El diario-blog de alguien que dará un giro a su vida, y que, si no le gusta ése giro, dará otro, y otro más... Cuantos sean necesarios hasta encontrar su vida ideal tantos años soñada. Segúramente se parezca demasiado a cualquiera de nosotros, pero la vida es así... http://capitansogul.blogspot.com/

jueves, 23 de julio de 2009

13. Rastreando

Un dolor del cuello me saca de mi sueño, cojonudo, tengo una capacidad increíble para dejarme vencer por el agotamiento en los momentos más oportunos. Me podían haber arrancado un brazo de un mordisco, y a lo mejor así, me habría despertado… Soy de lo que no hay. He oído por ahí, que las situaciones de estrés prolongadas, pueden provocar somnolencia, pero esto sobrepasa los límites normales… No me voy a parar a darle demasiadas vueltas, tengo todavía un camino que hacer y un objetivo que cumplir: Volver a casa.
Salgo de la choza y hago unos estiramientos de cuello, porque me he quedado verdaderamente dolorido por la postura de anoche. Me planteo tomar otro camino, que se aleje del río, pero lo descarto en seguida…. Donde hay un río tiene que acabar habiendo gente. Por lo que vuelvo sobre mis pasos a retomar el camino. Al llegar a la parte con tierra, me llevo una gran sorpresa, ¡hay pisadas!. ¡¡Pisadas humanas!!. ¡¡Gente que ha pasado por aquí!!... Ayer no había más que tierra sin marcar… Aprecio que las huellas van en el mismo sentido que el río, y que llevo yo. Son unas huellas de zapatos Camper, o imitación del modelo, “Pelotas”, que tiene una suela característica, formada por muchos semicírculos y que deja una huella única. No sé si era sólo uno o más de uno, pues en el camino, lo que prima es la tierra endurecida, las zonas con arena suelta, son menos frecuentes, y además, no tengo ni puta idea de rastrear. Identificar una huella de zapato, es a lo más que llego. Muy animado y acuciado por la prisa por encontrarles, ni me planteo el desayunar, pese a que me deben quedar cuatro o cinco frutos. Voy al río a asearme, y después de dos días a “descomer”, pues los peligros parece que estriñen, pero al final…Cuando he terminado me lavo, bebo y en marcha.
En mi caminar, y con mi amplia experiencia en la imitación animal, “recolecto” unos pocos frutos más, parecen frambuesas, pero son bastante amargos, aún así, son comida y van a la capucha. Espero que las huellas que voy siguiendo, no sean de mis perseguidores, que por haberme apartado del sendero, me hayan perdido y adelantado. Aún así, no confío demasiado en esto porque llevo dos días pateando el campo, y no he visto otros seres humanos, por lo que casi descarto que me estén buscando. Seguramente hayan sido unos cazadores, buscando alimento, o recogiendo setas o haciendo cosas de campo… O qué sé yo. Mientras estoy en éstas, el sendero se bifurca. Un camino, sigue mi dirección, y el otro se aleja diagonalmente de éste. Mierda. Con mis recién aprendidas dotes de rastreador, busco por cuál de los dos caminos se han ido las huellas, pero al cabo de unos minutos, no he encontrado nada determinante. Tengo que escoger uno de los dos caminos y seguirlo hasta que encuentre señales de que han tomado ésa dirección, y si no las encuentro, volver sobre mis pasos para tomar el otro.
La verdad, es que pasando el hambre que he pasado, y viendo lo “bien” que me va yendo cerca del río, no me voy a complicar y voy a seguir yendo a su lado. Si hay gente ahora, seguro que más adelante me encontraré con alguno. Una vez decidido, continúo río abajo, sin encontrar más indicios de pisadas. Mientras avanzo, doy cuenta de los frutos que me quedan y las acid-bruesas recolectadas, comida frugal, pero suficiente.
Llevo todo el día caminando, casi sin paradas, y esta vez, no estoy dispuesto a pasar la horrible noche que pasé ayer. Soñando con los lobos, acojonado por no estar en ningún sitio seguro, no quiero volver a dormir a la intemperie, como antes de anoche, con los lobos que rondan por aquí. Busco un terreno elevado, pero no hay más que montículos de arena sobre algún pedrusco, fácilmente accesibles. La tarde sigue cayendo, y no encuentro nada que me convenza. Busco algún árbol accesible para mí, e inaccesible para un lobo, pero no encuentro nada “trepable” y lo suficientemente acogedor como para tratar de dormir en él. Se me echa la tarde encima, y me voy quedando sin opciones. Encuentro un pequeño claro entre el camino y el río. Tendrá que ser ahí…
Tengo una idea aprendida de la televisión, que tengo que probar. Reúno todas las ramas que puedo, unos cuantos palos largos y rectos, y una roca gorda que llevo arrastrando al centro del claro. También me hago con una buena cantidad de hierba, que será mi colchón. Rodeo todo el perímetro con las ramas menos rectas y más grandes (me ha costado bastante arrancar algunas), poniéndolas de manera inestable, para que con algún pequeño golpe, caigan al suelo y produzcan ruido. Luego como “refugio”, uso una de las ramas rectas más largas, apoyado uno de sus extremos en la roca, y el otro directamente sobre el suelo. Ahora pongo las ramas con hojas a ambos lados de la “viga” principal para que vayan generando un tejado a dos aguas. En la televisión también esto parecía más sencillo. Me lleva mucho tiempo hacer algo decente, pero al final, el resultado parece bastante mejor que dormir al raso. Acumulo unas cuantas piedras, por si acaso, y dejo a mano mi palo. Por si tengo que salir por patas, tengo localizado el árbol que parece más fácil de subir, espero que si me atacan los lobos (o algo) peor, me de tiempo a llegar hasta él. Con todo previsto, me meto dentro del refugio, y me acomodo dispuesto a pasar la noche.

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