El diario-blog de alguien que dará un giro a su vida, y que, si no le gusta ése giro, dará otro, y otro más... Cuantos sean necesarios hasta encontrar su vida ideal tantos años soñada. Segúramente se parezca demasiado a cualquiera de nosotros, pero la vida es así... http://capitansogul.blogspot.com/

martes, 8 de septiembre de 2009

33. Campamento

Las primeras luces del día y unos picores terribles en las piernas me despiertan. Me miro, y veo que tengo las piernas sobre algún tipo de planta urticante. ¡Me cagüen su puta madre!. Me levanto, y como si sirviera de algo me mojo las piernas y froto tierra sobre ellas. Sigue picando endemoniadamente, y encima he desperdiciado agua. ¿Por qué haré estas cosas?. Tengo que concentrarme en algo que no sea el picor de piernas. La roca, debo subir a la roca.
Miro a mi alrededor, y a unos pocos metros veo la roca de anoche. La tenía casi al lado. Lo que hace el agotamiento, y la falta de orientación. Le hinco el diente a la suela de zapato y me queda justo para otro bocado serio, como el que le he dado ahora. Mientras bebo para ablandarlo un poco, pienso en qué haré cuando acabe con lo que me queda de suela… Ya estoy en la roca. Dejando la bolsa de agua, subo por ella, y miro el cielo, precioso azul oscuro todavía y aclarándose. Sería un bonito sitio desde el que ver amanecer, pero ahora tengo otras cosas que hacer. Miro en la dirección en la que se veían las murallas, y unos pequeños hilos de humo me indican dónde se encuentra. Puedo ver que las murallas no son murallas como yo creía, son empalizadas de madera, hechas con troncos rectos… Ahora entiendo lo de la tierra revuelta… Además de la enorme muralla rectangular, hay un foso que la rodea. También, puedo apreciar unas construcciones al lado de las murallas que deben ser puestos de vigilancia de las puertas, con unas pasarelas sobre el foso (al menos las dos que tengo al alcance de la vista). Cuento cuatro en total, enfrentadas dos a dos. Una de ellas, la más lejana a mi ubicación, parece ser la principal, pues tiene un camino que llega hasta ella. Desde esta distancia, apenas se ven las estacas. Al centrar la vista sobre lo que genera el humo, puedo distinguir pequeñísimas figuras y… No. No puede ser!
Tengo que estar sufriendo algún tipo de alucinación porque no es posible. Estos días de mala alimentación, las bayas, el agua de mala calidad… han acabado pasando factura. No. Es imposible. Me bajo del peñasco, y bebo abundante agua. Me mojo la cabeza, pese a que no pueda ser una insolación. Me siento. Vale. Ya estoy más fresco. Agito la cabeza a los lados para despejarme, y listo. Estoy preparado para subir de nuevo, y ver la realidad. Mientras comienzo de nuevo el ascenso, mi cabeza empieza a buscar explicaciones a lo que he visto, yendo siempre de manera independiente. Le pongo freno hasta que realmente vea lo que hay tras esa empalizada. Porque lo que he creído ver, no es posible, es todavía más extraño que lo del jefe narcotraficante.
Cuando estoy arriba, antes de fijarme en el campamento, me acomodo y respiro lentamente mientras miro al cielo hasta que las pequeñas columnas de humo vuelven a llamar mi atención.
Tengo que procesar lo que vea de manera individual. Para darle una explicación plausible.
Dentro de la empalizada rectangular, aprecio una pasarela para hacer la ronda por los muros, como había esperado. En la parte más alejada, veo una especie de tienda de campaña muy grande de color marrón claro, que tiene justo al lado, un rebaño enorme de… Parecen caballos. Caballos de todos los colores. Si, seguro que son caballos, estarán en un recinto vallado. Esta tienda y los caballos ocupan un amplio espacio del rectángulo. Mientras mi vista recorre el campamento dejando atrás los caballos, veo un montón de ordenadas hileras de tiendas de campaña, del mismo color que la de los caballos, pero más pequeñas. Se ven muchísimas. Al lado de cada tienda hay algo que no consigo ver bien. Parece una especie de base con forma indeterminada y rojizo del que sale algo hacia arriba, como farolas portátiles. Las filas de tiendas se extienden iguales por toda la extensión del campamento, excepto en la parte del centro, donde se cruzaban dos calles más anchas, donde puedo apreciar un grupo de tiendas algo mayores, con un espacio vacío bastante grande, comparado con las tiendas. Hasta aquí todo tendría cierta lógica. Un campamento de rebeldes, insurgentes o mercenarios. Pero la pierde en el siguiente punto, que por más que parpadeo, sigue manteniéndose igual… las personas congregadas alrededor del humo.

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