El diario-blog de alguien que dará un giro a su vida, y que, si no le gusta ése giro, dará otro, y otro más... Cuantos sean necesarios hasta encontrar su vida ideal tantos años soñada. Segúramente se parezca demasiado a cualquiera de nosotros, pero la vida es así... http://capitansogul.blogspot.com/

viernes, 24 de julio de 2009

18. Sonidos

Me despierto con dolor de espalda, y las piernas colgando, de ahí el dolor. Me incorporo abriendo los ojos, y está amaneciendo. He debido dormir unas buenas diez horas o así. Me siento dolorido por la postura, pero descansado. Intento estirar la espalda ahí, arriba, pero no es buena idea. Me bajo y estiro la espalda. Me siento bien, hambriento, pero bien. Por lo que me pongo en marcha para asearme y continuar mi camino siguiendo las huellas de los cascos. No me complico en ponerme a buscar comida, una vez aseado y bebido, sigo mi camino. Hoy todo pinta de mejor color, lo noto, hasta se ve el cielo más despejado, se ven más pájaros. Vaya, entonces parece que el bosque empieza a clarear y a ser menos denso, pero el camino se sigue perdiendo entre los árboles más adelante, por lo que sigo con la sombra asegurada. De repente una ráfaga de viento trae hasta mis oídos sonidos de civilización. ¡Sí!, ¡Lo he conseguido!, cerca de aquí, tiene que haber algún pueblo o ciudad, porque el viento me trae entrecortados ruidos de actividades humanas, no sé como describirlos, pero unas veces suenan como muchas voces gritado, y otras como metal. Me da que debe ser algún mercado, o alguna obra. Mientras argumento teorías sobre el origen del ruido, me parece escuchar… música!. Me llegan notas de trompeta, seguro que el pueblo está de fiesta y la banda del pueblo está probando el audio. De repente el viento cambia de sentido, y dejo de escuchar nada, por mucho que lo intento. Bueno, qué más da, si voy en la dirección correcta. Me pongo a pensar el las fiestas de los pueblos: Mucha comida, mucha bebida y Paquito el Chocolatero… No puedo evitar sonreír al pensar en las fiestas de los pueblos.
Me da la sensación de que avanzo más deprisa, hasta que de repente, tropiezo con algo y me caigo al suelo. Cuando me incorporo y descubro lo que es, veo que es un trozo de madera atravesado entre dos piedras y camuflado por la hierba baja. Lo desencajo y lo observo con curiosidad. No es cualquier palo, es un palo creado por manos humanas. Parece un palo recto, de cómo metro y medio, con un perfil circular en casi toda su longitud, que según se acerca a uno de los extremos se torna cuadrada y algo más grueso. Seguramente sea el mango de algún tipo de herramienta, pues en la sección cuadrada tiene como dos agujeros de clavos o tornillos, y la marca de haber tenido algo metálico sujeto a esos agujeros. Deshecho mi viejo palo, y me quedo con éste que parece mucho más sólido.
Según avanzo, los sonidos que se oían, cada vez me llegan más entrecortados, hasta que al final, dejan de llegarme. Sigo mi camino en dirección del sonido, la misma que llevo, por lo que no creo que pueda equivocarme. Estoy muy hambriento. Llevo cuatro días comiendo “pipas” y hoy, todavía, no he comido nada. Cada vez hacho más cosas en falta, y el imaginar tan cerca el regreso a casa las hace muy cercanas, mi novia, mis amigos, mi taekwondo, mi nevera llena, mi trabajo de mierda… Todo lo que tenía. Si llego a saber esto, ni me planteo siquiera un cambio de peinado. Porque visto lo visto, siempre se puede empeorar, y siempre hay un sótano en el que caer más bajo. El hambre retuerce mi estómago, por lo que no me queda más opción que buscar algo que comer. Intento no desviarme demasiado del camino, mientras pienso en ése pueblo que me espera aún de resaca por las fiestas…

17. Como Dios manda

Voy entre los árboles caminando en paralelo al sendero, buscando mi sitio ideal para pasar la noche. Igual que hasta ahora, todavía no encuentro nada que me ofrezca protección, y de momento he tenido bastante suerte, la verdad, pero en mi cabeza resuenan todavía los aullidos y las dentelladas que, imaginariamente, debían estar lanzando al aire… Aún me da escalofríos pensar en esto. Tengo que encontrar un sitio "como Dios manda" para pasar la noche y descansar en condiciones de una puta vez. ¡Qué curiosa expresión!, “Como Dios manda”. ¿Acaso Dios bajó a la tierra a hacer todas y cada una de las cosas en las que se puede utilizar la expresión?. No, por supuesto. Todo esto viene por las normas de conducta que nos han dictado desde que éramos pequeños, dictadas por la Iglesia, que aprovechó los antiguos conocimientos de los santos libros para crear sus propios Dogmas. Por eso, creemos en un Cielo y un Infierno, al que acabarás yendo si te portas mal, si haces esto o dejas de hacer aquello… Menudos pensamientos de informático friki, si estuviera en otra época, ahora mismo estaría atado a un poste y en llamas, por hereje y por cabrón.
Mientras deambulo pensando tonterías, he llegado a un árbol, no demasiado alto, pero que tiene dos buenas ramas que nacen paralelas de su tronco, y que al llegar al metro y algo se separan a un lado cada una. Pienso que la parte en la que están unidas, puede darme algo de comodidad y protección para pasar la noche. Me subo al árbol, con cierto esfuerzo para ver qué tal están por arriba, y bueno, se puede estar. Romperé con una piedra las pequeñas ramas que asoman hacia arriba, y con hierba rellenaré el hueco entre ambas ramas. Aún así, tendré que dejar las piernas colgando o dormir acurrucado porque no quepo entero. Reúno hierba para hacerme el colchón, y busco unas cuantas bayas más. Cuando lo tengo todo preparado, como estoy cansado, me subo a al árbol para acoplarme sobre la “cama”, e intento dormir. Deben ser cosa así de las seis o las siete, y todavía es de día, pero necesito descansar, como Dios manda.

16. Caballos!

Ante las vibraciones, me aparto aún más del camino, protegiéndome junto a una roca.
En unos pocos segundos conozco el origen de las vibraciones. Parecen cascos de caballos, En seguida, las vibraciones vienen acompañadas por el sonido, esta vez, si me llega claro, es el sonido de cascos de caballo, no se si al trote, pero parece que deprisa. Suenan cada vez más cerca y parece que van por el camino, por lo que les voy a tener aquí en breves instantes. El miedo, se apodera de mi, y me sitúo detrás de la piedra, oculto de lo que pueda venir por el camino. ¿Serán mis captores buscándome furiosos por mi huida?. No tengo mucho tiempo de reacción, por lo que aferrado a mi palo, cada vez me acurruco más tras la piedra, tanto que hasta oculto mi cara, justo cuando los cascos atronadores está encima de mí, me doy cuenta de ello y me asomo tarde, sólo alcanzo a ver, entre el polvo dejado por los animales, la trasera de un caballo, con fardos a los lados que enseguida desaparece entre los árboles. Mientras espero a que el polvo se asiente, que vuelve otra vez energía. Estoy en el camino correcto, pues sin duda esos animales iban guiados por personas. Lo que me parece realmente curioso es el hecho de que todavía, en el siglo veintiuno, haya personas que usen el caballo como transporte, aunque aquí parecía más adecuado que un Quad, debido a la estrechez del sendero. Me consuela el pensar que no buscaban a nadie, más que nada por la velocidad a la que han pasado… Aunque… Igual iban huyendo de alguien… Lo mismo hasta son cazadores furtivos que perseguían a alguna pieza, pero si es así, me ha extrañado no oír ladridos de perros, aunque si iban entre los caballos, con el estruendo de sus cascos no es tan extraño no haberlos oído. Igual tenía que haber salido de mi escondite, para contactar con ellos, pero a la velocidad a la que han pasado, me habrían arrollado, sin poder detenerse a tiempo… Lo bueno es que ahora tengo unas huellas claras que seguir.
Vuelvo al camino. El arreglo de las sandalias parece que no está mal, ha funcionado y no se me desmadejan. Sigo andando y por el hambre que tengo y la sombra casi vertical de los árboles, debe ser alrededor de la una. Tengo que buscar algún alimento, pero no soy capaz de encontrar a ningún animal comiendo al que robarle la comida, así que si encuentro algo tendré que arriesgarme. Después de un buen rato de buscar por entre la vegetación, he encontrado un matorral, parecido al de las frambuesas del otro día, pero no tiene ningún pájaro comiendo de él… Al lío, pillo las frambuesas, y “pa´dentro”, saben ácidas, igual que las otras que encontré, así que no debería ser venenoso, ni demasiado malo. Esta vez voy a preparar la noche con más cuidado, de hecho voy a empezar ya mismo, porque entre que me paso los días caminando, con hambre y duermo poco y mal, mi mala hostia aumenta por momentos, y tal cual estoy, tengo que mantener la cabeza fría, no puedo dejarme llevar por arrebatos o ataques de ira.

jueves, 23 de julio de 2009

15. Vibraciones

Me acabo de despertar donde me quedé anoche riendo. Tengo dolor en la mandíbula de las carcajadas. Lo que me devuelve otra vez al lugar en que me encuentro. Sigo perdido, sigo hambriento, rodeado de árboles, arbustos, plantas, insectos y vete a saber cuantas otras alimañas que no se dejan ver… Sorprendentemente, no tengo muchas picaduras de insecto, será porque apesto, y estoy sucio, pero me viene bien. No hay cosa que menos me guste que ser picado por un mosquito, y todo, por culpa de unos dibujos en los que un mosquito transmitía el SIDA... Desde entonces, me da bastante reparo.
Ahora con la túnica rota, un palo y el “amuleto”… Estoy de nuevo listo para continuar. Antes, y por si acaso (por si acaso qué), deshago el campamento, y mientras estoy deshaciéndolo, me planteo que igual me habría salido todo mejor de haberme quedado en el cobertizo, seguro que me darían de comer (comida de verdad) y de beber, y por lo menos tendría la esperanza de que alguien sabría dónde estoy. Me habría enterado de lo que querían por mí… Pero, ¡Basta ya!, vuelvo a empezar otra vez. Gonzalo, estás aquí, y ahora, dar vueltas a lo que ya a pasado, si no es para aprender, no sirve para nada, así que adelante, que voy a salir de ésta. La desesperación no me lleva a nada. Voy al río a asearme, y a buscar algo para comer. Aseado y hambriento, vuelvo al sendero y comienzo mi marcha.
Es curioso que en estos días, no he abierto la boca para decir nada, hasta anoche, donde desempolvé mis cuerdas vocales con el pobre ciervo. Seguro que si hubiera sido un ejemplar anciano, lo habría matado de un infarto. Casi no recordaba ya como sonaba mi voz, así que voy a hacer memoria, y para llevar mejor el hambre mientras avanzo, voy a ir tarareando alguna canción. Me vienen sólo los temas que más escuché, por lo que inevitablemente, acabo cantando a los Piratas…
Llevo un buen rato andando y cantando, con mis tripas sonando al compás, cuando se me deshace una de las “sandalias”. Me aparto sin pensarlo a un lado del camino, cosa curiosa, puesto que no he visto a nadie y no tiene pinta de que nadie vaya a pasar, pero las costumbres son las costumbres. Me siento contra una roca y comienzo con mi labor de zapatero. Se me ha deshecho la tela que unía las “suelas” a mi pie. Así que tengo que romper más tela de mi cada vez más menguante túnica. Decido romperla de las mangas, ya que si lo saco del bajo, va a parecer que voy en minifalda, y la verdad, prefiero ir sin mangas. Cuando ya lo tengo casi todo listo, y estoy atándomelas de nuevo, noto como el suelo vibra. ¿Será un indicio de terremoto?. ¡Lo que me faltaba!. ¿Qué más me puede pasar ya?.

14. Crujidos

Es de noche, estoy sólo, en medio de un bosque que desconozco, en medio de un claro, dentro de un refugio de papel y rodeado de vete a saber qué bichos. Estoy cagado de miedo. Toda mi determinación, se ha ido al garete, se ha evaporado junto con los últimos rayos de Sol, y para colmo no he conseguido dormirme. Ahora mi cabeza no hace más que traerme recuerdos de los aullidos de ayer, y aumentar cualquier pequeño sonido a mi alrededor, sonidos típicos de cualquier bosque, insectos, hojas, ramas de árboles crujiendo, aves nocturnas… Tengo que confiar en el perímetro de ramas, cualquier cosa o animal que intente entrar hará que se caiga alguna rama, y me alertará. Debo concentrarme en dormir, necesito descansar.
Debo llevar bastante tiempo dormido, porque he oído el crujido de una rama al caer en sueños, y sólo me he dado cuenta de dónde estoy al cabo de un rato. Abro inmediatamente los ojos, y agudizo el oído intentando escuchar, qué es lo que ha entrado en el “campamento”. Oigo pasos amortiguados, y una respiración muy leve. Mierda!. Otro descuido más que añadir a mi lista. Me quedo completamente inmóvil, casi sin respirar para no hacer ruido, intentando entrever el origen del ruido por entre los huecos entre las ramas de mi refugio, pero la poca y mortecina luz de la luna que se filtra entre los árboles, no es suficiente para poder localizarlo con la vista. Sigo oyendo como sigilosamente el animal (o animales) se mueve a mi alrededor. Muy lentamente aferro el palo con fuerza. Sigo inmóvil esperando que lo que sea se aleje, pero pasan los minutos, y siento que todavía está ahí. Sólo puedo hacer una cosa, tirarme un farol, y echar a correr al árbol.. Justo entonces… Chak!, una rama pisada suena demasiado cerca de mí. Sin pensarlo, me incorporo de golpe y gritando con todas mis fuerzas. Deshago un lateral del refugio y blandiendo el palo, intento localizar alguna forma abalanzándose sobre mí. Mi grito y el susto debieron pillar desprevenido al animal, que durante unos breves instantes, debió dudar sobre qué hacer, lo que me permitió ver qué coño era. Inmediatamente, en un par de ágiles saltos, el animal salió del claro y lo perdí de vista. Jadeando y alteradísimo, proceso lo que he visto, y sólo era un ciervo, o al menos lo parecía, un ciervo sin cornamenta, pero ciervo al fin y al cabo. Mientras respiro agitadamente para tranquilizarme, me vuelvo a sentar pausadamente, sin soltar el palo. Poco a poco, me voy tumbando boca arriba, y casi sin darme cuenta, empiezo a sonreír, la sonrisa comienza a ser risa hasta terminar siendo carcajada. No sé si será mi explosión de tensión, o mis nervios que ya no pueden más, pero no puedo dejar de reír… Llevaba bastante tiempo sin reír, la verdad, y esto me está desahogando…

13. Rastreando

Un dolor del cuello me saca de mi sueño, cojonudo, tengo una capacidad increíble para dejarme vencer por el agotamiento en los momentos más oportunos. Me podían haber arrancado un brazo de un mordisco, y a lo mejor así, me habría despertado… Soy de lo que no hay. He oído por ahí, que las situaciones de estrés prolongadas, pueden provocar somnolencia, pero esto sobrepasa los límites normales… No me voy a parar a darle demasiadas vueltas, tengo todavía un camino que hacer y un objetivo que cumplir: Volver a casa.
Salgo de la choza y hago unos estiramientos de cuello, porque me he quedado verdaderamente dolorido por la postura de anoche. Me planteo tomar otro camino, que se aleje del río, pero lo descarto en seguida…. Donde hay un río tiene que acabar habiendo gente. Por lo que vuelvo sobre mis pasos a retomar el camino. Al llegar a la parte con tierra, me llevo una gran sorpresa, ¡hay pisadas!. ¡¡Pisadas humanas!!. ¡¡Gente que ha pasado por aquí!!... Ayer no había más que tierra sin marcar… Aprecio que las huellas van en el mismo sentido que el río, y que llevo yo. Son unas huellas de zapatos Camper, o imitación del modelo, “Pelotas”, que tiene una suela característica, formada por muchos semicírculos y que deja una huella única. No sé si era sólo uno o más de uno, pues en el camino, lo que prima es la tierra endurecida, las zonas con arena suelta, son menos frecuentes, y además, no tengo ni puta idea de rastrear. Identificar una huella de zapato, es a lo más que llego. Muy animado y acuciado por la prisa por encontrarles, ni me planteo el desayunar, pese a que me deben quedar cuatro o cinco frutos. Voy al río a asearme, y después de dos días a “descomer”, pues los peligros parece que estriñen, pero al final…Cuando he terminado me lavo, bebo y en marcha.
En mi caminar, y con mi amplia experiencia en la imitación animal, “recolecto” unos pocos frutos más, parecen frambuesas, pero son bastante amargos, aún así, son comida y van a la capucha. Espero que las huellas que voy siguiendo, no sean de mis perseguidores, que por haberme apartado del sendero, me hayan perdido y adelantado. Aún así, no confío demasiado en esto porque llevo dos días pateando el campo, y no he visto otros seres humanos, por lo que casi descarto que me estén buscando. Seguramente hayan sido unos cazadores, buscando alimento, o recogiendo setas o haciendo cosas de campo… O qué sé yo. Mientras estoy en éstas, el sendero se bifurca. Un camino, sigue mi dirección, y el otro se aleja diagonalmente de éste. Mierda. Con mis recién aprendidas dotes de rastreador, busco por cuál de los dos caminos se han ido las huellas, pero al cabo de unos minutos, no he encontrado nada determinante. Tengo que escoger uno de los dos caminos y seguirlo hasta que encuentre señales de que han tomado ésa dirección, y si no las encuentro, volver sobre mis pasos para tomar el otro.
La verdad, es que pasando el hambre que he pasado, y viendo lo “bien” que me va yendo cerca del río, no me voy a complicar y voy a seguir yendo a su lado. Si hay gente ahora, seguro que más adelante me encontraré con alguno. Una vez decidido, continúo río abajo, sin encontrar más indicios de pisadas. Mientras avanzo, doy cuenta de los frutos que me quedan y las acid-bruesas recolectadas, comida frugal, pero suficiente.
Llevo todo el día caminando, casi sin paradas, y esta vez, no estoy dispuesto a pasar la horrible noche que pasé ayer. Soñando con los lobos, acojonado por no estar en ningún sitio seguro, no quiero volver a dormir a la intemperie, como antes de anoche, con los lobos que rondan por aquí. Busco un terreno elevado, pero no hay más que montículos de arena sobre algún pedrusco, fácilmente accesibles. La tarde sigue cayendo, y no encuentro nada que me convenza. Busco algún árbol accesible para mí, e inaccesible para un lobo, pero no encuentro nada “trepable” y lo suficientemente acogedor como para tratar de dormir en él. Se me echa la tarde encima, y me voy quedando sin opciones. Encuentro un pequeño claro entre el camino y el río. Tendrá que ser ahí…
Tengo una idea aprendida de la televisión, que tengo que probar. Reúno todas las ramas que puedo, unos cuantos palos largos y rectos, y una roca gorda que llevo arrastrando al centro del claro. También me hago con una buena cantidad de hierba, que será mi colchón. Rodeo todo el perímetro con las ramas menos rectas y más grandes (me ha costado bastante arrancar algunas), poniéndolas de manera inestable, para que con algún pequeño golpe, caigan al suelo y produzcan ruido. Luego como “refugio”, uso una de las ramas rectas más largas, apoyado uno de sus extremos en la roca, y el otro directamente sobre el suelo. Ahora pongo las ramas con hojas a ambos lados de la “viga” principal para que vayan generando un tejado a dos aguas. En la televisión también esto parecía más sencillo. Me lleva mucho tiempo hacer algo decente, pero al final, el resultado parece bastante mejor que dormir al raso. Acumulo unas cuantas piedras, por si acaso, y dejo a mano mi palo. Por si tengo que salir por patas, tengo localizado el árbol que parece más fácil de subir, espero que si me atacan los lobos (o algo) peor, me de tiempo a llegar hasta él. Con todo previsto, me meto dentro del refugio, y me acomodo dispuesto a pasar la noche.

miércoles, 22 de julio de 2009

12. El Claro

Que bien, con provisiones y siguiendo un camino, estoy seguro que voy a acabar por encontrar a alguien, y el haber encontrado el “amuleto” seguro que hace mejorar mis circunstancias.
Ya está empezando a anochecer, pero con el estómago medio lleno, habiendo bebido agua, y el buen tiempo que hace por entre los árboles, esta tarde se me ha pasado volando, como si fuera un auténtico paseo por el campo. Casi ni noto los pies cansados y doloridos. Aún así tengo que parar y buscar algún sitio para pasar la noche, porque sé que en cuanto pare, voy a notar toda la caminata del día. Buscando una zona cómoda, para descansar, he estado a punto de pasarme un desvío en el sendero, aunque más que un desvío, es un sendero como el que seguí al principio, pero éste tapizado de hierba, como si llevara tiempo sin usarse, pero los matorrales si forman un pasillo que lo delata. Me interno entre los matorrales y veo que se aleja del río, zigzagueante, abriéndose paso entre los árboles hasta desembocar a un pequeño claro, y en el centro del claro veo… ¡Una construcción!. Sí.!!Hay vida!!, !!Ayuda!!. No hay que volverse loco, tengo que ir con cuidado por si es algún refugio de mis secuestradores, y todavía están ahí… Cojo el palo, y con cuidado voy rodeando la choza. Parece estar hecha de barro y piedras, con planta circular y techo de paja. De momento no alcanzo a ver ninguna abertura en la misma, ni tampoco oigo nada. Cuando casi he cubierto la mitad de mi rodeo, veo que una parte del techo está hundida, tiene una puerta, o al menos el vano está ahí, no se si habrá. Con el palo en ristre, voy avanzando cautelosamente, (mi calzado para esto es una maravilla, parezco un gato) desde la parte trasera de la casa, me voy acercando a la entrada. Me paro y escucho. No se oye nada. Me asomo rápidamente por la puerta y me retiro, tiempo justo para echar un vistazo rápido (como las fuerzas especiales en las películas…no lo puedo evitar, cuando hay situaciones de estrés, tengo que pensar siempre alguna parida). Puedo apreciar que no hay nada más que unas maderas y restos del tejado en el suelo, ni rastro de gente. Con cuidado y lentamente entro en la choza, y efectivamente, está vacía, solo hay unas cuantas maderas, de lo que debió ser la puerta, esparcidas por el suelo y la parte del tejado que ha caído, clara muestra de abandono. Menuda decepción, no hay nadie, ni muestras de que lo haya habido desde hace mucho… Mira hay que pensar lo bueno, estaba buscando un sitio para dormir, y lo he encontrado. Ahora sólo tengo que ahuecar la paja, apilar las maderas en la entrada, y prepararme para dormir (espero que no haya arañas que me dan mucho asco). Antes de tumbarme, me como dos frutos de los que me quedan, y listo, me tumbo y casi inmediatamente noto como el cansancio me invade…
Estoy en casa, viendo la tele, una reposición del programa de Félix Rodríguez de la Fuente, en la que parece que analizan los aullidos, pero presto mucha atención a lo que dice, los aullidos me tienen hipnotizado… Los oigo cada vez más cerca, nervioso estiro la mano para coger el mando y apagar la tele… Pero, ¡No llego!. ¡No hay mando, no hay sofá!. ¡¡Coño!!, ¡Lobos!, ¡Lobos de verdad!... Me incorporo de un salto y busco a tientas el palo. Todavía resuenan en mis oídos los aullidos, pero no es un sueño, los estoy oyendo muy cerca. Esta vez estoy muerto, seguro, me imagino como trozos de carne sanguinolenta entre los dientes de estos preciosos animales, ¡Joder!, ¿No estaban extintos?. Me acurruco en el extremo opuesto a la puerta con el palo aferrado entre mis manos temblorosas. Estoy aterrado, no quiero morir así.
Me quedo completamente inmóvil, tratando de que mi respiración acelerada no suene, mientras espero a que un enorme lobo negro entre en la choza de un salto y dé cuenta de mí de una sola dentellada. ¿Por qué me habré escapado del cobertizo?.

martes, 21 de julio de 2009

11. El amuleto

Mientras avanzo por el sendero, mucho más cómodo que entre raíces y ramas, veo un reflejo en el suelo, algo más adelante en el camino. Me quedo parado tratando de localizarlo. Más o menos veo donde está, más adelante se hace un poco más ancho el sendero, y está en uno de los laterales, así que voy para allá. Una vez en la zona despejada, no encuentro el origen del brillo, ¡Joder!. Me pongo a cuatro patas a rastrear el lugar que había de tener el objeto que brillaba. ¡Eureka!. En una zona donde la tierra es marrón oscuro, está el origen del brillo. Es una especie de moneda, y digo especie porque no es del todo circular, parece un círculo, pero es imperfecto. Tiene sólo una pequeña parte que brilla, pues el resto está cubierto de algo marrón, como su fuera un liquido que se ha secado sobre ella. Escupo y lo limpio con la manga. Ha costado limpiarlo porque tenía la mierda ésa bien pegada, pero ahora se ve algo mejor. Es una moneda plateada que debe haber sido golpeada (de ahí su deformidad), tiene dos caras y es bastante grande, comparada con las que tenemos en España. Tiene el tamaño de la antigua moneda de veinticinco pesetas (no la el agujero, la más antigua) y un grosor considerable. Las letras se habrán deformado por el golpe, pues aunque legibles, no se entienden, y no aparece el año de acuñación. Por un lado tiene una cara con un casco espartano (como los de la película "300") y por el otro, unos caballos tirando de un carro... Pero no la reconozco. De todas maneras, encontrar una moneda siempre es señal de buena suerte, y lo mismo esta moneda es una antigüedad, aunque está demasiado nueva y poco erosionada, como para serlo. Las monedas antiguas, las de los museos, tienen “solera”, se nota que llevan muchísimos años a sus espaldas... Así que igual no es ni una moneda, y es sólo un amuleto imitando algo. Sea lo que sea, a la capucha va. Ahora que me levanto, es curioso que la moneda-amuleto estuviera en la parte donde la tierra es marrón oscuro... Igual un afluente del río ha sacado la moneda de entre la tierra y ésta ha pasado del fondo hasta arriba, por eso tiene este color ya que está seca. Pero bueno, qué más da, tengo un camino que hacer para salir de aquí, entretenerme con esto no me lleva a nada. Bueno, sí, me ha servido para descansar las piernas…

lunes, 20 de julio de 2009

10. El bulbo

No sé cuánto más habré avanzado, pero mi camino se ha ido poblando de muchos más árboles, por lo que ahora es bastante más difícil seguir mi camino paralelo al río. He seguido intentándolo hasta que ya es casi imposible las ramas bajas, las raíces y los arbustos me cierran el paso continuamente, para colmo, entre tanto árbol y con el ruido del río, las ramas y los pájaros, sería bastante fácil que, si alguien pasara cerca de donde estoy, ni le oiga ni le vea, así que no me queda otra opción que apartarme del río. Aún así, seguiré intentando mantener la misma dirección que llevaba hasta ahora, y el río a una distancia suficiente como para seguir teniéndolo localizado. Para no complicarme, ni desorientarme demasiado, me muevo perpendicularmente al río, hasta encontrar una vía más despejada. Me alejo lo suficiente como para que aunque esto siga siendo espeso, por lo menos pueda seguir avanzando. Me pregunto cuánto me habré adentrado en este bosque, y dónde coño estaré.
Me está volviendo el hambre, voy a buscar algún arbusto o planta baja como el de ayer, "lechuguero", o a intentar cazar algo (si, claro...). Empiezo a andar con mucho cuidado poniendo toda mi atención en cualquier leve movimiento, con el palo en ristre, listo para dar un golpetazo a cualquier bicho descuidado que se ponga a mi alcance. Avanzando a este ritmo puedo fijarme en todo, y veo movimiento de pájaros en un árbol un poco más adelante. Me acerco con cuidado, y veo pájaros picoteando unos frutos del árbol. Al igual que con el conejo, si ellos pueden comer, yo puedo comer. Fijándome en detalle, mas que un árbol, parece un arbusto hipertrofiado, con un tronco grueso y grisáceo, de hojas más anchas de lo normal (lo normal para mí, claro) y de cuyas "flores" verdes, cuelga el fruto del que picotean las aves: Es una especie de bulbo verde oscuro, casi marrón. Al acercarme, y tocarlo, veo que parece que está duro, firme. Lo abro con las dos manos, y por dentro tiene una piel carnosa entre blanca y amarillenta, tirando a naranja hacia el centro. Lo huelo, bastante receloso de su aspecto, y no está mal, huele a dulce!. Lo tiento con un tímido mordisco, y tiene un sabor aceptable, sabe dulce pero con un regusto amargo. Es como cuando comes piña en almíbar, que aúna lo dulce del almíbar con el toque ácido de la piña, pero sin el sabor a piña, claro. Comparado con la "lechuga" esto está buenísimo. Así que voy a comer cuantos pueda… Aunque ahora que me fijo, hay muchos frutos picoteados y con bichos... Cojo todos los que están sin intrusos, ni dañados. Me lleva algo de tiempo, pero consigo dejar el grupo de árboles casi del todo “ordeñados”, dejando sólo los frutos que están peor. He debido recolectar unos veinte más o menos. Me voy al río a dar buena cuenta de ellos, para lavarlos y beber agua. Una vez allí, devoro de los que están más blandos, y me reservo unos pocos, los que están algo más duros. Los guardo en la capucha (que no estoy usando debido a la sombra que proporciona este bosque), a la que hago un nudo para que no se caigan y regreso hasta el árbol para seguir mi camino. Nunca me había dado cuenta de estas cosas, los frutos, los animales... Si lo piensas tiene bastante lógica, ellos saben dónde alimentarse, yo no, así que, si les imito, podré subsistir al menos hasta encontrar a alguien y salir de aquí. Retomando mi caminar, por fin me doy con lo que debe ser un camino para animales, una senda estrecha de tierra, sin duda erosionada por el paso de pezuñas, que ha aparecido desde el río, y lleva mi dirección. Esto cada vez pinta mejor!.

9. Cálculos

Ahora, más animado con algo en el estómago, continúo río abajo. Me he deshecho de la piedra que usé para marcar mi camino y sigo conservando el palo, pues nunca se sabe... Aunque después de mi incidente con el conejo, tengo más cautela y cuidado a la hora de avanzar por entre los arbustos. Simplemente evito ir arrastrando los pies y apartar a palazos (como si el palo fuera un machete) las ramas que encuentro por en medio, para que, si tengo suerte, me queden opciones de llevarme algo que comer a la boca... Aunque llegado el caso (poco probable, por cierto), ¿Sería capaz de encender un fuego?. En la televisión parece bastante fácil, frotar madera, chocar de piedras y ya tenemos la chispa, de ahí todo es (o parece ser) coser y cantar... Mmmmm... carne cocinada... Con lo carnívoro que soy... Que hambre!. Dejar vagar los pensamientos de esta manera, no me ayuda, pues ahora tengo el cosquilleo del hambre de nuevo dando por saco... Tengo que alejar mi mente de temas de comida porque si no lo voy a pasar fatal... A ver, a ver... Si el día tiene 24 horas, y el hombre puede recorrer de 3 a 4 Km por hora... Yo que llevo andando en total, desde que abandoné el cobertizo, unas nueve horas el primer día y unas cuatro más ahora... Llevo un total de unas trece horas de marcha... Lo que da un total de... Unos cuarenta kilómetros andados. Como imagino que la suposición de los tres kilómetros la hora se basa en una situación idónea, de calzado adecuado, en un terreno llano, y no accidentado, voy a dividir mi velocidad a la mitad, por lo que, siendo más realista, habré andado unos veinte kilómetros en total. Lo que no está nada mal, teniendo en cuenta lo precario de mi situación. Suerte que tengo cerca el agua para consolar mis calores. Todavía no me he encontrado camino alguno, ni tan siquiera, un camino erosionado por los animales al ir al río a beber. Bueno, da igual... creo que tanta soledad, silencio y esta situación tan extraña, me están afectando a la cabeza, porque no paro de hablar (en pensamientos) conmigo mismo. Voy a seguir el cauce del río poniendo atención solamente en donde piso, a ver si dejo de calentarme la cabeza a mi mismo.