz Caroline". Hago una flecha apuntando al respalandor, para ponerme en camino con las primeras luces. Intento escuchar algo, pero no hay ningún viento que me traiga los sonidos, y los árboles se encargan de amortiguar lo poco que pudiera escuchar. Además, si es el mismo pueblo de las fiestas, igual ahora se encuentra de resaca post-fiesta. Estoy deseando que amanezca. Tengo que dormirme para que la espera termine cuanto antes. Con mi habilidad, concilio el sueño sin problemas.
Cuando me despierto, agitado, todavía es de noche. Me ha pasado como cuando tenía exámenes, o antes de salir de viaje, que dormía inquieto por miedo a quedarme dormido. El caso es que ya no me voy a dormir. El resplandor sigue ahí. Después de darle un trago en condiciones, y dejar casi vacía la bolsa de agua, me pongo en marcha, no puedo esperar, y confío en que en breve, comience a amanecer. Lo que no tengo demasiado claro, es que en cuanto me interne en la espesura de nuevo, sea capaz de seguir la dirección del resplandor.
Espero que mis ganas de encontrarme con gente, con civilización, no se vean transformadas en nuevos peligros, porque mi racha de mala suerte no mejora demasiado.
Comienzo a descender entre los árboles, concentrado en seguir en la dirección que debe ser la correcta, y esperando a que amanezca pronto para no acabar con un pie fracturado o torcido, o algo aún peor… Me imagino destrozado tras haberme caido por un barranco… Me da escalofríos. Por lo debo poner mucho cuidado por donde vaya.
Continúo, cuidadosamente, con mi descenso entre árboles, matojos y rocas. Cruzo los dedos por que mi sentido de la orientación me acerque lo suficiente al “pueblo” como para poder oir algo, o al menos, para poder hacerme una idea de dónde debería estar por caminos, olores, humo… lo que sea.

lunes, 17 de agosto de 2009

26. En marcha de nuevo

Para evitar ser visto de lejos, avanzo con cuidado por entre las zonas màs espesas que encuentro dentro del bosque. Espero que asì, si se da el caso, sea un blanco màs difìcil de alcanzar. Pero el problema de esto es que estoy moviéndome mucho màs despacio. Todos los àrboles me parecen iguales, y después de avanzar, creo, unas cuantas horas, no sé si habré vuelto sobre mis pasos. No estoy haciendo marcas en los àrboles, como al principio, por miedo a que estas marcas les lleven directamente hasta mì, pero no sé si habrà sido una buena idea. Creo que estoy paranoico. Pero un paranoico con agua y alimento, por lo que puedo permitirme seguir "avanzando"...
Està atardeciendo y gracias al racionamiento al que someto al agua, todavìa me queda alrededor de medio litro, por lo que esto no es problema. Pese a poner toda mi atenciòn en ello, no soy capaz de escuchar nada que no sea el murmullo del bosque. Que tiene una cosa buena; que no oigo disparos ni gritos de alarma, y otra cosa mala, que no localizo el rìo y por tanto sigo perdido.
Tengo que continuar, incluso cuando caiga la noche, porque tengo que encontrar el rio, para tener agua y para tener una referencia de direcciòn.
Al final se me ha echado la noche encima, y sigo perdido, pero perdido en pendiente y cuesta arriba. Primero una subida muy ligera, apenas parecìa subida entre tanto àrbol, y ahora, una subida claramente empinada. Tanto que me cuesta en ocasiones no resbalar y caerme, con tanto verde y hojas caidas... A veces tengo que continuar a cuatro patas, como una araña, para no caer. Perfecto, escalada nocturna, una nueva modalidad de deporte de riesgo by Gonzalo.
Continùo con la "escalada" durante lo que me parece una eternidad, hasta que, por fin, el terreno se nivela y la luna me muestra con su escasa luz, un pequeño claro, que debe ser la cima, de unos diez o doce metros, con plantas y arbustos bajos. Rodeado todo el claro por las copas de los àrboles de màs abajo. Por fin algo bueno!, he llegado a un puesto de observaciòn privilegiado. Sòlo necesito que se haga de dìa para hacerme una idea de donde estoy. Mientras tanto ahora tengo que prepararme para pasar la noche. Mientras estoy arrancando matojos de hierbas para hacerme la cama, veo, casi de casualidad... Un destello!.

25. Todavìa vivo

Me despierto completamente empapado en sudor, alterado. La manta de hierbas està esparcida a mi alrededor. Comienzo a palparme el cuerpo desesperadamente, y no tengo ni dolor ni agujero alguno, la bolsa de agua sigue bajo mi cabeza... Menos mal que todo ha sido una pesadilla, pero una pesadilla demasiado real, tanto que me da miedo tratar de recordarla. Lo que me hace pensar si todo lo que me està pasando no es otro sueño, dentro del cual estoy viviendo esta vida de penurias... Podrìa ser que estuviera en un hospital en coma por alguna razòn, como en la ùltima temporada de "Me llamo Earl"?... Si esto es un mal sueño, y tomo el control, en teorìa deberìa poder hacer lo que quiera, asi que voy a cerrar los ojos y a desear que a mi espada aparezca una mesa enorme llena de comida, en plan banquete medieval, y con muchos dulces. Cuento hasta tres y me giro. Abro los ojos con cautela, y descubro con tristeza, que en este sueño no tengo el control, o peor aùn, que no es un sueño y me està sucediendo de verdad. Esto es triste, pero mas triste es pensar, que todo lo que he vivido hasta ahora es verdad; el decapitado, las penurias, el secuestro... Pensar en todo esto me devuelve a la realidad, que es, que estoy huyendo de unos tios armados y sanguinarios (esto es de cosecha propia, pero creo que acertado) a los que he robado una bolsa de agua y comida.
Para colmo de todo, al huir en la noche me he perdido, y no sé si la carrera de anoche, me ha alejado o acercado a ellos. Si encontrase el camino o el rìo... Pero estoy en medio del bosque, sin ninguna referencia conocida.. joder!, como si fuese un experto exlorador, tòcate los huevos!... Lo que tengo claro es que me tengo que mover, con cautela, pero tengo salir como sea de esta zona, porque si no, al final, acabaràn encontràndome.
Deshago ràpidamente el "campamento", el montòn de hojas que era mi cama y comienzo a moverme.
Mientras le doy un trago a la bota e intento arrancar un trozo de "carne de suela de zapato", me doy cuenta de que no se hacia dònde me encamino...

miércoles, 29 de julio de 2009

24. Cazado

Con las primeras luces del alba, me despierto. Voy a buscar el río para asearme y beber. Me encamino hacia la que creo que es la dirección en la que tenía que estar el río, pero aún no lo oigo. Creo que me he alejado bastante. Avanzo despreocupado gracias al bonito día que hace, cuando de repente, me doy de bruces con el campamento de anoche. Hostia!. La he hecho buena, no lo he visto hasta que he entrado en el claro. Les he pillado recogiendo los bártulos y ensillando los caballos. Se han quedado como yo, parados y con los ojos como platos. Parecen rumanos o búlgaros, de bigotes negros y no demasiado altos, muy morenos de piel, y con cara de pocos amigos. Se parecen a la gente del pueblo de “Borat”. Pasados los momentos de indecisión, escasos segundos, dos de ellos se acercan a las sillas, cogen algo y se lo dan a los otros compañeros. Son las armas!. Tres escopetas de un solo cañón y un rifle. Con una tranquilidad pasmosa los amartillan y cargan, sacando la munición de sus bolsillos..Yo estoy aterrado e inmóvil.
Intento hablar, pero no puedo, sólo balbuceo, y no soy capaz de articular palabra. Veo como hablan un momento, y uno de ellos me dice algo en rumano. Al ver mi cara de “No te entiendo”, señala a mi espalda. Miro… Y.. ¡Toma!, ¡Toma! La tenemos liada. Llevo, sin darme cuenta, la bolsa de agua que les robé anoche. ¡Mierda puta!. ¡Cagadón!. Me veo recibiendo una terrible paliza, y uno de estos tipos liándose a machetazos con mi cuello, hasta que arranca mi cabeza del cuerpo. ¡Dios!, creo que me estoy mareando. Tomo aire lentamente para tranquilizarme y poder pensar. ¡Tengo que hacer algo!. Otro me dice algo con mal tono mientras señala su mochila… La carne, y ni siquiera la llevo encima, la he olvidado. Pero… ¿Qué me está pasando?. No me pueden salir peor las cosas. Mientras tiemblo de terror, se van colocando en una fila frente a mí.
¡Me van a fusilar!. Dios, Dios, Dios… ¿!Qué hago ahora!?. Con los ojos como platos y a punto de llorar, uno de ellos se coloca el arma apoyada en el antebrazo y se acerca con una mano extendida. Creo que quiere la bolsa de agua. Claro, no quieren agujerearla.
Veo un resquicio de esperanza. Pongo cara de no entender, por lo que se acerca más y me grita algo agitando la mano hacia mi espalda. Vale, Tengo que hacerlo, eso o me fusilan, tengo que arriesgarme, no puedo quedarme quieto hasta que me disparen. Así que me paso por la cabeza la bolsa de agua y se la tiendo. Cuando la va a coger, más rápido de lo que había previsto, y sacando fuerzas del terror y la desesperación, le encajo un doble vandal chagui en el hígado y el vientre bajo. El vandal es una patada baja y circula rapidísima de Taekwondo, y la doble es igual, lo que pasa es que nada más haber golpeado con una sacas la otra a paseo. Es cuestión de cadera. Otra vez, a frivolizar. El primer vandal lo desplaza a la izquierda y el segundo lo devuelve a la derecha, de la segunda patada se le ha caído la escopeta, y él tiene pinta de que también se va a caer, aunque de momento está doblándose sobre sí mismo. Espero que sus compañeros le aprecien y no me disparen teniéndole delante. Ahora todo parece ir a cámara lenta: Mientras él se sujeta el estómago y se va cayendo hacia delante, el arma continúa su caída, sin esperar a ver que pasa, me giro, dejando caer la bolsa, y echo a correr en dirección contraria. Cuando la bolsa toca el suelo estoy dando mi primera zancada en la dirección opuesta. Entonces, oigo con una total nitidez, como amartilla el rifle, el chasquido del metal al apretar un gatillo… Click… Y un tremendo estruendo a mi espalda hace retumbar mis oídos y mi cabeza mientras pienso: “Gonzalo te han cazado”…

23. Incursión

Al cabo de un rato, que se me ha hecho eterno, he llegado hasta tener su campamento a unos veinte o treinta metros, y me he parado porque tienen caballos, vamos, que suena y huele a caballo, y al llegar hasta donde estoy, me han debido olfatear, y he escuchado rascar de pezuñas en tierra y un par de relinchos nerviosos. No sé nada de caballos, pero me han sonado a nerviosismo. Por lo que dejo el palo apoyado en el tronco de un árbol y me ajusto las riendas que llevo en bandolera para que no suenen. Desde aquí, intento ver lo que pueda de su campamento.
El fuego es muy pequeño, parece un infiernillo, que tiene encima un pequeño cazo o cuenco. Me ha parecido ver tres formas alrededor del cazo, hablando muy bajo, en susurros tan leves que apenas se les oye. Más alejados están los caballos, cuento tres o cuatro, no sé, pero están atados a unos arbustos. Veo entre ellos y los caballos un conjunto de fardos, me imagino que serán las monturas… Al cabo de un buen rato, no me llega ningún olor a comida apetecible, llega un olor agrio como de verduras… Cuando parece que han cocinado lo que querían, uno de ellos coge el cuenco y se acerca hacia los bultos. Ahí, le pierdo de vista, y escucho un sonido como de dolor. Me imagino que habrá tocado el cuenco ardiendo, y se ha quemado. Al momento vuelve al infiernillo sin el cuenco y susurra algo a sus compañeros, y parece que discuten, pues los susurros se vuelven algo más violentos, pero enseguida vuelven a la normalidad y dejan de irse. Apagan el fuego a continuación. Y oigo ruidos de tela, por lo que imagino que se estarán metiendo en los sacos para pasar la noche.
Me quedo inmóvil hasta que, sin saber cuanto tiempo ha pasado, empiezo a oír ronquidos y respiraciones fuertes. Ahora es el momento de acercarme. Llegar hasta su campamento me ha llevado mucho mucho tiempo, no sabría decirlo con exactitud, pero mínimo una hora. Los caballos, se han debido habituar a mi olor a pobre, y no hacen ningún ruido ni relincho extraño. Sólo hay uno que levanta la cabeza, y con cara pensativa me mira, brillándole los ojos como si fueran un Led blanco. Pasando de mi, vuelve a bajar la cabeza, quedando en el campamento todo inmóvil y silencioso a excepción de los ronquidos. Al internarme en el área despejada que ocupan, me doy cuenta de que mi pie ha topado con algo. Lo bajo con extremo cuidado y me agacho a ver lo que es. Parece una cuerda fina, que bordea la parte exterior del campamento. La muevo levemente, y noto movimiento en un árbol próximo. Al fijarme observo que son unos cuantos cacharros de cocina atados a la cuerda. Lo que viene a ser un timbre tosco, pero muy ruidos en medio de la silenciosa noche. Con cuidado lo sorteo y agazapado reviso con detenimiento el pequeño claro que es su campamento. En el centro están los restos de lo que debió ser el fuego, veo algo de madera ennegrecida. A su lado están los sacos, y puedo apreciar cuatro formas dentro. El material del que están hechos no brilla, así que imagino que serán sacos profesionales. Más alejado están unas cuantos bultos, serán sus macutos. En frente están los caballos, cuatro, atados a un arbusto, y entre ellos y el centro del claro están las sillas de montar. Un brillo me hace volver la vista hacia as sillas, y veo un tubo de metal oscuro, como el de un rifle, entre las mochilas. ¡Armas!. ¡Tengo que pirarme ya!. Me acerco hasta donde están las mochilas, y veo una bota grande de cuero con líquido dentro y una correa. La cojo. Pesa bastante y me la cruzo a la espalda, ataco una de las mochilas. Es de cuero y sin hebillas de metal. Deshago un nudo y meto la mano dentro. Encuentro un paquete duro. Lo saco y tiene aspecto de ser un filete grueso de carne, pero está seco como la mojama. Dejo la mochila con cuidado en el suelo, y me alejo. Evito la trampa y salgo del claro. Estoy empapado en sudor. Me marcho evitando hacer ruido, pero sin mirar atrás. Paro regularmente y no escucho gritos de alarma, ni nada parecido. Cuando creo que me he alejado lo suficiente, me siento a tranquilizarme al lado de un árbol, y a revisar mi botín. El paquete es carne, seca y muy dura. Tanto que casi me dejo los dientes al arrancar un trozo. La bota tiene agua, con un regusto dulzón. Le pego un sorbo en condiciones y sigo masticando la piedra que poco a poco se va ablandando a costa de mis mandíbulas. Después de estar masticando eternamente, desprende un sabor a carne rancia y levemente salada. Mejor esto que nada. Satisfecho y agotado. El día de hoy ha sido demasiado intenso para mí. Reúno una buena cantidad de hierba para hacerme un “colchón”, y con lo que sobre taparme para evitar ser visto si se hace de día y sigo sobado.
¡Mierda!, he perdido el palo. Lo que significa que me he perdido más aún. ¡De puta madre!. Mira, tengo que descansar, da igual donde esté, ahora tengo algo que comer y que beber.

22. Voces

Llevo desde que dejé atrás los cadáveres andando como en una nube, en una bruma, veo el paisaje pasar y sé que avanzo, pero avanzo como un zombi, lo veo todo borroso, no tengo claro hacia donde voy, si me he salido del camino… O qué. Sólo sé seguro que no tengo ganas de comer ni de beber, tengo un nudo en el estómago. Me paro, agotado y compungido. Demasiadas emociones para un día. Tengo que volver a despertar, tengo que activarme, si no quiero que me pase lo mismo que… No tengo agua con la que aclararme, pero tengo que activarme de nuevo. Me paro bajo una sombra y comienzo a analizar mi entorno, dónde estoy, la hora que debe ser… Poco a poco recupero la conciencia de donde estoy. Sigo en el sendero, pero ahora es bastante más ancho, de unos dos metros más o menos, pero he salido del desfiladero, y vuelvo a estar rodeado de árboles. La tarde está cediéndole el paso a la noche. Me tengo que poner en marcha de nuevo, y sobre todo buscar agua. Si todo sigue como ayer, el río, debería encontrarse a mi derecha, paralelo al camino, por lo que si salgo de él perpendicularmente, me lo acabaré encontrando. Sólo espero que aún quede algo de luz para encontrarlo. Me interno entre los árboles y arbustos, avanzando con mucho cuidado, que ya me la he jugado bastante no poniendo atención en lo que hacía. Me paro a menudo tratando de escuchar el fluir del agua. En una de ésas en las que estoy parado tratando de escuchar el agua, me quedo helado. ¡He escuchado voces!. Pongo más atención por si es un espejismo provocado por la sed y el hambre. Efectivamente, son voces. Me recorre un escalofrío por la espalda… ¿Y si son los mismos que hicieron lo del desfiladero?. Voy a esperar a que la negrura de la noche lo envuelva todo, y cuando esté adaptado a la oscuridad, avanzaré lentamente hasta las voces.
Una vez me he adaptado a la tenue luz de la luna que se cuela por entre las ramas de los árboles, me paro a escuchar. Han bajado la voz hasta susurros apenas audibles. Tengo que esforzarme por escucharles, ignorando otros sonidos característicos de la noche en el bosque: grillos, zumbidos, algún aullido lejano, algún aleteo ocasional… Cuando llevo un buen rato avanzando en su dirección, les pierdo. ¡Han dejado de hablar!. ¡Me cago en todo, joder!. Parado, me fuerzo a escuchar en la dirección que llevaba, y en ese momento, rompiendo el silencio, puedo escuchar claramente unos golpes sordos, como que estuvieran clavando algo. Después de este ruido no oigo nada, pero la suerte, parece estar conmigo esta noche, pues veo un leve destello de luz… ¡Fuego!. ¡Han encendido fuego!. Estoy acojonado, pero debo vencer el miedo y seguir avanzando hacia la luz, eso sí, con un cuidado extremo. Tengo mucha hambre y sed. Tengo que llegar hasta ellos, pero debo hacerlo en silencio, pues no confío nada en su “hospitalidad”, y no quiero acabar decapitado.

martes, 28 de julio de 2009

21. Cadáver

Dejando atrás el cadáver del caballo, me doy de bruces con una escena que entraba dentro de lo que había podido imaginar mi mente enfermiza. Otro cuerpo, también con varios cuervos encima, aunque menos numerosos. ¡Un cuerpo humano!. Había oído que a veces la imaginación es menos terrible que la realidad, y esto me hace entenderlo. Es terrible, un cadáver humano justo delante de mí. Lo más cerca que he estado de uno fue hace muchos años, yendo con mis padres en el coche, en la carretera de Cuatro Vientos, donde había habido un accidente y estaban tapando el cuerpo de alguien con la tela plateada y dorada. Sólo le vi. las piernas, y todavía lo recuerdo. Ahora lo tengo a escasos diez metros, sin la protección del cristal, sin ningún tipo de protección, en medio del desfiladero, mierda!. Rápidamente me pego a una de las paredes, pero me doy cuenta que es donde más pega el Sol, así que cambio a la otra, con más sombra y que me da la sensación de ofrecer más protección. Con mis dos “hábiles” movimientos, he visto una cosa que me ha dejado petrificado. Ni en los PowerPoints más bestias, había sentido revolverse así mi estómago. El cuerpo está decapitado encima de un enorme charco de sangre, sobre el que revolotean cientos de moscas…
Me sigo acercando por el lateral, y veo que va ataviado con una especie de slip, de tela gris y gruesa, y nada más, desde mi distancia no le encuentro ningún tipo de anillo, ni adorno corporal. El tipo parece ser muy moreno de piel, bastante más que yo, y con el moreno Agromán añadido, vamos que lleva puestos pantalones cortos y camiseta sin mangas pese a estar desnudo. Parece bastante más bajo que yo, suponiendo que tuviera la cabeza en su sitio, claro. Es fornido y velludo, y tiene marcas en los antebrazos como si se hubiera protegido de varios golpes, pero que por lo visto, al final no le ha servido de nada… Qué fugaz puede ser la vida humana, qué frágiles somos, ¿Qué haría este hombre en su vida?, ¿Tendría familia?, ¿Por qué le hicieron esto?, ¿Sufrió mucho?... Aparto estos negros pensamientos y sigo fijándome en el cadáver. Puedo ver más claramente que tiene un agujero oscuro y circular en el vientre, hinchado y amoratado. Sin duda, producido por un disparo. Se parece al tiro que le pegan a uno de los soldados de “Salvar al Soldado Ryan” cuando toman la ladera rodeada de cadáveres de vacas y apresan al malísimo soldado alemán, a quien finalmente dejan huir. Lo que no voy a hacer es ver si le salió la bala por detrás. No tengo muy claro qué fue antes. Si el disparo o la decapitación, pero da igual… ¿Por qué siempre hago esto?, en vez de pensar de manera práctica, me pondo a divagar…
No pienso acercarme a él, ya desde esta distancia, estoy pasándolo fatal. Tengo que contener mis náuseas, y mis ganas de llorar. Aunque no lo parezca, es terrible lo que estoy viendo, por eso igual frivolizo con tonterías, para evitar pensar en lo crudo de la situación. Levanto la vista del cuerpo, y veo a los cuervos que me miran con recelo, esperando a que me vaya para seguir con su tarea. Poco a poco, me voy alejando intentando apartar la vista del cuerpo decapitado, pero no puedo dejar de mirarlo, me tiene como hipnotizado… Un tropiezo con una roca me devuelve a la realidad. Si antes tenía miedo por mi situación, ahora estoy verdaderamente acojonado. Estoy en medio de lo que parece ser algún tipo de guerra entre bandas, o entre etnias rivales, seguramente en algún lugar perdido como Kosovo o así, donde llevan años matándose por su nación, por sus culturas y por la religión, y donde este tipo de cosas son “habituales”. Menudo percal se me presenta, secuestrado y huido, en medio de vete a saber qué guerra. El lugar apesta, los charcos de sangre están endureciéndose, coagulándose. Tengo que salir deprisa de aquí. Me voy lo más rápidamente que me permite el miedo a echar a correr y hacerme notar demasiado. Un par de minutos después, me paro, apoyado contra una roca, a recuperar el resuello y a tranquilizarme. Espero que si alguno de los que han hecho esto, me ve, tenga claro que no tengo nada que ver ni con unos ni con los otros. Que me vean andrajoso, de piel clara, sucio y desaliñado, pero afeitado… ah, no, de eso hace cinco días, ahora que me palpo la cara, noto una barba incipiente que me debe hacer quedar como un indigente, añadido a que seguramente esté más delgado por mi mala alimentación… Espero que esto sea suficiente para que no me confundan… Aún así, tengo que evitar dejarme ver, pues no sé porqué razón hicieron lo que hicieron, así que más me vale andarme con ojo a partir de ahora.

lunes, 27 de julio de 2009

20. Sangre

Acelero el paso, pues, si hay buitres, igual queda algo de carne comestible del animal moribundo o muerto sobre el que pretenden caer. Pienso en comer comida “de verdad”, y me pongo a salivar. Soy como "Homer" pensando en rosquillas. De repente, doy un paso, y noto como mi pie se humedece. Miro donde he pisado, y veo un charco oscuro, marrón oscuro y denso. Fijándome con más detenimiento, me acerco, y parece ser sangre. Me quedo helado. Es sangre. Tengo mi pié mojado en sangre. Todos mis pensamientos sobre comer carne se esfuman y se me empieza a hacer un nudo en el estómago. Sea lo que sea que hay más adelante tengo que seguir y descubrirlo.
Avanzo hasta llegar a unas rocas, inestables, que bloquean el camino. Parecen ser de algún desprendimiento. Las paso con cierta dificultad, pero sin lesiones, y continúo mi camino. Mientras avanzo, mi mente trata de dar explicación al charco. Seguro que ha sido uno de los caballos que pasó por delante de mi, que en las rocas ha debido dar un traspiés, se ha abierto una herida y se ha quedado inconsciente, lo que ha generado el charco. Luego, ha recuperado la consciencia y ha continuado con su herida abierta, cayendo más adelante, donde los buitres van a dar cuenta del pobre animal. Si la historia no ha sido así, ha sido otro animal que ha caído desde una de las paredes, igual provocando el derrumbamiento que he sorteado. Seguro, habrá sido algo así.
Doblando un recodo del camino, me quedo horrorizado. Veo ante mí una escena dantesca. Un nutrido grupo de aves negras, está sobre el cuerpo de un animal. Al acercarme levantan el vuelo al unísono, dejando el cuerpo desmadejado de lo que parece ser un caballo.. Me fijo, con cierto asco, que uno de los cuervos lleva algo redondo y blanco en el pico… rodeo el cuerpo y veo que de su estómago sobresale un asta, como una lanza o algo parecido, que, supongo yo, al caer, le ha rajado el vientre y ha dejado esparcidas por el suelo, parte de sus húmedas vísceras. Al ver esto me viene inmediatamente una terrible arcada, que de no ser por lo poco que tengo en el estómago, habría acabado en vómito seguro. Asqueado, me acerco al palo, e intento sacárselo, pero debe estar alojado en el hueso de la cadera o de una de las patas traseras, ya que al tirar, cruje a hueso, y una de ellas se mueve…Mmmmf… Otra arcada. ¡Que asco de sabor a bilis!. Lo voy a dejar, que al final, echo todo lo poco que queda en el estómago. Me paso a la parte de la cabeza, donde veo que tiene los arreos típicos de un caballo. No sé el nombre técnico, pero sé que son un conjunto de cuerdas de cuero y hebillas, que voy a reutilizar, que nunca se sabe. Con cuidado, provocado por la aprensión que me provoca el caballo muerto, le desato las cinchas de la cabeza, pero tiene mordida una parte de metal a la que van unidas éstas. Tiro, y tiro, pero no hay manera, solo consigo que mueva la cabeza de forma desagradable, y el hueco donde antes tenía un ojo, siento que me mira con desaprobación. Voy a dejarlo así, y voy a intentarlo haciendo palanca. Piso su mandíbula con el pié, y hago palanca con el palo en el hueco donde está mordiendo la dichosa pieza. Poco a poco voy sacándola. No quiero mirar, pero ha crujido algo y ha sonado a diente roto. ¡Dios!, que salga ya. Al final sale, y no es una pieza entera de metal, son dos, unidas por una arandela gorda. Me cruzo en bandolera el conjunto de riendas, y me aparto del caballo, sin mirar atrás. Dejando al animal a merced de los insectos y animales que lo utilicen como alimento, sigo adelante. Mientras me alejo, pienso en uno de los capítulos de “Ultimo Superviviente” en el que se encontraba con un camello muerto en pleno desierto, y era capaz de aprovechar del animal casi todo, e incluso de beber “agua” de su estómago. Sólo imaginarme metiendo la mano dentro de las tripas del animal, me provoca arcadas, así que ni pienso si llegara a hacerlo.
Volviendo la vista al camino, veo algo que me saca de mis ensoñaciones: El suelo está teñido de marrón oscuro, de sangre. Y en las zonas donde no hay tierra, hay pequeños charcos, alrededor de los cuales hay moscas zumbando.¿Qué ha pasado aquí?. Tengo mucha imaginación, y puedo creer saber lo que ha ocurrido, pero va contra toda lógica, aunque no sé de que me sorprendo, pues lo que me ha pasado a mi tampoco tiene ninguna…

19. Desfiladero

Al cabo de unas cuantas horas de infructuosa búsqueda de alimento, vuelvo al camino, pero las huellas de los cascos han desaparecido. No me complico, y sigo por el sendero, en la que creo que era la misma dirección que llevaba, y al momento veo que acierto porque el sendero va haciéndose cada vez más ancho y menos frondoso. A los laterales sigue habiendo todavía mucho árbol y vegetación, pero ahora hay más profusión de rocas. Esto continúa así, hasta que gran parte de los árboles son sustituidos por rocas, hasta que casi parece que he salido de lo más frondoso del bosque. Entre unas rocas veo un arbusto, parecido a los de las “frambuesas agrias”, del que me alimento malamente. Ahora necesito beber, por lo que busco de nuevo el río, me cuesta un poco, pues sin darme cuenta, el camino se alejaba de él. Me vuelvo a internar en el bosque, aunque para no perderme, y poder volver de nuevo al camino, voy rompiendo ramas. Lo localizo al cabo de un rato de aguzar el oído. Una vez saciada mi sed, y pasado el agrio sabor de boca de mi alimento, vuelvo al camino. Suerte de rastro de ramas rotas y pisoteadas, que si no, me podría haber perdido, dentro de lo que ya lo estoy, claro.
Según continúo por él, los árboles van tornándose arbustos y matas, y cada vez hay rocas más grandes a sus lados. Por lo que veo más adelante, acaban convertidas en dos paredes que lo flanquean. En unos pocos minutos, me encuentro caminando entre paredes de roca, por una especie de desfiladero. Es un paraje bastante similar a La Pedriza, mucha roca blanca y gris, con arbustos por todos lados. Pero no creo que esté en ella, no con mi suerte. Parece el típico lugar en el que los indios emboscaban a los vaqueros en las películas del Oeste. A medida que avanzo las paredes se apartan unas de otras y se elevan aún más, y el camino comienza a serpentear. Mirando al cielo puedo ver a no demasiada altura unas aves enormes, de un marrón grisáceo, volando en círculos. No los he visto antes porque están volando a poca altura y con tanto risco, he tenido que estar muy cerca para verlos. Son buitres.

viernes, 24 de julio de 2009

18. Sonidos

Me despierto con dolor de espalda, y las piernas colgando, de ahí el dolor. Me incorporo abriendo los ojos, y está amaneciendo. He debido dormir unas buenas diez horas o así. Me siento dolorido por la postura, pero descansado. Intento estirar la espalda ahí, arriba, pero no es buena idea. Me bajo y estiro la espalda. Me siento bien, hambriento, pero bien. Por lo que me pongo en marcha para asearme y continuar mi camino siguiendo las huellas de los cascos. No me complico en ponerme a buscar comida, una vez aseado y bebido, sigo mi camino. Hoy todo pinta de mejor color, lo noto, hasta se ve el cielo más despejado, se ven más pájaros. Vaya, entonces parece que el bosque empieza a clarear y a ser menos denso, pero el camino se sigue perdiendo entre los árboles más adelante, por lo que sigo con la sombra asegurada. De repente una ráfaga de viento trae hasta mis oídos sonidos de civilización. ¡Sí!, ¡Lo he conseguido!, cerca de aquí, tiene que haber algún pueblo o ciudad, porque el viento me trae entrecortados ruidos de actividades humanas, no sé como describirlos, pero unas veces suenan como muchas voces gritado, y otras como metal. Me da que debe ser algún mercado, o alguna obra. Mientras argumento teorías sobre el origen del ruido, me parece escuchar… música!. Me llegan notas de trompeta, seguro que el pueblo está de fiesta y la banda del pueblo está probando el audio. De repente el viento cambia de sentido, y dejo de escuchar nada, por mucho que lo intento. Bueno, qué más da, si voy en la dirección correcta. Me pongo a pensar el las fiestas de los pueblos: Mucha comida, mucha bebida y Paquito el Chocolatero… No puedo evitar sonreír al pensar en las fiestas de los pueblos.
Me da la sensación de que avanzo más deprisa, hasta que de repente, tropiezo con algo y me caigo al suelo. Cuando me incorporo y descubro lo que es, veo que es un trozo de madera atravesado entre dos piedras y camuflado por la hierba baja. Lo desencajo y lo observo con curiosidad. No es cualquier palo, es un palo creado por manos humanas. Parece un palo recto, de cómo metro y medio, con un perfil circular en casi toda su longitud, que según se acerca a uno de los extremos se torna cuadrada y algo más grueso. Seguramente sea el mango de algún tipo de herramienta, pues en la sección cuadrada tiene como dos agujeros de clavos o tornillos, y la marca de haber tenido algo metálico sujeto a esos agujeros. Deshecho mi viejo palo, y me quedo con éste que parece mucho más sólido.
Según avanzo, los sonidos que se oían, cada vez me llegan más entrecortados, hasta que al final, dejan de llegarme. Sigo mi camino en dirección del sonido, la misma que llevo, por lo que no creo que pueda equivocarme. Estoy muy hambriento. Llevo cuatro días comiendo “pipas” y hoy, todavía, no he comido nada. Cada vez hacho más cosas en falta, y el imaginar tan cerca el regreso a casa las hace muy cercanas, mi novia, mis amigos, mi taekwondo, mi nevera llena, mi trabajo de mierda… Todo lo que tenía. Si llego a saber esto, ni me planteo siquiera un cambio de peinado. Porque visto lo visto, siempre se puede empeorar, y siempre hay un sótano en el que caer más bajo. El hambre retuerce mi estómago, por lo que no me queda más opción que buscar algo que comer. Intento no desviarme demasiado del camino, mientras pienso en ése pueblo que me espera aún de resaca por las fiestas…

17. Como Dios manda

Voy entre los árboles caminando en paralelo al sendero, buscando mi sitio ideal para pasar la noche. Igual que hasta ahora, todavía no encuentro nada que me ofrezca protección, y de momento he tenido bastante suerte, la verdad, pero en mi cabeza resuenan todavía los aullidos y las dentelladas que, imaginariamente, debían estar lanzando al aire… Aún me da escalofríos pensar en esto. Tengo que encontrar un sitio "como Dios manda" para pasar la noche y descansar en condiciones de una puta vez. ¡Qué curiosa expresión!, “Como Dios manda”. ¿Acaso Dios bajó a la tierra a hacer todas y cada una de las cosas en las que se puede utilizar la expresión?. No, por supuesto. Todo esto viene por las normas de conducta que nos han dictado desde que éramos pequeños, dictadas por la Iglesia, que aprovechó los antiguos conocimientos de los santos libros para crear sus propios Dogmas. Por eso, creemos en un Cielo y un Infierno, al que acabarás yendo si te portas mal, si haces esto o dejas de hacer aquello… Menudos pensamientos de informático friki, si estuviera en otra época, ahora mismo estaría atado a un poste y en llamas, por hereje y por cabrón.
Mientras deambulo pensando tonterías, he llegado a un árbol, no demasiado alto, pero que tiene dos buenas ramas que nacen paralelas de su tronco, y que al llegar al metro y algo se separan a un lado cada una. Pienso que la parte en la que están unidas, puede darme algo de comodidad y protección para pasar la noche. Me subo al árbol, con cierto esfuerzo para ver qué tal están por arriba, y bueno, se puede estar. Romperé con una piedra las pequeñas ramas que asoman hacia arriba, y con hierba rellenaré el hueco entre ambas ramas. Aún así, tendré que dejar las piernas colgando o dormir acurrucado porque no quepo entero. Reúno hierba para hacerme el colchón, y busco unas cuantas bayas más. Cuando lo tengo todo preparado, como estoy cansado, me subo a al árbol para acoplarme sobre la “cama”, e intento dormir. Deben ser cosa así de las seis o las siete, y todavía es de día, pero necesito descansar, como Dios manda.

16. Caballos!

Ante las vibraciones, me aparto aún más del camino, protegiéndome junto a una roca.
En unos pocos segundos conozco el origen de las vibraciones. Parecen cascos de caballos, En seguida, las vibraciones vienen acompañadas por el sonido, esta vez, si me llega claro, es el sonido de cascos de caballo, no se si al trote, pero parece que deprisa. Suenan cada vez más cerca y parece que van por el camino, por lo que les voy a tener aquí en breves instantes. El miedo, se apodera de mi, y me sitúo detrás de la piedra, oculto de lo que pueda venir por el camino. ¿Serán mis captores buscándome furiosos por mi huida?. No tengo mucho tiempo de reacción, por lo que aferrado a mi palo, cada vez me acurruco más tras la piedra, tanto que hasta oculto mi cara, justo cuando los cascos atronadores está encima de mí, me doy cuenta de ello y me asomo tarde, sólo alcanzo a ver, entre el polvo dejado por los animales, la trasera de un caballo, con fardos a los lados que enseguida desaparece entre los árboles. Mientras espero a que el polvo se asiente, que vuelve otra vez energía. Estoy en el camino correcto, pues sin duda esos animales iban guiados por personas. Lo que me parece realmente curioso es el hecho de que todavía, en el siglo veintiuno, haya personas que usen el caballo como transporte, aunque aquí parecía más adecuado que un Quad, debido a la estrechez del sendero. Me consuela el pensar que no buscaban a nadie, más que nada por la velocidad a la que han pasado… Aunque… Igual iban huyendo de alguien… Lo mismo hasta son cazadores furtivos que perseguían a alguna pieza, pero si es así, me ha extrañado no oír ladridos de perros, aunque si iban entre los caballos, con el estruendo de sus cascos no es tan extraño no haberlos oído. Igual tenía que haber salido de mi escondite, para contactar con ellos, pero a la velocidad a la que han pasado, me habrían arrollado, sin poder detenerse a tiempo… Lo bueno es que ahora tengo unas huellas claras que seguir.
Vuelvo al camino. El arreglo de las sandalias parece que no está mal, ha funcionado y no se me desmadejan. Sigo andando y por el hambre que tengo y la sombra casi vertical de los árboles, debe ser alrededor de la una. Tengo que buscar algún alimento, pero no soy capaz de encontrar a ningún animal comiendo al que robarle la comida, así que si encuentro algo tendré que arriesgarme. Después de un buen rato de buscar por entre la vegetación, he encontrado un matorral, parecido al de las frambuesas del otro día, pero no tiene ningún pájaro comiendo de él… Al lío, pillo las frambuesas, y “pa´dentro”, saben ácidas, igual que las otras que encontré, así que no debería ser venenoso, ni demasiado malo. Esta vez voy a preparar la noche con más cuidado, de hecho voy a empezar ya mismo, porque entre que me paso los días caminando, con hambre y duermo poco y mal, mi mala hostia aumenta por momentos, y tal cual estoy, tengo que mantener la cabeza fría, no puedo dejarme llevar por arrebatos o ataques de ira.

jueves, 23 de julio de 2009

15. Vibraciones

Me acabo de despertar donde me quedé anoche riendo. Tengo dolor en la mandíbula de las carcajadas. Lo que me devuelve otra vez al lugar en que me encuentro. Sigo perdido, sigo hambriento, rodeado de árboles, arbustos, plantas, insectos y vete a saber cuantas otras alimañas que no se dejan ver… Sorprendentemente, no tengo muchas picaduras de insecto, será porque apesto, y estoy sucio, pero me viene bien. No hay cosa que menos me guste que ser picado por un mosquito, y todo, por culpa de unos dibujos en los que un mosquito transmitía el SIDA... Desde entonces, me da bastante reparo.
Ahora con la túnica rota, un palo y el “amuleto”… Estoy de nuevo listo para continuar. Antes, y por si acaso (por si acaso qué), deshago el campamento, y mientras estoy deshaciéndolo, me planteo que igual me habría salido todo mejor de haberme quedado en el cobertizo, seguro que me darían de comer (comida de verdad) y de beber, y por lo menos tendría la esperanza de que alguien sabría dónde estoy. Me habría enterado de lo que querían por mí… Pero, ¡Basta ya!, vuelvo a empezar otra vez. Gonzalo, estás aquí, y ahora, dar vueltas a lo que ya a pasado, si no es para aprender, no sirve para nada, así que adelante, que voy a salir de ésta. La desesperación no me lleva a nada. Voy al río a asearme, y a buscar algo para comer. Aseado y hambriento, vuelvo al sendero y comienzo mi marcha.
Es curioso que en estos días, no he abierto la boca para decir nada, hasta anoche, donde desempolvé mis cuerdas vocales con el pobre ciervo. Seguro que si hubiera sido un ejemplar anciano, lo habría matado de un infarto. Casi no recordaba ya como sonaba mi voz, así que voy a hacer memoria, y para llevar mejor el hambre mientras avanzo, voy a ir tarareando alguna canción. Me vienen sólo los temas que más escuché, por lo que inevitablemente, acabo cantando a los Piratas…
Llevo un buen rato andando y cantando, con mis tripas sonando al compás, cuando se me deshace una de las “sandalias”. Me aparto sin pensarlo a un lado del camino, cosa curiosa, puesto que no he visto a nadie y no tiene pinta de que nadie vaya a pasar, pero las costumbres son las costumbres. Me siento contra una roca y comienzo con mi labor de zapatero. Se me ha deshecho la tela que unía las “suelas” a mi pie. Así que tengo que romper más tela de mi cada vez más menguante túnica. Decido romperla de las mangas, ya que si lo saco del bajo, va a parecer que voy en minifalda, y la verdad, prefiero ir sin mangas. Cuando ya lo tengo casi todo listo, y estoy atándomelas de nuevo, noto como el suelo vibra. ¿Será un indicio de terremoto?. ¡Lo que me faltaba!. ¿Qué más me puede pasar ya?.

14. Crujidos

Es de noche, estoy sólo, en medio de un bosque que desconozco, en medio de un claro, dentro de un refugio de papel y rodeado de vete a saber qué bichos. Estoy cagado de miedo. Toda mi determinación, se ha ido al garete, se ha evaporado junto con los últimos rayos de Sol, y para colmo no he conseguido dormirme. Ahora mi cabeza no hace más que traerme recuerdos de los aullidos de ayer, y aumentar cualquier pequeño sonido a mi alrededor, sonidos típicos de cualquier bosque, insectos, hojas, ramas de árboles crujiendo, aves nocturnas… Tengo que confiar en el perímetro de ramas, cualquier cosa o animal que intente entrar hará que se caiga alguna rama, y me alertará. Debo concentrarme en dormir, necesito descansar.
Debo llevar bastante tiempo dormido, porque he oído el crujido de una rama al caer en sueños, y sólo me he dado cuenta de dónde estoy al cabo de un rato. Abro inmediatamente los ojos, y agudizo el oído intentando escuchar, qué es lo que ha entrado en el “campamento”. Oigo pasos amortiguados, y una respiración muy leve. Mierda!. Otro descuido más que añadir a mi lista. Me quedo completamente inmóvil, casi sin respirar para no hacer ruido, intentando entrever el origen del ruido por entre los huecos entre las ramas de mi refugio, pero la poca y mortecina luz de la luna que se filtra entre los árboles, no es suficiente para poder localizarlo con la vista. Sigo oyendo como sigilosamente el animal (o animales) se mueve a mi alrededor. Muy lentamente aferro el palo con fuerza. Sigo inmóvil esperando que lo que sea se aleje, pero pasan los minutos, y siento que todavía está ahí. Sólo puedo hacer una cosa, tirarme un farol, y echar a correr al árbol.. Justo entonces… Chak!, una rama pisada suena demasiado cerca de mí. Sin pensarlo, me incorporo de golpe y gritando con todas mis fuerzas. Deshago un lateral del refugio y blandiendo el palo, intento localizar alguna forma abalanzándose sobre mí. Mi grito y el susto debieron pillar desprevenido al animal, que durante unos breves instantes, debió dudar sobre qué hacer, lo que me permitió ver qué coño era. Inmediatamente, en un par de ágiles saltos, el animal salió del claro y lo perdí de vista. Jadeando y alteradísimo, proceso lo que he visto, y sólo era un ciervo, o al menos lo parecía, un ciervo sin cornamenta, pero ciervo al fin y al cabo. Mientras respiro agitadamente para tranquilizarme, me vuelvo a sentar pausadamente, sin soltar el palo. Poco a poco, me voy tumbando boca arriba, y casi sin darme cuenta, empiezo a sonreír, la sonrisa comienza a ser risa hasta terminar siendo carcajada. No sé si será mi explosión de tensión, o mis nervios que ya no pueden más, pero no puedo dejar de reír… Llevaba bastante tiempo sin reír, la verdad, y esto me está desahogando…

13. Rastreando

Un dolor del cuello me saca de mi sueño, cojonudo, tengo una capacidad increíble para dejarme vencer por el agotamiento en los momentos más oportunos. Me podían haber arrancado un brazo de un mordisco, y a lo mejor así, me habría despertado… Soy de lo que no hay. He oído por ahí, que las situaciones de estrés prolongadas, pueden provocar somnolencia, pero esto sobrepasa los límites normales… No me voy a parar a darle demasiadas vueltas, tengo todavía un camino que hacer y un objetivo que cumplir: Volver a casa.
Salgo de la choza y hago unos estiramientos de cuello, porque me he quedado verdaderamente dolorido por la postura de anoche. Me planteo tomar otro camino, que se aleje del río, pero lo descarto en seguida…. Donde hay un río tiene que acabar habiendo gente. Por lo que vuelvo sobre mis pasos a retomar el camino. Al llegar a la parte con tierra, me llevo una gran sorpresa, ¡hay pisadas!. ¡¡Pisadas humanas!!. ¡¡Gente que ha pasado por aquí!!... Ayer no había más que tierra sin marcar… Aprecio que las huellas van en el mismo sentido que el río, y que llevo yo. Son unas huellas de zapatos Camper, o imitación del modelo, “Pelotas”, que tiene una suela característica, formada por muchos semicírculos y que deja una huella única. No sé si era sólo uno o más de uno, pues en el camino, lo que prima es la tierra endurecida, las zonas con arena suelta, son menos frecuentes, y además, no tengo ni puta idea de rastrear. Identificar una huella de zapato, es a lo más que llego. Muy animado y acuciado por la prisa por encontrarles, ni me planteo el desayunar, pese a que me deben quedar cuatro o cinco frutos. Voy al río a asearme, y después de dos días a “descomer”, pues los peligros parece que estriñen, pero al final…Cuando he terminado me lavo, bebo y en marcha.
En mi caminar, y con mi amplia experiencia en la imitación animal, “recolecto” unos pocos frutos más, parecen frambuesas, pero son bastante amargos, aún así, son comida y van a la capucha. Espero que las huellas que voy siguiendo, no sean de mis perseguidores, que por haberme apartado del sendero, me hayan perdido y adelantado. Aún así, no confío demasiado en esto porque llevo dos días pateando el campo, y no he visto otros seres humanos, por lo que casi descarto que me estén buscando. Seguramente hayan sido unos cazadores, buscando alimento, o recogiendo setas o haciendo cosas de campo… O qué sé yo. Mientras estoy en éstas, el sendero se bifurca. Un camino, sigue mi dirección, y el otro se aleja diagonalmente de éste. Mierda. Con mis recién aprendidas dotes de rastreador, busco por cuál de los dos caminos se han ido las huellas, pero al cabo de unos minutos, no he encontrado nada determinante. Tengo que escoger uno de los dos caminos y seguirlo hasta que encuentre señales de que han tomado ésa dirección, y si no las encuentro, volver sobre mis pasos para tomar el otro.
La verdad, es que pasando el hambre que he pasado, y viendo lo “bien” que me va yendo cerca del río, no me voy a complicar y voy a seguir yendo a su lado. Si hay gente ahora, seguro que más adelante me encontraré con alguno. Una vez decidido, continúo río abajo, sin encontrar más indicios de pisadas. Mientras avanzo, doy cuenta de los frutos que me quedan y las acid-bruesas recolectadas, comida frugal, pero suficiente.
Llevo todo el día caminando, casi sin paradas, y esta vez, no estoy dispuesto a pasar la horrible noche que pasé ayer. Soñando con los lobos, acojonado por no estar en ningún sitio seguro, no quiero volver a dormir a la intemperie, como antes de anoche, con los lobos que rondan por aquí. Busco un terreno elevado, pero no hay más que montículos de arena sobre algún pedrusco, fácilmente accesibles. La tarde sigue cayendo, y no encuentro nada que me convenza. Busco algún árbol accesible para mí, e inaccesible para un lobo, pero no encuentro nada “trepable” y lo suficientemente acogedor como para tratar de dormir en él. Se me echa la tarde encima, y me voy quedando sin opciones. Encuentro un pequeño claro entre el camino y el río. Tendrá que ser ahí…
Tengo una idea aprendida de la televisión, que tengo que probar. Reúno todas las ramas que puedo, unos cuantos palos largos y rectos, y una roca gorda que llevo arrastrando al centro del claro. También me hago con una buena cantidad de hierba, que será mi colchón. Rodeo todo el perímetro con las ramas menos rectas y más grandes (me ha costado bastante arrancar algunas), poniéndolas de manera inestable, para que con algún pequeño golpe, caigan al suelo y produzcan ruido. Luego como “refugio”, uso una de las ramas rectas más largas, apoyado uno de sus extremos en la roca, y el otro directamente sobre el suelo. Ahora pongo las ramas con hojas a ambos lados de la “viga” principal para que vayan generando un tejado a dos aguas. En la televisión también esto parecía más sencillo. Me lleva mucho tiempo hacer algo decente, pero al final, el resultado parece bastante mejor que dormir al raso. Acumulo unas cuantas piedras, por si acaso, y dejo a mano mi palo. Por si tengo que salir por patas, tengo localizado el árbol que parece más fácil de subir, espero que si me atacan los lobos (o algo) peor, me de tiempo a llegar hasta él. Con todo previsto, me meto dentro del refugio, y me acomodo dispuesto a pasar la noche.