El diario-blog de alguien que dará un giro a su vida, y que, si no le gusta ése giro, dará otro, y otro más... Cuantos sean necesarios hasta encontrar su vida ideal tantos años soñada. Segúramente se parezca demasiado a cualquiera de nosotros, pero la vida es así... http://capitansogul.blogspot.com/

miércoles, 22 de julio de 2009

12. El Claro

Que bien, con provisiones y siguiendo un camino, estoy seguro que voy a acabar por encontrar a alguien, y el haber encontrado el “amuleto” seguro que hace mejorar mis circunstancias.
Ya está empezando a anochecer, pero con el estómago medio lleno, habiendo bebido agua, y el buen tiempo que hace por entre los árboles, esta tarde se me ha pasado volando, como si fuera un auténtico paseo por el campo. Casi ni noto los pies cansados y doloridos. Aún así tengo que parar y buscar algún sitio para pasar la noche, porque sé que en cuanto pare, voy a notar toda la caminata del día. Buscando una zona cómoda, para descansar, he estado a punto de pasarme un desvío en el sendero, aunque más que un desvío, es un sendero como el que seguí al principio, pero éste tapizado de hierba, como si llevara tiempo sin usarse, pero los matorrales si forman un pasillo que lo delata. Me interno entre los matorrales y veo que se aleja del río, zigzagueante, abriéndose paso entre los árboles hasta desembocar a un pequeño claro, y en el centro del claro veo… ¡Una construcción!. Sí.!!Hay vida!!, !!Ayuda!!. No hay que volverse loco, tengo que ir con cuidado por si es algún refugio de mis secuestradores, y todavía están ahí… Cojo el palo, y con cuidado voy rodeando la choza. Parece estar hecha de barro y piedras, con planta circular y techo de paja. De momento no alcanzo a ver ninguna abertura en la misma, ni tampoco oigo nada. Cuando casi he cubierto la mitad de mi rodeo, veo que una parte del techo está hundida, tiene una puerta, o al menos el vano está ahí, no se si habrá. Con el palo en ristre, voy avanzando cautelosamente, (mi calzado para esto es una maravilla, parezco un gato) desde la parte trasera de la casa, me voy acercando a la entrada. Me paro y escucho. No se oye nada. Me asomo rápidamente por la puerta y me retiro, tiempo justo para echar un vistazo rápido (como las fuerzas especiales en las películas…no lo puedo evitar, cuando hay situaciones de estrés, tengo que pensar siempre alguna parida). Puedo apreciar que no hay nada más que unas maderas y restos del tejado en el suelo, ni rastro de gente. Con cuidado y lentamente entro en la choza, y efectivamente, está vacía, solo hay unas cuantas maderas, de lo que debió ser la puerta, esparcidas por el suelo y la parte del tejado que ha caído, clara muestra de abandono. Menuda decepción, no hay nadie, ni muestras de que lo haya habido desde hace mucho… Mira hay que pensar lo bueno, estaba buscando un sitio para dormir, y lo he encontrado. Ahora sólo tengo que ahuecar la paja, apilar las maderas en la entrada, y prepararme para dormir (espero que no haya arañas que me dan mucho asco). Antes de tumbarme, me como dos frutos de los que me quedan, y listo, me tumbo y casi inmediatamente noto como el cansancio me invade…
Estoy en casa, viendo la tele, una reposición del programa de Félix Rodríguez de la Fuente, en la que parece que analizan los aullidos, pero presto mucha atención a lo que dice, los aullidos me tienen hipnotizado… Los oigo cada vez más cerca, nervioso estiro la mano para coger el mando y apagar la tele… Pero, ¡No llego!. ¡No hay mando, no hay sofá!. ¡¡Coño!!, ¡Lobos!, ¡Lobos de verdad!... Me incorporo de un salto y busco a tientas el palo. Todavía resuenan en mis oídos los aullidos, pero no es un sueño, los estoy oyendo muy cerca. Esta vez estoy muerto, seguro, me imagino como trozos de carne sanguinolenta entre los dientes de estos preciosos animales, ¡Joder!, ¿No estaban extintos?. Me acurruco en el extremo opuesto a la puerta con el palo aferrado entre mis manos temblorosas. Estoy aterrado, no quiero morir así.
Me quedo completamente inmóvil, tratando de que mi respiración acelerada no suene, mientras espero a que un enorme lobo negro entre en la choza de un salto y dé cuenta de mí de una sola dentellada. ¿Por qué me habré escapado del cobertizo?.

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