El diario-blog de alguien que dará un giro a su vida, y que, si no le gusta ése giro, dará otro, y otro más... Cuantos sean necesarios hasta encontrar su vida ideal tantos años soñada. Segúramente se parezca demasiado a cualquiera de nosotros, pero la vida es así... http://capitansogul.blogspot.com/

miércoles, 29 de julio de 2009

23. Incursión

Al cabo de un rato, que se me ha hecho eterno, he llegado hasta tener su campamento a unos veinte o treinta metros, y me he parado porque tienen caballos, vamos, que suena y huele a caballo, y al llegar hasta donde estoy, me han debido olfatear, y he escuchado rascar de pezuñas en tierra y un par de relinchos nerviosos. No sé nada de caballos, pero me han sonado a nerviosismo. Por lo que dejo el palo apoyado en el tronco de un árbol y me ajusto las riendas que llevo en bandolera para que no suenen. Desde aquí, intento ver lo que pueda de su campamento.
El fuego es muy pequeño, parece un infiernillo, que tiene encima un pequeño cazo o cuenco. Me ha parecido ver tres formas alrededor del cazo, hablando muy bajo, en susurros tan leves que apenas se les oye. Más alejados están los caballos, cuento tres o cuatro, no sé, pero están atados a unos arbustos. Veo entre ellos y los caballos un conjunto de fardos, me imagino que serán las monturas… Al cabo de un buen rato, no me llega ningún olor a comida apetecible, llega un olor agrio como de verduras… Cuando parece que han cocinado lo que querían, uno de ellos coge el cuenco y se acerca hacia los bultos. Ahí, le pierdo de vista, y escucho un sonido como de dolor. Me imagino que habrá tocado el cuenco ardiendo, y se ha quemado. Al momento vuelve al infiernillo sin el cuenco y susurra algo a sus compañeros, y parece que discuten, pues los susurros se vuelven algo más violentos, pero enseguida vuelven a la normalidad y dejan de irse. Apagan el fuego a continuación. Y oigo ruidos de tela, por lo que imagino que se estarán metiendo en los sacos para pasar la noche.
Me quedo inmóvil hasta que, sin saber cuanto tiempo ha pasado, empiezo a oír ronquidos y respiraciones fuertes. Ahora es el momento de acercarme. Llegar hasta su campamento me ha llevado mucho mucho tiempo, no sabría decirlo con exactitud, pero mínimo una hora. Los caballos, se han debido habituar a mi olor a pobre, y no hacen ningún ruido ni relincho extraño. Sólo hay uno que levanta la cabeza, y con cara pensativa me mira, brillándole los ojos como si fueran un Led blanco. Pasando de mi, vuelve a bajar la cabeza, quedando en el campamento todo inmóvil y silencioso a excepción de los ronquidos. Al internarme en el área despejada que ocupan, me doy cuenta de que mi pie ha topado con algo. Lo bajo con extremo cuidado y me agacho a ver lo que es. Parece una cuerda fina, que bordea la parte exterior del campamento. La muevo levemente, y noto movimiento en un árbol próximo. Al fijarme observo que son unos cuantos cacharros de cocina atados a la cuerda. Lo que viene a ser un timbre tosco, pero muy ruidos en medio de la silenciosa noche. Con cuidado lo sorteo y agazapado reviso con detenimiento el pequeño claro que es su campamento. En el centro están los restos de lo que debió ser el fuego, veo algo de madera ennegrecida. A su lado están los sacos, y puedo apreciar cuatro formas dentro. El material del que están hechos no brilla, así que imagino que serán sacos profesionales. Más alejado están unas cuantos bultos, serán sus macutos. En frente están los caballos, cuatro, atados a un arbusto, y entre ellos y el centro del claro están las sillas de montar. Un brillo me hace volver la vista hacia as sillas, y veo un tubo de metal oscuro, como el de un rifle, entre las mochilas. ¡Armas!. ¡Tengo que pirarme ya!. Me acerco hasta donde están las mochilas, y veo una bota grande de cuero con líquido dentro y una correa. La cojo. Pesa bastante y me la cruzo a la espalda, ataco una de las mochilas. Es de cuero y sin hebillas de metal. Deshago un nudo y meto la mano dentro. Encuentro un paquete duro. Lo saco y tiene aspecto de ser un filete grueso de carne, pero está seco como la mojama. Dejo la mochila con cuidado en el suelo, y me alejo. Evito la trampa y salgo del claro. Estoy empapado en sudor. Me marcho evitando hacer ruido, pero sin mirar atrás. Paro regularmente y no escucho gritos de alarma, ni nada parecido. Cuando creo que me he alejado lo suficiente, me siento a tranquilizarme al lado de un árbol, y a revisar mi botín. El paquete es carne, seca y muy dura. Tanto que casi me dejo los dientes al arrancar un trozo. La bota tiene agua, con un regusto dulzón. Le pego un sorbo en condiciones y sigo masticando la piedra que poco a poco se va ablandando a costa de mis mandíbulas. Después de estar masticando eternamente, desprende un sabor a carne rancia y levemente salada. Mejor esto que nada. Satisfecho y agotado. El día de hoy ha sido demasiado intenso para mí. Reúno una buena cantidad de hierba para hacerme un “colchón”, y con lo que sobre taparme para evitar ser visto si se hace de día y sigo sobado.
¡Mierda!, he perdido el palo. Lo que significa que me he perdido más aún. ¡De puta madre!. Mira, tengo que descansar, da igual donde esté, ahora tengo algo que comer y que beber.

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