El diario-blog de alguien que dará un giro a su vida, y que, si no le gusta ése giro, dará otro, y otro más... Cuantos sean necesarios hasta encontrar su vida ideal tantos años soñada. Segúramente se parezca demasiado a cualquiera de nosotros, pero la vida es así... http://capitansogul.blogspot.com/

miércoles, 29 de julio de 2009

24. Cazado

Con las primeras luces del alba, me despierto. Voy a buscar el río para asearme y beber. Me encamino hacia la que creo que es la dirección en la que tenía que estar el río, pero aún no lo oigo. Creo que me he alejado bastante. Avanzo despreocupado gracias al bonito día que hace, cuando de repente, me doy de bruces con el campamento de anoche. Hostia!. La he hecho buena, no lo he visto hasta que he entrado en el claro. Les he pillado recogiendo los bártulos y ensillando los caballos. Se han quedado como yo, parados y con los ojos como platos. Parecen rumanos o búlgaros, de bigotes negros y no demasiado altos, muy morenos de piel, y con cara de pocos amigos. Se parecen a la gente del pueblo de “Borat”. Pasados los momentos de indecisión, escasos segundos, dos de ellos se acercan a las sillas, cogen algo y se lo dan a los otros compañeros. Son las armas!. Tres escopetas de un solo cañón y un rifle. Con una tranquilidad pasmosa los amartillan y cargan, sacando la munición de sus bolsillos..Yo estoy aterrado e inmóvil.
Intento hablar, pero no puedo, sólo balbuceo, y no soy capaz de articular palabra. Veo como hablan un momento, y uno de ellos me dice algo en rumano. Al ver mi cara de “No te entiendo”, señala a mi espalda. Miro… Y.. ¡Toma!, ¡Toma! La tenemos liada. Llevo, sin darme cuenta, la bolsa de agua que les robé anoche. ¡Mierda puta!. ¡Cagadón!. Me veo recibiendo una terrible paliza, y uno de estos tipos liándose a machetazos con mi cuello, hasta que arranca mi cabeza del cuerpo. ¡Dios!, creo que me estoy mareando. Tomo aire lentamente para tranquilizarme y poder pensar. ¡Tengo que hacer algo!. Otro me dice algo con mal tono mientras señala su mochila… La carne, y ni siquiera la llevo encima, la he olvidado. Pero… ¿Qué me está pasando?. No me pueden salir peor las cosas. Mientras tiemblo de terror, se van colocando en una fila frente a mí.
¡Me van a fusilar!. Dios, Dios, Dios… ¿!Qué hago ahora!?. Con los ojos como platos y a punto de llorar, uno de ellos se coloca el arma apoyada en el antebrazo y se acerca con una mano extendida. Creo que quiere la bolsa de agua. Claro, no quieren agujerearla.
Veo un resquicio de esperanza. Pongo cara de no entender, por lo que se acerca más y me grita algo agitando la mano hacia mi espalda. Vale, Tengo que hacerlo, eso o me fusilan, tengo que arriesgarme, no puedo quedarme quieto hasta que me disparen. Así que me paso por la cabeza la bolsa de agua y se la tiendo. Cuando la va a coger, más rápido de lo que había previsto, y sacando fuerzas del terror y la desesperación, le encajo un doble vandal chagui en el hígado y el vientre bajo. El vandal es una patada baja y circula rapidísima de Taekwondo, y la doble es igual, lo que pasa es que nada más haber golpeado con una sacas la otra a paseo. Es cuestión de cadera. Otra vez, a frivolizar. El primer vandal lo desplaza a la izquierda y el segundo lo devuelve a la derecha, de la segunda patada se le ha caído la escopeta, y él tiene pinta de que también se va a caer, aunque de momento está doblándose sobre sí mismo. Espero que sus compañeros le aprecien y no me disparen teniéndole delante. Ahora todo parece ir a cámara lenta: Mientras él se sujeta el estómago y se va cayendo hacia delante, el arma continúa su caída, sin esperar a ver que pasa, me giro, dejando caer la bolsa, y echo a correr en dirección contraria. Cuando la bolsa toca el suelo estoy dando mi primera zancada en la dirección opuesta. Entonces, oigo con una total nitidez, como amartilla el rifle, el chasquido del metal al apretar un gatillo… Click… Y un tremendo estruendo a mi espalda hace retumbar mis oídos y mi cabeza mientras pienso: “Gonzalo te han cazado”…

23. Incursión

Al cabo de un rato, que se me ha hecho eterno, he llegado hasta tener su campamento a unos veinte o treinta metros, y me he parado porque tienen caballos, vamos, que suena y huele a caballo, y al llegar hasta donde estoy, me han debido olfatear, y he escuchado rascar de pezuñas en tierra y un par de relinchos nerviosos. No sé nada de caballos, pero me han sonado a nerviosismo. Por lo que dejo el palo apoyado en el tronco de un árbol y me ajusto las riendas que llevo en bandolera para que no suenen. Desde aquí, intento ver lo que pueda de su campamento.
El fuego es muy pequeño, parece un infiernillo, que tiene encima un pequeño cazo o cuenco. Me ha parecido ver tres formas alrededor del cazo, hablando muy bajo, en susurros tan leves que apenas se les oye. Más alejados están los caballos, cuento tres o cuatro, no sé, pero están atados a unos arbustos. Veo entre ellos y los caballos un conjunto de fardos, me imagino que serán las monturas… Al cabo de un buen rato, no me llega ningún olor a comida apetecible, llega un olor agrio como de verduras… Cuando parece que han cocinado lo que querían, uno de ellos coge el cuenco y se acerca hacia los bultos. Ahí, le pierdo de vista, y escucho un sonido como de dolor. Me imagino que habrá tocado el cuenco ardiendo, y se ha quemado. Al momento vuelve al infiernillo sin el cuenco y susurra algo a sus compañeros, y parece que discuten, pues los susurros se vuelven algo más violentos, pero enseguida vuelven a la normalidad y dejan de irse. Apagan el fuego a continuación. Y oigo ruidos de tela, por lo que imagino que se estarán metiendo en los sacos para pasar la noche.
Me quedo inmóvil hasta que, sin saber cuanto tiempo ha pasado, empiezo a oír ronquidos y respiraciones fuertes. Ahora es el momento de acercarme. Llegar hasta su campamento me ha llevado mucho mucho tiempo, no sabría decirlo con exactitud, pero mínimo una hora. Los caballos, se han debido habituar a mi olor a pobre, y no hacen ningún ruido ni relincho extraño. Sólo hay uno que levanta la cabeza, y con cara pensativa me mira, brillándole los ojos como si fueran un Led blanco. Pasando de mi, vuelve a bajar la cabeza, quedando en el campamento todo inmóvil y silencioso a excepción de los ronquidos. Al internarme en el área despejada que ocupan, me doy cuenta de que mi pie ha topado con algo. Lo bajo con extremo cuidado y me agacho a ver lo que es. Parece una cuerda fina, que bordea la parte exterior del campamento. La muevo levemente, y noto movimiento en un árbol próximo. Al fijarme observo que son unos cuantos cacharros de cocina atados a la cuerda. Lo que viene a ser un timbre tosco, pero muy ruidos en medio de la silenciosa noche. Con cuidado lo sorteo y agazapado reviso con detenimiento el pequeño claro que es su campamento. En el centro están los restos de lo que debió ser el fuego, veo algo de madera ennegrecida. A su lado están los sacos, y puedo apreciar cuatro formas dentro. El material del que están hechos no brilla, así que imagino que serán sacos profesionales. Más alejado están unas cuantos bultos, serán sus macutos. En frente están los caballos, cuatro, atados a un arbusto, y entre ellos y el centro del claro están las sillas de montar. Un brillo me hace volver la vista hacia as sillas, y veo un tubo de metal oscuro, como el de un rifle, entre las mochilas. ¡Armas!. ¡Tengo que pirarme ya!. Me acerco hasta donde están las mochilas, y veo una bota grande de cuero con líquido dentro y una correa. La cojo. Pesa bastante y me la cruzo a la espalda, ataco una de las mochilas. Es de cuero y sin hebillas de metal. Deshago un nudo y meto la mano dentro. Encuentro un paquete duro. Lo saco y tiene aspecto de ser un filete grueso de carne, pero está seco como la mojama. Dejo la mochila con cuidado en el suelo, y me alejo. Evito la trampa y salgo del claro. Estoy empapado en sudor. Me marcho evitando hacer ruido, pero sin mirar atrás. Paro regularmente y no escucho gritos de alarma, ni nada parecido. Cuando creo que me he alejado lo suficiente, me siento a tranquilizarme al lado de un árbol, y a revisar mi botín. El paquete es carne, seca y muy dura. Tanto que casi me dejo los dientes al arrancar un trozo. La bota tiene agua, con un regusto dulzón. Le pego un sorbo en condiciones y sigo masticando la piedra que poco a poco se va ablandando a costa de mis mandíbulas. Después de estar masticando eternamente, desprende un sabor a carne rancia y levemente salada. Mejor esto que nada. Satisfecho y agotado. El día de hoy ha sido demasiado intenso para mí. Reúno una buena cantidad de hierba para hacerme un “colchón”, y con lo que sobre taparme para evitar ser visto si se hace de día y sigo sobado.
¡Mierda!, he perdido el palo. Lo que significa que me he perdido más aún. ¡De puta madre!. Mira, tengo que descansar, da igual donde esté, ahora tengo algo que comer y que beber.

22. Voces

Llevo desde que dejé atrás los cadáveres andando como en una nube, en una bruma, veo el paisaje pasar y sé que avanzo, pero avanzo como un zombi, lo veo todo borroso, no tengo claro hacia donde voy, si me he salido del camino… O qué. Sólo sé seguro que no tengo ganas de comer ni de beber, tengo un nudo en el estómago. Me paro, agotado y compungido. Demasiadas emociones para un día. Tengo que volver a despertar, tengo que activarme, si no quiero que me pase lo mismo que… No tengo agua con la que aclararme, pero tengo que activarme de nuevo. Me paro bajo una sombra y comienzo a analizar mi entorno, dónde estoy, la hora que debe ser… Poco a poco recupero la conciencia de donde estoy. Sigo en el sendero, pero ahora es bastante más ancho, de unos dos metros más o menos, pero he salido del desfiladero, y vuelvo a estar rodeado de árboles. La tarde está cediéndole el paso a la noche. Me tengo que poner en marcha de nuevo, y sobre todo buscar agua. Si todo sigue como ayer, el río, debería encontrarse a mi derecha, paralelo al camino, por lo que si salgo de él perpendicularmente, me lo acabaré encontrando. Sólo espero que aún quede algo de luz para encontrarlo. Me interno entre los árboles y arbustos, avanzando con mucho cuidado, que ya me la he jugado bastante no poniendo atención en lo que hacía. Me paro a menudo tratando de escuchar el fluir del agua. En una de ésas en las que estoy parado tratando de escuchar el agua, me quedo helado. ¡He escuchado voces!. Pongo más atención por si es un espejismo provocado por la sed y el hambre. Efectivamente, son voces. Me recorre un escalofrío por la espalda… ¿Y si son los mismos que hicieron lo del desfiladero?. Voy a esperar a que la negrura de la noche lo envuelva todo, y cuando esté adaptado a la oscuridad, avanzaré lentamente hasta las voces.
Una vez me he adaptado a la tenue luz de la luna que se cuela por entre las ramas de los árboles, me paro a escuchar. Han bajado la voz hasta susurros apenas audibles. Tengo que esforzarme por escucharles, ignorando otros sonidos característicos de la noche en el bosque: grillos, zumbidos, algún aullido lejano, algún aleteo ocasional… Cuando llevo un buen rato avanzando en su dirección, les pierdo. ¡Han dejado de hablar!. ¡Me cago en todo, joder!. Parado, me fuerzo a escuchar en la dirección que llevaba, y en ese momento, rompiendo el silencio, puedo escuchar claramente unos golpes sordos, como que estuvieran clavando algo. Después de este ruido no oigo nada, pero la suerte, parece estar conmigo esta noche, pues veo un leve destello de luz… ¡Fuego!. ¡Han encendido fuego!. Estoy acojonado, pero debo vencer el miedo y seguir avanzando hacia la luz, eso sí, con un cuidado extremo. Tengo mucha hambre y sed. Tengo que llegar hasta ellos, pero debo hacerlo en silencio, pues no confío nada en su “hospitalidad”, y no quiero acabar decapitado.

martes, 28 de julio de 2009

21. Cadáver

Dejando atrás el cadáver del caballo, me doy de bruces con una escena que entraba dentro de lo que había podido imaginar mi mente enfermiza. Otro cuerpo, también con varios cuervos encima, aunque menos numerosos. ¡Un cuerpo humano!. Había oído que a veces la imaginación es menos terrible que la realidad, y esto me hace entenderlo. Es terrible, un cadáver humano justo delante de mí. Lo más cerca que he estado de uno fue hace muchos años, yendo con mis padres en el coche, en la carretera de Cuatro Vientos, donde había habido un accidente y estaban tapando el cuerpo de alguien con la tela plateada y dorada. Sólo le vi. las piernas, y todavía lo recuerdo. Ahora lo tengo a escasos diez metros, sin la protección del cristal, sin ningún tipo de protección, en medio del desfiladero, mierda!. Rápidamente me pego a una de las paredes, pero me doy cuenta que es donde más pega el Sol, así que cambio a la otra, con más sombra y que me da la sensación de ofrecer más protección. Con mis dos “hábiles” movimientos, he visto una cosa que me ha dejado petrificado. Ni en los PowerPoints más bestias, había sentido revolverse así mi estómago. El cuerpo está decapitado encima de un enorme charco de sangre, sobre el que revolotean cientos de moscas…
Me sigo acercando por el lateral, y veo que va ataviado con una especie de slip, de tela gris y gruesa, y nada más, desde mi distancia no le encuentro ningún tipo de anillo, ni adorno corporal. El tipo parece ser muy moreno de piel, bastante más que yo, y con el moreno Agromán añadido, vamos que lleva puestos pantalones cortos y camiseta sin mangas pese a estar desnudo. Parece bastante más bajo que yo, suponiendo que tuviera la cabeza en su sitio, claro. Es fornido y velludo, y tiene marcas en los antebrazos como si se hubiera protegido de varios golpes, pero que por lo visto, al final no le ha servido de nada… Qué fugaz puede ser la vida humana, qué frágiles somos, ¿Qué haría este hombre en su vida?, ¿Tendría familia?, ¿Por qué le hicieron esto?, ¿Sufrió mucho?... Aparto estos negros pensamientos y sigo fijándome en el cadáver. Puedo ver más claramente que tiene un agujero oscuro y circular en el vientre, hinchado y amoratado. Sin duda, producido por un disparo. Se parece al tiro que le pegan a uno de los soldados de “Salvar al Soldado Ryan” cuando toman la ladera rodeada de cadáveres de vacas y apresan al malísimo soldado alemán, a quien finalmente dejan huir. Lo que no voy a hacer es ver si le salió la bala por detrás. No tengo muy claro qué fue antes. Si el disparo o la decapitación, pero da igual… ¿Por qué siempre hago esto?, en vez de pensar de manera práctica, me pondo a divagar…
No pienso acercarme a él, ya desde esta distancia, estoy pasándolo fatal. Tengo que contener mis náuseas, y mis ganas de llorar. Aunque no lo parezca, es terrible lo que estoy viendo, por eso igual frivolizo con tonterías, para evitar pensar en lo crudo de la situación. Levanto la vista del cuerpo, y veo a los cuervos que me miran con recelo, esperando a que me vaya para seguir con su tarea. Poco a poco, me voy alejando intentando apartar la vista del cuerpo decapitado, pero no puedo dejar de mirarlo, me tiene como hipnotizado… Un tropiezo con una roca me devuelve a la realidad. Si antes tenía miedo por mi situación, ahora estoy verdaderamente acojonado. Estoy en medio de lo que parece ser algún tipo de guerra entre bandas, o entre etnias rivales, seguramente en algún lugar perdido como Kosovo o así, donde llevan años matándose por su nación, por sus culturas y por la religión, y donde este tipo de cosas son “habituales”. Menudo percal se me presenta, secuestrado y huido, en medio de vete a saber qué guerra. El lugar apesta, los charcos de sangre están endureciéndose, coagulándose. Tengo que salir deprisa de aquí. Me voy lo más rápidamente que me permite el miedo a echar a correr y hacerme notar demasiado. Un par de minutos después, me paro, apoyado contra una roca, a recuperar el resuello y a tranquilizarme. Espero que si alguno de los que han hecho esto, me ve, tenga claro que no tengo nada que ver ni con unos ni con los otros. Que me vean andrajoso, de piel clara, sucio y desaliñado, pero afeitado… ah, no, de eso hace cinco días, ahora que me palpo la cara, noto una barba incipiente que me debe hacer quedar como un indigente, añadido a que seguramente esté más delgado por mi mala alimentación… Espero que esto sea suficiente para que no me confundan… Aún así, tengo que evitar dejarme ver, pues no sé porqué razón hicieron lo que hicieron, así que más me vale andarme con ojo a partir de ahora.

lunes, 27 de julio de 2009

20. Sangre

Acelero el paso, pues, si hay buitres, igual queda algo de carne comestible del animal moribundo o muerto sobre el que pretenden caer. Pienso en comer comida “de verdad”, y me pongo a salivar. Soy como "Homer" pensando en rosquillas. De repente, doy un paso, y noto como mi pie se humedece. Miro donde he pisado, y veo un charco oscuro, marrón oscuro y denso. Fijándome con más detenimiento, me acerco, y parece ser sangre. Me quedo helado. Es sangre. Tengo mi pié mojado en sangre. Todos mis pensamientos sobre comer carne se esfuman y se me empieza a hacer un nudo en el estómago. Sea lo que sea que hay más adelante tengo que seguir y descubrirlo.
Avanzo hasta llegar a unas rocas, inestables, que bloquean el camino. Parecen ser de algún desprendimiento. Las paso con cierta dificultad, pero sin lesiones, y continúo mi camino. Mientras avanzo, mi mente trata de dar explicación al charco. Seguro que ha sido uno de los caballos que pasó por delante de mi, que en las rocas ha debido dar un traspiés, se ha abierto una herida y se ha quedado inconsciente, lo que ha generado el charco. Luego, ha recuperado la consciencia y ha continuado con su herida abierta, cayendo más adelante, donde los buitres van a dar cuenta del pobre animal. Si la historia no ha sido así, ha sido otro animal que ha caído desde una de las paredes, igual provocando el derrumbamiento que he sorteado. Seguro, habrá sido algo así.
Doblando un recodo del camino, me quedo horrorizado. Veo ante mí una escena dantesca. Un nutrido grupo de aves negras, está sobre el cuerpo de un animal. Al acercarme levantan el vuelo al unísono, dejando el cuerpo desmadejado de lo que parece ser un caballo.. Me fijo, con cierto asco, que uno de los cuervos lleva algo redondo y blanco en el pico… rodeo el cuerpo y veo que de su estómago sobresale un asta, como una lanza o algo parecido, que, supongo yo, al caer, le ha rajado el vientre y ha dejado esparcidas por el suelo, parte de sus húmedas vísceras. Al ver esto me viene inmediatamente una terrible arcada, que de no ser por lo poco que tengo en el estómago, habría acabado en vómito seguro. Asqueado, me acerco al palo, e intento sacárselo, pero debe estar alojado en el hueso de la cadera o de una de las patas traseras, ya que al tirar, cruje a hueso, y una de ellas se mueve…Mmmmf… Otra arcada. ¡Que asco de sabor a bilis!. Lo voy a dejar, que al final, echo todo lo poco que queda en el estómago. Me paso a la parte de la cabeza, donde veo que tiene los arreos típicos de un caballo. No sé el nombre técnico, pero sé que son un conjunto de cuerdas de cuero y hebillas, que voy a reutilizar, que nunca se sabe. Con cuidado, provocado por la aprensión que me provoca el caballo muerto, le desato las cinchas de la cabeza, pero tiene mordida una parte de metal a la que van unidas éstas. Tiro, y tiro, pero no hay manera, solo consigo que mueva la cabeza de forma desagradable, y el hueco donde antes tenía un ojo, siento que me mira con desaprobación. Voy a dejarlo así, y voy a intentarlo haciendo palanca. Piso su mandíbula con el pié, y hago palanca con el palo en el hueco donde está mordiendo la dichosa pieza. Poco a poco voy sacándola. No quiero mirar, pero ha crujido algo y ha sonado a diente roto. ¡Dios!, que salga ya. Al final sale, y no es una pieza entera de metal, son dos, unidas por una arandela gorda. Me cruzo en bandolera el conjunto de riendas, y me aparto del caballo, sin mirar atrás. Dejando al animal a merced de los insectos y animales que lo utilicen como alimento, sigo adelante. Mientras me alejo, pienso en uno de los capítulos de “Ultimo Superviviente” en el que se encontraba con un camello muerto en pleno desierto, y era capaz de aprovechar del animal casi todo, e incluso de beber “agua” de su estómago. Sólo imaginarme metiendo la mano dentro de las tripas del animal, me provoca arcadas, así que ni pienso si llegara a hacerlo.
Volviendo la vista al camino, veo algo que me saca de mis ensoñaciones: El suelo está teñido de marrón oscuro, de sangre. Y en las zonas donde no hay tierra, hay pequeños charcos, alrededor de los cuales hay moscas zumbando.¿Qué ha pasado aquí?. Tengo mucha imaginación, y puedo creer saber lo que ha ocurrido, pero va contra toda lógica, aunque no sé de que me sorprendo, pues lo que me ha pasado a mi tampoco tiene ninguna…

19. Desfiladero

Al cabo de unas cuantas horas de infructuosa búsqueda de alimento, vuelvo al camino, pero las huellas de los cascos han desaparecido. No me complico, y sigo por el sendero, en la que creo que era la misma dirección que llevaba, y al momento veo que acierto porque el sendero va haciéndose cada vez más ancho y menos frondoso. A los laterales sigue habiendo todavía mucho árbol y vegetación, pero ahora hay más profusión de rocas. Esto continúa así, hasta que gran parte de los árboles son sustituidos por rocas, hasta que casi parece que he salido de lo más frondoso del bosque. Entre unas rocas veo un arbusto, parecido a los de las “frambuesas agrias”, del que me alimento malamente. Ahora necesito beber, por lo que busco de nuevo el río, me cuesta un poco, pues sin darme cuenta, el camino se alejaba de él. Me vuelvo a internar en el bosque, aunque para no perderme, y poder volver de nuevo al camino, voy rompiendo ramas. Lo localizo al cabo de un rato de aguzar el oído. Una vez saciada mi sed, y pasado el agrio sabor de boca de mi alimento, vuelvo al camino. Suerte de rastro de ramas rotas y pisoteadas, que si no, me podría haber perdido, dentro de lo que ya lo estoy, claro.
Según continúo por él, los árboles van tornándose arbustos y matas, y cada vez hay rocas más grandes a sus lados. Por lo que veo más adelante, acaban convertidas en dos paredes que lo flanquean. En unos pocos minutos, me encuentro caminando entre paredes de roca, por una especie de desfiladero. Es un paraje bastante similar a La Pedriza, mucha roca blanca y gris, con arbustos por todos lados. Pero no creo que esté en ella, no con mi suerte. Parece el típico lugar en el que los indios emboscaban a los vaqueros en las películas del Oeste. A medida que avanzo las paredes se apartan unas de otras y se elevan aún más, y el camino comienza a serpentear. Mirando al cielo puedo ver a no demasiada altura unas aves enormes, de un marrón grisáceo, volando en círculos. No los he visto antes porque están volando a poca altura y con tanto risco, he tenido que estar muy cerca para verlos. Son buitres.