El diario-blog de alguien que dará un giro a su vida, y que, si no le gusta ése giro, dará otro, y otro más... Cuantos sean necesarios hasta encontrar su vida ideal tantos años soñada. Segúramente se parezca demasiado a cualquiera de nosotros, pero la vida es así... http://capitansogul.blogspot.com/

miércoles, 15 de julio de 2009

8. Comer

Joder, que horror!, sigo en el mismo sitio que anoche. Todo esto es real. Menudo asco.
Empiezo la mañana muy mal, apenas he dormido nada, pues en cuanto me sumía en un estado de presomnolencia, mi cabeza volvía una y otra vez a pensar en todo esto, todas las dudas, todos los problemas, todos los peligros que se han cernido y que se ciernen sobre mí. Voy a esforzarme en pensar positivamente, en que voy a encontrar a alguien, en que voy a volver a casa...
Me levanto y me desentumezco, me lavo la cara y bebo. Menudo desayuno.... agua... y los posibles insectos que se me hayan metido en la boca por error esta noche... Aj.
Bueno, venga, resetéate Gonzalo!. Hoy voy a encontrar ayuda, y seguro que en poco tiempo estoy viendo la tele desde mi cama, arropado con mis suaves sábanas y mi pijama.
Hay que ver cómo somos. En situaciones adversas cualquier cosa que, por habitual, nunca nos hubiera parecido especial, ahora nos parece todo un lujo. Pero me queda poco para disfrutarlo, así que, en marcha, a seguir el riachuelo. Antes de abandonar mi campamento, les dedico a los peces una mirada recelosa y cargada de rencor, a la par que pego un puntapié a la inútil "raqueta-red".
Hoy me duelen un poco los pies, será porque no están acostumbrados a pasar tanto tiempo "descalzos" sobre un terreno poco agradecido. Pero por lo demás me siento más animado, el día soleado me ayuda un poco a estar así. Explico que, desde siempre, mi ánimo suele ir acorde al día que hace, por lo que, si hace un día gris, de frío y lluvia, mi predisposición tiende a ser algo deprimente y triste. En cambio, cuando hay días como el de hoy, mi ánimo se vuelve totalmente positivo, y eso, ahora me viene de puta madre.
Llevo bastante rato siguiendo el curso del riachuelo, y casi sin darme cuenta, el riachuelo se ha ido haciendo mayor, nutriéndose de pequeños afluentes, hasta acabar siendo un río de poco caudal, pero de casi dos metros de anchura. Mientras pienso en esto, un movimiento llama mi atención. Justo delante de mí, como a unos quince o veinte metros hay un conejo (Comida!) o una liebre bastante grande que se acerca a unas plantas. Que bien!... El positivismo ha funcionado. Sin darme cuenta, me imagino que movido por el hambre, he ido avanzando hasta tener algo más cerca al animal, que de momento sigue mordisqueando la planta confiado. Sin saber cómo, tengo un pedrusco en la mano, y sin apuntar siquiera lo lanzo con todas mis fuerzas y frustraciones puestas en él. Como era de esperar, después del impacto, tengo un vacío en el lugar que ocupaba el conejo y unas plantas que se agitan todavía por la pedrada, lo que demuestra que por lo menos me he acercado... En fin... El campo no es lo mío, a ver si salgo ya de aquí. Mientras tanto me voy acercando a la planta de la que comía el conejo. Si no es mala para él, tampoco debería ser mala para mí, no?. Menuda lógica de consolación. Puedo ver los mordiscos del conejo en las hojas más bajas de la planta. Arranco una de ellas, y casi sin pensarlo le pego un mordisco. La primera sensación que me llega es de desagrado, un regusto a tierra se encarga de ello y la amargura de la hoja lo completa. Bien mirado es mejor que nada, así que me pongo a recoger todas las hojas bajas, más claras que las que están por encima de estas plantas, que me recuerdan vagamente a algún tipo de hoja de lechuga de esas que vienen como de relleno en las ensaladas Florette. Cuando tengo las manos llenas, me acerco al agua a lavarlas y a refrescarlas un poco. Una vez limpias, empiezo a masticarlas sin compasión. El sabor no ha mejorado nada, pero por lo menos, al morder no rasca la arenilla con los dientes. Da gusto poder comer algo y, aunque no sean más que las hojas de una planta amarga y sin aliñar, he comido lo bastante como para aplacar mi hambre.
Mientras reposo un poco la comida, sentado en una sombra, he podido disfrutar de lo bonito del día, los sonidos del campo, los insectos, los pájaros, el sonido del agua pasando por entre las piedras, la brisa que mece las ramas... Si no fuera por las circunstancias por las que he llegado hasta aquí, ahora podría decir que estoy a gusto.

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